Casada Con Un Desconocido

Casada 14

Capítulo 14 : Las miradas son los primeros besos.

Elsa ISASA.

–¿Lo has pensado?-- dijo Fernando al terminar el desayuno atrayéndola hacia su cuerpo.

– Si. ¿Y tú?--dijo ruborizada.

– Mi cabeza aún es un lío. Solo tengo claro que no puedo pasar una noche más sin ti a mi lado – murmuró en su oído.

– Siento lo mismo. Aunque fuera solo por este mes, te necesito Fernando – respondió en voz baja.

Él la miró profundamente. Cómo descuidadamente le acarició algunos rulos rebeldes de su cabeza.

– Cuando todo tiene fecha de final suele ser más intenso. Solo quiero no ilusionar a mi hijo. Debemos cuidar nuestra intimidad, ¿entiendes?--

–Entiendo. Saldré al pueblo un rato. Volveré pronto. – dijo ella acercando su boca a los labios entreabiertos del hombre que le subyugaba.

– ¿Quieres que te acompañe o es personal?

– Es personal - dijo con una sonrisa hermosa.

Mientras manejaba pensaba en esa corta y extraña conversación.

Se necesitaban. Eso era indudable.

¿Pero bastaba la atracción para permanecer juntos como reales esposos.? No lo sabía. No sabía si estaba enamorada, solo que lo deseaba como a ningún hombre antes. Quizás ese fuego se acabaría en unos días y no quedarían llamas al final del mes. Quizás. Pero ahora se estaba quemando.

Compro lo necesario en la farmacia y luego paró en el centro de salud del pueblo.

Una doctora joven le atendió y le indicó a la enfermera la colocación del inyectable. Le dió algunas recomendaciones para el uso de anticonceptivos.

– Creo conocerla de algún lado Señorita Cristina – dijo la doctora Laura.

– Soy la esposa de Fernando Espinosa – respondió orgullosa de decirlo.

– Claro. La ví en la feria del otro día. ¿Fernando aún no quiere aumentar su familia? Es raro. Ama mucho a los niños. – dijo.

– Nos casamos hace poco. Queremos disfrutar un tiempo. Además ya tenemos a Lucas. –respondió.

Se puso su tapado, tomó su cartera y se despidió con cordialidad de la doctora Laura.

Recorrió un poco las calles del poblado. Era domingo y algunos caminaban hacia la iglesia del lugar. La plaza estaba casi vacía por el viento frío que cortaba la respiración. En una librería abierta encontró una novela de aventuras propia para Lucas. La compró, quizás si le leía algunos capítulos, el pequeño dejaba un poco su computadora y apreciaba un libro.

Todos la miraban asombrados. Era una forastera en ese lugar y los forasteros son siempre observados con atención.

Marchó despacio al carro, lo encendió y empezó el regreso. Sentía impaciencia en el corazón por llegar y volverlo a ver.

– ¡Creía que te habías marchado! - le dijo Lucas corriendo hacia su carro– papá me dijo que quizás regresarías a Buenos Aires.

– Solo compré algunos medicamentos en la farmacia del pueblo. Estoy un poco engripada – mintió.

– Estás enojada conmigo por lo de anoche ¿verdad? Solo quería que charles tranquila con mi papá. ,--

– No estoy enojada Lucas. Estoy feliz. Te traje un regalo. Un libro de aventuras : Sandokan, el pirata de los mares. Te leeré algunos capítulos hasta que te guste. Y luego seguirás solo. No querrás dejarlo –

– Tú crees Cris. No me gusta mucho leer. –

– Todo es cuestión de entonación y puntuación. Ya lo verás. ¿Y tú papá?

– Salió un rato. Pero ya está en casa. En su biblioteca. –

– Okey. Conversé con él y luego hablamos del libro. ¿Qué opinas?--

Su esposo estaba pensativo, sumido en papeles.

La miró con asombro e instintivamente se levantó para recibirla.

– Ya estoy aquí. Le has dicho a Lucas que quizás me fui al aeropuerto. –

– Solo le dije que no sabía cuándo regresariás. ¿Vino tu novio al pueblo verdad? ¿Fuiste a verlo? –

– Fui a hacer unas compras personales. Artículos de mujeres. Te lo dije.-- respondió – ¿no me conoces? Nunca me iría sin despedirme de Lucas.

– ¿Y de mi?--

– Tampoco de ti ni de Matilda ni de Alejo. Dime Fernando – susurro abrazándolo – ¿Estás un poco celoso?

– No. No estoy un poco celoso. Estoy muy celoso. Y lo sabes. Este mes eres mia. Solo mía Señora Espinosa. Debes saberlo. ¡Ese fue el trato!. – dijo tocando sus labios abiertos con sus manos.

Ese gesto y esa mirada eran suficientes para encenderla. Sus miradas eran tan profundas como si estuvieran besándola.

– Lo sé. Y estoy sumamente de acuerdo. Ya te lo he dicho. – respondió – trabajaré un momento en mi recámara. –

Y se marchó con una sonrisa en el rostro. Movía su cuerpo al caminar con elegancia y sensualidad.

Verla y recordarla desnuda en sus brazos encendió su deseo otra vez.

Se recrimino internamente haber preguntado por su novio y desnudar sus sentimientos de celos. Ella era ahora su mujer en los papeles y la realidad. Pero ¿por cuánto tiempo? Faltaban tres semanas para que el mes se cumpliese.

Trataba de no pensar en ello y solo recordar la noche de la cabaña. La noche de loca pasión que vivieron.

En el almuerzo sus ojos se prendían a cada instante. Los grises ya no tenían el frío del acero, eran profundos y dulces como el cielo de Lago Azul.

Los marrones estaban llenos de rayas doradas y tenían la suavidad de una dulce miel que se prendían de los suyos.

– Se miran como si quisieran comerse. – pensaba Matilda viéndolos. –¿Qué habrá pasado entre ellos ? ¿Habrá funcionado nuestro plan ? ¿Pero por qué no dicen nada?

Al mediodía en el amplio sillón de la sala le vió abrir un libro y leerle a Lucas con voz melodiosa una historia.

El niño parecía molesto primero y luego atento e interesado.

El Señor de la casa sentado también los observaba.

Luego Cristina le pasó el libro al niño y le extendió la mano a Fernando.

Los vió salir al patio y caminar despacio, con las manos unidas hacia las cuadras.

–Están enamorados. Esas miradas lo dicen todo. Nuestro plan funcionó de maravillas - pensó Matilda.

La pareja se perdió de vista dentro de las caballerizas. Recostados en las rústicas maderas se besaban con pasión ya no controlada. Y luego cayeron al heno bajo la mirada asombrada de los corceles.