En el 2010, dos años después de su receso a su tiempo, Anastasia, lleva una vida muy tranquila. De su casa a la universidad, en dónde daba clases, y de ahí de regreso.
todo se moviliza cuando recibe un sobre proveniente de florida, firmado por su hermana, en tiempo presente. Ana se siente un poco extraña con este hecho, sumado a un accidente, por el cual, vuelve a viajar, Pero está vez a 1989.
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capitulo 14: CUANDO LA RABIA SE VUELVE FUEGO
📖 Capítulo 14 – CUANDO LA RABIA SE VUELVE FUEGO.
Ana no entendía qué ocurría. Todo el día, Chris se había mantenido frío y distante con ella.
Después del pequeño acercamiento de la noche anterior, una chispa de ilusión se había encendido en su interior, pero ese cambio repentino la desconcertaba. No tenía tiempo ni fuerzas para soportar los vaivenes de humor de Chris.
Esa tarde fue a buscar a Yoli, junto con Lucas y su novia. Luego se dirigieron al hospital, donde Val y Alex ya estaban listas para regresar a casa.
La salida fue emocionante: entre risas, abrazos y lágrimas, todos acompañaron a madre e hija. Por la noche, sus abuelos pasaron a visitarlas, llenando la casa de alegría y calma.
Al día siguiente, la rutina volvió a imponerse. Ana y Ralf debían trabajar, y su abuela se ofreció a cuidar de Val hasta que se recuperara por completo. A los ojos de Ana, su hermana estaba increíblemente fuerte, aunque seguía necesitando compañía.
En el set, todo marchaba como de costumbre: caballos, escenas de acción, miradas hostiles cruzadas con Chris… y para colmo, Cristian no había aparecido en varios días. Seguramente estaba en su otro trabajo de seguridad.
El sábado también había rodaje. Ana estaba ajustando un chaleco a Ralf, que le quedaba holgado, cuando una voz conocida la sorprendió:
—Hola, señorita…
Ella giró de inmediato.
—¡Cristian! —exclamó con una sonrisa—. Creí que habías renunciado.
—Sí, lo hice… pero en el otro trabajo. Aquí me quedo hasta que terminen la película. Después me contratarán en la estancia.
Ana parpadeó, sorprendida.
—Ah, bueno… entonces compartiremos más tiempo.
Él la observó con atención.
—¿Y eso es lo que querés?
Ana quedó desconcertada. No esperaba esa pregunta. Antes de responder, dos niños irrumpieron corriendo.
—¡Papá! —exclamó una nena de unos seis años, mientras sostenía de la mano a un pequeño de cuatro.
Cristian les sonrió con paciencia.
—Dije que esperaran.
—Es que Pablo estaba cansado —respondió la niña—. Vamos a ir a tomar helado.
—Esperen un momento, todavía no terminé —dijo él, aunque Ana intervino:
—Hoy es sábado, podés salir antes.
Cristian dudó.
—No sé si sea buena idea…
—Nadie te dirá nada, soy la cuñada del director.
Él pensó unos segundos.
—Está bien… pero solo si nos acompañás.
Los niños la miraron con ojos suplicantes. Ana no pudo resistirse.
—Bueno… pero debo regresar luego a acomodar la utilería.
La niña aplaudió feliz. Ana sonrió aún más cuando el pequeño Pablo le tomó la mano, confiado, mientras caminaban hacia la salida.
Lo que no notó fue que, detrás de la escenografía, Chris los observaba partir con el ceño fruncido.
La tarde terminó en una heladería. Los cuatro disfrutaban del helado. Ana, con sus sabores favoritos —frutilla y dulce de leche—, reía al ver a Pablito con la cara manchada de chocolate.
—¡Ay, hijo! —dijo Cristian—. Vamos al baño a limpiarte. ¿Podés quedarte con Ana, Tati?
La niña asintió, dándole un sorbo a su botella de agua.
—Tomás mucha agua —comentó Ana.
—Mi mami dice que si como algo dulce tengo que tomar agua para que no me haga mal.
Ana sonrió.
—Tu mami es muy inteligente.
La niña bajó la mirada y murmuró:
—Sí, pero ahora está un poco triste… desde que papá se fue de la casa. Ella llora cuando cree que no la vemos.
Ana sintió un nudo en la garganta.
—Qué pena, cielo…
—Aunque quizás sea mejor —continuó Tati inocente—. Cuando papá vivía en casa, peleaban mucho.
Ana tragó saliva. Le tomó la manito con ternura.
—Eso es cosa de adultos. Vos no tenés que preocuparte. Todo va a mejorar, ya vas a ver.
Tati le sonrió y, en ese momento, Cristian volvió con el niño.
—¿Qué pasa aca? —preguntó curioso.
—Nada… cosas de chicas —dijo Tati.
—Bueno, chicas y chiquitas —corrigió él, arrancando carcajadas de Ana.
La risa fue tan fuerte que un repentino ataque de tos la dobló en dos.
—¡Ana! —Cristian se alarmó—. ¡Agua, hija, rápido!
Tati, asustada, alcanzó la botella. Ana bebió desesperada hasta que logró calmarse, aunque quedó agitada.
—¿Estás bien? —insistió él.
—Sí… solo tragué mal.
Le sonrió a la niña para tranquilizarla, pero por dentro pensaba:
"Ya era la segunda vez que me pasaba… ¿sería solo casualidad?"
Más tarde, ya de regreso en el set, Cristian se despidió con los chicos. Ana fue al camarín a ordenar el vestuario, cuando la puerta se abrió de golpe.
Chris estaba allí.
—¿Cómo estuvo tu paseo familiar? —preguntó con sarcasmo.
Ana suspiró, cansada.
—De verdad, Chris, ¿no te aburrís nunca?
—Solo preguntaba. No entiendo por qué te ofendés.
Ella lo miró con dureza.
—Parecés a Peter hace dos años.
—¡No me compares!
—¡Entonces no lo imites!
—Evidentemente, vas a ser una gran “mami” —dijo él con veneno en la voz.
—¿Yo? No seré la que se case con su ex.
—¡Podrías haber sido tú! —rugió, acercándose.
Ana, furiosa, arrojó un estuche sobre la mesa.
—¡Qué bueno saber que yo estaba primera en tu lista!
—¡Qué cínica eres!
—¡Ya me lo dijiste un par de veces!
Cuando se dieron cuenta, estaban a centímetros de distancia.
—¡Te odio tanto! —gritó ella.
Chris la miró fijamente, con un brillo distinto en los ojos.
—Pues yo no… —susurró.
En un movimiento impulsivo, la tomó entre sus brazos y la besó con pasión.
Ana debería haberse apartado… pero en vez de eso, lo rodeó con los brazos.
El beso se volvió incendio. Chris la levantó, la sentó sobre la mesa, y entre ropas que caían al suelo, volvieron a pertenecer el uno al otro.
Cuando la pasión se aplacó, quedaron frente a frente. Ambos sabían lo que acababan de hacer… ¿era un error? Probablemente sí.
Se vistieron en silencio, incómodos.
—Yo saldré primero —murmuró Chris, sin mirarla.
Ana asintió en silencio, viendo cómo se marchaba. Aún no podía procesar lo que acababa de ocurrir. Se sintió débil, estúpida… Chris era como su kryptonita. Y peor aún: tenía novia. Ni siquiera le había dicho nada antes de salir.
El corazón de Ana latía con rabia y deseo a la vez. Lo odiaba… y lo amaba. Esa contradicción la estaba consumiendo por dentro.
Ahora, una sola pregunta la carcomía:
¿Qué pasaría al día siguiente cuando volvieran a verse?