Por Siempre Mío.

La mirada azulada de Carlo parecía clavarse en Adrien como agujas afiladas, perforando su paz y tranquilidad. En otros momentos, esa mirada habría sido encantadora e incluso excitante, pero ahora solo le causaba irritación. Había dado a Carlo la libertad que tanto le había suplicado durante años, le había concedido lo que le había costado tanto entregar. Pero a pesar de eso, Carlo parecía no querer alejarse en ese momento, lo cual quedaba claro por la intensidad de su mirada fija en él. Era como si estuviera tratando de transmitirle algo, pero Adrien no lograba descifrar qué era.

Esa mirada lo estaba sofocando, haciéndole cuestionar qué quería exactamente Carlo Mancini de él. Siempre había sido un enigma para Adrien, pero en ese momento, esa sensación se volvía aún más incomprensible y frustrante.

—Voy a tomar un poco de aire fresco, este lugar se está volviendo asfixiante —anunció Adrien a Cedric con una leve mueca de disgusto en su rostro.

—Ire contigo.

—No es necesario realmente, quédate aquí y charla con los demás, no quiero que piensen que hasta mi acompañante es descortés —bromeó Adrien, refiriéndose a las constantes críticas que recibía por su supuesta falta de amabilidad en eventos sociales.

Aunque Cedric no parecía muy convencido, asintió y se distrajo con un par de personas que se acercaron a saludarlo. Mientras tanto, Adrien se adentró en un pasillo largo y algo oscuro. El sonido de sus pasos resonaba en el silencio del lugar, brindándole cierta calma.

Finalmente, encontró una de las puertas traseras del teatro y salió al jardín trasero. Una suave ráfaga de viento le golpeó el rostro al abrir la puerta, llevándose consigo los cabellos oscuros de Adrien. Cerró los ojos por un momento, disfrutando del aire fresco de la noche que le ofrecía un breve respiro de la atmósfera cargada de la fiesta.

Al abrir los ojos, cerró la puerta detrás de él y se dirigió hacia un rincón más apartado del jardín. Se sentó en un banco de piedra, con la espalda apoyada contra el edificio, y exhaló profundamente. El ambiente sereno del lugar era un contraste reconfortante con la agitación de la fiesta.

—¿Dónde está tu fiel acompañante? —la voz conocida lo hizo girar la cabeza, encontrándose con Carlo acercándose a él con las manos en los bolsillos. Aunque su apariencia era atractiva, las palabras despectivas hacia Cedric no pasaron desapercibidas para Adrien.

—Dejé atrás al "fiel acompañante" hace tiempo, después de casi cinco años. Ya sabes cómo es, si algo no cumple tus expectativas, simplemente lo reemplazas con algo nuevo y emocionante —respondió Adrien con sarcasmo. Aunque la falta de iluminación no le permitía ver claramente la expresión de Carlo, estaba seguro de que su ceño estaría fruncido de ira en ese momento.

Adrien esbozó una sonrisa de satisfacción y desvió su mirada hacia la nada, sumergiéndose en sus pensamientos. Aunque Carlo era importante en su vida, Cedric era quien lo estaba apoyando en ese momento y había estado con él en sus peores crisis, por lo que merecía ser defendido a toda costa.

El ambiente se llenó de un silencio tenso, interrumpido solo por el suave murmullo de los bichos nocturnos y el lejano ruido de los autos en el bulevar cercano.

—Ustedes son muy unidos, ¿no? —la voz grave de Carlo hizo que Adrien sintiera un escalofrío cuando su aliento golpeó su oído derecho. No sabía cuándo se había movido, pero ahora el rostro de Carlo estaba demasiado cerca, y la proximidad lo hacía sentir incómodo. Adrien mordió su lengua, obligándose a no caer en el juego de seducción de Carlo, si es que eso era lo que estaba intentando.

—Eso no te incumbe —pronunció con indiferencia, tratando de mantener la compostura ante la cercanía de Carlo. Sus palabras hicieron que Carlo frunciera el ceño, y sin pensarlo mucho, pasó sus manos por los hombros de Adrien, sintiendo cómo el cuerpo del otro se tensaba al instante. Adrien siempre había sido vulnerable a los toques de Carlo, sin importar en qué parte de su cuerpo fueran.

—Eres demasiado indiferente ahora, pero antes rogabas por un beso mío —las palabras de Carlo hicieron que los ojos de Adrien ardieran en rabia. Este hombre definitivamente disfrutaba viéndolo débil ante él.

No había pensado en eso hasta ese momento, pero Carlo Mancini era extremadamente narcisista. Antes, Adrien ni siquiera lo miraba, pero ahora Carlo no dejaba de observarlo, y eso le molestaba. En el pasado, a Adrien no le importaba con quién se relacionaba, pero ahora parecía que la cercanía de Cedric le causaba incomodidad.

Quizás su enamoramiento no le había permitido verlo antes, pero Carlo disfrutaba de tener la atención de las personas a su alrededor, incluso haciéndose pasar por alguien desapercibido, lo que llamaba aún más la atención de todos. Incluyendo a Adrien, quien también había caído en su encanto de "persona lejana y despreocupada".

—El pasado es pasado, Carlo. Si antes rogaba, ahora ni siquiera quiero verte de frente —dijo Adrien, su voz cargada de frustración y determinación.

Se puso de pie y se alejó tres pasos, dispuesto a dejar esa situación incómoda, pero antes de que pudiera irse por completo, los brazos de Carlo lo rodearon por la cintura, deteniéndolo en seco.

—¿Estás seguro?, ¿realmente piensas que ese tipo puede ser un buen reemplazo mío?

Las preguntas formuladas desconcertaban por completo a Adrien. Este Carlo Mancini era completamente diferente al que había conocido hace tiempo.

Las palabras de Carlo resonaron en el aire como un desafío, provocando una mezcla de irritación y confusión en Adrien. ¿Cómo podía Carlo insinuar que alguien más podía ocupar su lugar en la vida de Adrien? Era un pensamiento absurdo y, sin embargo, las emociones que surgieron en ese momento eran intensas. Pero él no diría eso.

—Estás siendo demasiado arrogante y confías mucho en ti mismo. Carlo, no te creas tan importante.

La voz de Adrien sonó firme y, a diferencia de antes, su cuerpo permaneció sin inmutarse. Carlo, sin embargo, no pretendía parar hasta escuchar lo que quería. De alguna manera, la resistencia de Adrien lo incitaba a molestarlo aún más.

Siempre había pensado que el dia en que Adrien se alejara sería uno de los mejores, sin embargo, ahora sentía que una parte de su vida se había ido junto a Adrien y no estaba dispuesto a renunciar a ello.

—¿De verdad no lo soy?, yo sé que me amas y lo probaré ahora —Carlo apretó más el cuerpo de Adrien y rozó sus labios con la suave piel de la nuca. En esta ocasión, Adrien sí se tensó, dando a entender que aún era débil ante sus labios.

Carlo no había pensado en hacer nada de eso, él simplemente quería mantener una conversación normal y después irse. Sin embargo, las palabras de Adrien sobre cambiarlo por algo nuevo golpearon directamente su orgullo. Además, odiaba pensar que realmente podía ser reemplazado por ese idiota.

«Si fuera otra persona, no me opondría», pensó mientras seguía con los besos ocasionales en el cuello de Adrien y pasaba una de sus manos debajo del saco del mismo. «Pero ese imbécil se atrevió a desafiarme, no puedo permitirme perder ante él. Si, todo es por su maldita arrogancia». Trataba de convencerse internamente.

El aroma de Adrien era embriagador. Nunca antes lo había notado, pero era exquisito. Una esencia elegante, atractiva y sutil, pero que lograba cautivar a cualquiera.

Sus brazos se aflojaron, pero no tanto como para permitirle escapar. Adrien fue obligado a dar la vuelta y quedarse frente a él. Carlo siguió besándolo y sus manos se movieron inadvertidamente sobre la espalda hasta sus glúteos. Adrien se estiró un poco sobre sus puntillas y mordió fuertemente la mandibula de Carlo hasta que él se quejó y lo soltó por el dolor infligido.

—¿Qué carajo crees que haces?

La voz completamente enojada de Adrien hizo que Carlo dejara de prestarle atención al dolor y lo viera directamente a los ojos. El negro de los ojos parecía brillar, pero ya no con amor o deseo; era rabia y frustración lo que alcanzaba a ver y, en lo más profundo, desprecio.