Emma jamás imaginó que amar a Andrew significaría estar condenada a huir. En un mundo donde humanos, brujos y cambiaformas coexisten bajo frágiles pactos, Emma, una joven común, se ve arrastrada al corazón de una guerra silenciosa tras enamorarse de Andrew, el heredero de una poderosa manada de licántropos. Su amor es puro, peligroso… y totalmente prohibido. Mientras la manada se tambalea y aliados inesperados caen uno por uno, Emma deberá encontrar la fuerza para sobrevivir, escapar y luchar por lo que ama. Pero no está sola: cada elección que haga resonará en un destino mayor, donde el sacrificio, la magia y la sangre van de la mano. Un amor prohibido. Un secuestro brutal. Una guerra inminente.
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Capitulo 12: No puedo hacer otra cosa
La vi temblar, su cuerpo encorvado contra el árbol mientras trataba de procesar todo lo que acababa de suceder. No podía dejarla así, sola en medio del bosque, vulnerable. Cada instinto en mí gritaba que la protegiera, que me asegurara de que estuviera a salvo, aunque ella me rechazara.
Me acerqué lentamente, con cuidado, como si cualquier movimiento brusco pudiera romperla. No dijo nada, solo me miró con esos ojos llenos de confusión y, por un instante, un leve rastro de confianza. Sabía que estaba peleando consigo misma, luchando por entender algo que ni siquiera yo podía explicarle del todo.
Cuando estuve lo suficientemente cerca, me agaché frente a ella.
–Voy a llevarte a un lugar seguro –dije con firmeza, aunque mi tono era lo más suave posible.
Emma frunció el ceño, retrocediendo un poco.
–¿A dónde me vas a llevar? –preguntó, su voz apenas un susurro, cargada de incertidumbre.
–Conmigo –respondí sin titubear.
Eso pareció desatar algo en ella. Sacudió la cabeza rápidamente, sus ojos brillando con una mezcla de enojo y desesperación.
–¡No! No voy a ir contigo. No confío en ti, ni siquiera sé qué eres. ¡Aparte estad desnudo! –dijo, cruzando los brazos frente a su pecho como si eso pudiera poner una barrera entre nosotros. Inevitablemente, mis ojos se dirigieron a su pecho que se hacía más grande con la posición.
Que ganas de lamerlos toda la noche.
Respiré hondo, intentando mantenerme calmado.
–Emma, no estás a salvo aquí. Ese lobo podría regresar, o peor, podrían venir otros. No puedo dejarte aquí.
–¡Pues déjame en mi cabaña! –exclamó, mirándome con intensidad.
Me quedé en silencio por un momento, estudiando su expresión. Todo en mí quería negarme, insistir en que debía estar conmigo, donde podría protegerla mejor, pero vi la determinación en sus ojos. No estaba lista para confiar en mí, y forzarla solo la alejaría más.
Finalmente, cedí.
–Está bien. Te llevaré a tu cabaña –dije, mi voz más baja de lo que esperaba.
Antes de que pudiera protestar más, la levanté en brazos con cuidado. Su cuerpo estaba rígido al principio, pero no tardó en relajarse ligeramente. Aunque sabía que seguía incómoda, no luchó.
–¿Qué haces? –preguntó, su voz mezclada con sorpresa y algo de indignación.
–Tus rodillas están lastimadas, y no voy a dejarte caminar así –respondí sin mirarla, enfocándome en el camino.
–Puedo caminar sola –refutó, pero no hubo fuerza en sus palabras.
–No. No puedes –repuse con firmeza.
Ella suspiró pesadamente, pero no insistió más. El silencio entre nosotros era tenso, cargado de palabras no dichas. Podía sentir su mirada fija en mí, como si tratara de desentrañar quién era realmente.
El camino hacia su cabaña fue largo, aunque no por la distancia. Cada paso estaba lleno de una mezcla de emociones que apenas podía manejar. La sensación de tenerla tan cerca, su calor contra mi pecho, la forma en que su respiración se sincronizaba con la mía… todo eso era abrumador.
–¿Por qué haces esto? –preguntó de repente, rompiendo el silencio.
–Porque no puedo hacer otra cosa –respondí honestamente.
Ella no dijo nada más después de eso, pero sentí cómo sus ojos seguían fijos en mí.
Cuando finalmente llegamos a la cabaña, la bajé con cuidado, asegurándome de que pudiera apoyarse bien. Ella se tambaleó un poco, pero rápidamente recuperó el equilibrio.
–Gracias –murmuró, mirando hacia otro lado.
Asentí, aunque sabía que no podía quedarse así.
–Debes limpiar esas heridas –le dije, señalando las raspaduras en sus rodillas y manos.
Ella me lanzó una mirada, como si dudara de mis intenciones, pero finalmente asintió y entró en la cabaña. Me quedé fuera por un momento, mirando la puerta cerrarse detrás de ella. Todo en mí quería seguirla, asegurarme de que estuviera bien, pero sabía que necesitaba espacio.
Entonces me di cuenta de que estaba desnudo.
–Maldición…
Me transforme en lobo para ir y venir rápido. No le di explicaciones a nadie, entre y salí con si me llevase el diablo.
Regrese a la cabaña y me senté en la terraza de nuevo. Mientras me quedaba ahí, con la fría brisa del bosque alrededor, no podía ignorar el dolor en mi pecho. Emma estaba tan cerca, pero al mismo tiempo, tan lejos. Y aunque mi lobo rugía dentro de mí, exigiendo que la mantuviera a mi lado, sabía que tendría que ganarme su confianza poco a poco.
Me quedé afuera de la cabaña, tratando de calmar la tormenta que rugía dentro de mí. Mi lobo estaba inquieto, casi imposible de controlar, exigiendo que me asegurara de que Emma estuviera bien. Pero intenté esperar, darle el espacio que claramente necesitaba.
Fue entonces cuando escuché el siseo de dolor que se escapó de sus labios.
Mi cuerpo se tensó de inmediato, y antes de que pudiera pensarlo, estaba caminando hacia la puerta.
Al diablo con esperar. No podía quedarme afuera sabiendo que estaba sufriendo.
Empujé la puerta de la cabaña y me dirigí directo al baño, siguiendo el sonido de sus movimientos. La puerta estaba entreabierta, y al asomarme, la vi.
Emma estaba de pie frente al espejo, solo en ropa interior, tratando de limpiar las heridas en sus rodillas y manos. Mi mente se quedó en blanco por un segundo. Su piel desnuda brillaba bajo la luz cálida del baño, cada curva y línea de su cuerpo parecía hecha para tentarme.
–¡¿Qué haces?! –dijo con la voz alta, claramente alarmada.
Trató de cubrirse al verme entrar, cruzando los brazos sobre su pecho, pero ya era demasiado tarde. La había visto, cada detalle, y no podía borrar esa imagen de mi mente
Mi lobo gruñó dentro de mí, casi como un reflejo, mientras mi cuerpo comenzaba a calentarse. Mi polla estaba más que lista para ella. La intensidad de mi reacción fue tan abrumadora que tuve que pasarme una mano por el pelo, tratando de calmarme.
–No te preocupes por eso ahora –dije con voz más ronca de lo que esperaba, sin apartar la mirada.
Sus ojos se agrandaron, y su piel, ya enrojecida por el frío y el esfuerzo, parecía arder aún más. Era como si todo en el ambiente conspirara para volver esto más complicado. Pero no podía permitirme perder el control ahora mismo.
Sacudí los pensamientos que empezaban a nublar mi juicio y di un paso hacia ella.
–Déjame ayudarte –dije con firmeza.
Ella negó con la cabeza rápidamente.
–Estoy bien. Puedo hacerlo sola –replicó, pero su voz traicionaba su inseguridad.
–Emma –dije en un tono que no admitía discusión–. No vas a hacerlo sola.
Ya veo venir el giro que tomara la trama
Digo, no es normal que ella como humana pueda sentir el aroma de Andrew, se supone que es entre especies.
Es eso o tiene muy buen olfato mi chica Emma 😂😂😅
Necesito mi dosis diaria de Andrew