NovelToon NovelToon
La Casa Donde Aprendí A Odiarme

La Casa Donde Aprendí A Odiarme

Status: Terminada
Genre:Completas / Amor de la infancia / Autosuperación / Apoyo mutuo
Popularitas:1.3k
Nilai: 5
nombre de autor: VickyG

"La casa donde aprendí a odiarme" es una novela profunda y desgarradora que sigue la vida de Aika, una adolescente marcada por la indiferencia de su madre y la preferencia constante hacia su hermano. Atrapada en una casa donde el amor nunca fue repartido de forma justa, Aika lidia con una depresión silenciosa que la consume desde dentro. Pero todo empieza a cambiar cuando conoce a Hikaru, un chico extraño que, sin prometer nada, comienza a ver en ella lo que nadie más quiso ver: su valor. Es una historia de dolor, resistencia, y de cómo incluso los corazones más rotos pueden volver a latir.

NovelToon tiene autorización de VickyG para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 12: Cosas que nadie ve

Aika despertó con la marca aún latente en la mejilla. No por el dolor, sino por lo que significaba. Era una prueba más de lo que ya sabía desde hacía años: su madre no necesitaba razones para hacerle daño. Solo excusas. Y esa noche, ella le había dado una perfecta.

El sol apenas comenzaba a filtrarse por las cortinas. Todo estaba en silencio, como si la casa supiera que algo se había quebrado. Aika se sentó en la cama y tocó con la yema de los dedos la piel sensible de su rostro. No lloró. Ni siquiera se miró al espejo. Solo bajó la vista hacia sus manos y respiró hondo.

Hoy tenía que ir al instituto. Fingir que todo estaba bien. Sonreír tal vez. Reírse de algún chiste de Luna, fingir que Hikaru no le removía el alma, aguantar las miradas de siempre. Era agotador ser alguien más todo el tiempo.

Se vistió sin ganas. Una sudadera ancha, jeans viejos y la misma expresión que usaba como escudo. Al salir de su cuarto, su madre ni siquiera la miró. Solo tomó un sorbo de café y hojeó el diario como si nada hubiera pasado. Como si no le hubiera puesto la mano encima la noche anterior.

Aika no dijo una palabra. Ni siquiera un “buenos días”. Salió de casa con la sensación de que cada paso pesaba como plomo.

El camino al instituto era el mismo de siempre, pero esa mañana, algo en el aire era distinto. Y lo entendió cuando lo vio.

Hikaru estaba ahí. Apoyado en la pared de la entrada. Con las manos en los bolsillos y la mochila a un lado. Como si la estuviera esperando desde antes del amanecer.

—Buenos días —dijo él, con esa sonrisa suya que no forzaba nada.

—¿Qué haces aquí tan temprano?

—Quería verte antes de entrar —respondió, sin rodeos—. Ayer fue demasiado. Solo quería asegurarme de que estabas bien.

Aika bajó la mirada. Sentía que si lo miraba a los ojos se le rompería el pecho.

—Estoy viva —susurró.

Hikaru asintió. No insistió, no preguntó. Solo caminó a su lado cuando ella empezó a avanzar.

Durante todo el día, Aika sintió el cosquilleo incómodo de los ojos de Luna sobre ella. Eran miradas cargadas de algo que no entendía del todo: celos, duda, rabia contenida. No había hablado aún, pero era evidente que estaba comenzando a notar la cercanía entre ella y Hikaru.

En clase, él se sentó a su lado. Compartieron un cuaderno. Rieron bajito por un comentario absurdo del profesor. Aika se sentía extraña: como si su mundo estuviera igual, pero algo dentro de ella hubiera empezado a cambiar. Ya no se sentía invisible. Y eso le daba miedo.

Al final de la jornada, Aika no quería volver a casa. Se quedó sentada en una banca del parque cercano al instituto. El cielo estaba enrojecido por el atardecer, como si el día se estuviera quemando lentamente.

—¿Quieres compañía? —preguntó Hikaru, apareciendo con una botella de agua en la mano.

Ella asintió, sin decir palabra. Él se sentó a su lado, dejando un pequeño espacio entre ambos.

—Hoy te ves más callada que de costumbre.

—A veces hablar cansa.

—A veces guardar todo cansa más —respondió él, sin juzgarla.

Aika cerró los ojos por un momento. Sintió el viento en el rostro y la sombra de un recuerdo asomándose otra vez: su abuela acariciándole el cabello mientras le leía un cuento inventado, su voz suave, su olor a lavanda. Esa paz. Esa calidez.

—¿Sabes qué es lo más difícil? —dijo Aika de pronto—. Que nadie se da cuenta de lo que cargo. Paso por al lado de personas que me sonríen, que me piden favores, que me dicen “qué suerte tienes de ser fuerte”. Pero nadie sabe. Nadie ve.

Hikaru giró un poco el rostro hacia ella. La miró con una seriedad delicada.

—Yo quiero ver. No solo lo que muestras… también lo que escondes.

Aika sintió que algo en su pecho vibraba. Como si esas palabras hubieran tocado el rincón exacto donde se escondía su dolor más puro.

—No sé si puedo mostrarlo —susurró.

—No tienes que hacerlo todo de golpe. Pero si un día te animas, estaré aquí.

La acompañó de regreso hasta la puerta de su casa. Esta vez no había promesas, ni gestos dramáticos. Solo su presencia, firme y suave.

—Gracias —dijo ella antes de entrar.

—Por nada. Y por todo —respondió él.

Cuando entró, su madre ni siquiera levantó la vista. Aika subió a su cuarto en silencio y se sentó en la cama. Se abrazó las piernas. Miró hacia la nada.

Y entonces, volvió a sentirlo.

Ese calor leve, esa pequeña chispa de seguridad. Como cuando su abuela la cubría con una manta en los inviernos largos. Como cuando le decía: “Aunque el mundo se caiga, yo estoy contigo”.

Y por primera vez en mucho tiempo, Aika creyó que tal vez, solo tal vez… no estaba completamente sola.

1
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play