En un mundo donde la magia y la naturaleza están entrelazadas, Kael, un poderoso lobo beta, es desterrado de su manada por desafiar las reglas impuestas por su Alfa, Darian, un líder tirano que busca explotar a su gente. Mientras deambula por los bosques prohibidos, herido y solo, Kael encuentra a Selene, una bruja exiliada por su propio pueblo, temida por su inmenso poder.
Ambos, marginados y perseguidos, encuentran en el otro una razón para luchar y sobrevivir. A medida que su vínculo crece, una pasión ardiente nace entre ellos, desafiando las leyes de sus mundos. Pero el peligro los acecha: Darian ha hecho un pacto con fuerzas oscuras para mantener su dominio, y el consejo de hechiceros busca eliminar a Selene antes de que su poder se descontrole.
Juntos, Kael y Selene deben enfrentar enemigos implacables, descubrir los secretos de sus propias naturalezas y decidir si su amor es suficiente para desafiar el destino. En un juego de traición, magia y deseo, la batalla por la libertad.
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Capitulo 14
Los días pasaban rápido, y con ellos, el peso de la inminente batalla sobre ellos. La luna llena, colgando alta en el cielo, bañaba el bosque con su luz plateada. El aire frío de la noche parecía susurrar secretos olvidados entre las hojas.
Todo estaba tranquilo, casi demasiado tranquilo, pero la calma era efímera. Los magos y brujas que seguían a Darian ya tenían el plan en marcha. El ataque estaba por desatarse.
La quietud del bosque se rompió con un estruendo, como si los árboles mismos gritaran de horror.
El silbido de las flechas cortó el aire con un sonido agudo y mortal, clavándose en los troncos de los árboles con una fuerza letal. Cada impacto resonó como un golpe en el pecho, vibrando a través de la tierra y el aire. Selene y Kael, inmóviles por un segundo, apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Cuando la siguiente ráfaga de proyectiles encantados iluminó la oscuridad, los destellos azules parecían estrellas fugaces dispuestas a arrasar con todo.
—¡Muévete! —rugió Kael, empujándola hacia un costado justo antes de que un dardo mágico rozara el aire donde ella había estado un segundo antes.
El viento frío que soplaba por el bosque se sintió aún más gélido al ser interrumpido por el impacto de la magia. Selene cayó al suelo con un golpe sordo, sintiendo el frío de la hierba húmeda calar su piel, y su corazón latía desbocado en su pecho, como si intentara escapar de su cuerpo.
Se incorporó rápidamente, pero la escena a su alrededor la dejó sin aliento: las figuras envueltas en capas oscuras se alzaban entre las sombras, como espectros. Sus ojos brillaban con un resplandor antinatural, y sus movimientos eran tan rápidos que parecían no pertenecer a este mundo.
—Soldados del Consejo de Hechiceros… —musitó Selene, el temor encogiéndole el estómago.
Kael desenvainó sus garras con un rugido bajo, su cuerpo tenso como una cuerda a punto de romperse. El aire se cargó de una tensión palpable. Sus ojos azules brillaban con furia, pero también con algo más, algo más peligroso que la ira: la necesidad de proteger.
—No podemos quedarnos aquí —dijo con urgencia, y Selene sintió el peso de sus palabras como una sentencia.
El aire se volvió pesado, denso, como si la misma noche estuviera esperando el primer movimiento. Selene asintió con la cabeza, sintiendo la magia como un río crecido que corría por sus venas. Su cuerpo respondía antes de que pudiera pensar, y levantó una mano. Un viento furioso comenzó a levantarse entre los árboles, las ramas crujieron y las hojas volaron por el aire, creando una barrera de polvo y hojas que los envolvió como una cortina de protección.
—¡Corre! —gritó, su voz entrecortada por la ansiedad.
Kael no necesitó más. Se transformó en lobo con una velocidad impresionante, sus músculos se alargaron y su pelaje oscuro brilló bajo la luz de la luna. Selene, con el corazón latiendo fuerte, se subió a su lomo con agilidad, aferrándose a su pelaje espeso mientras Kael se internaba en el bosque con la velocidad de un cazador en plena persecución.
El viento aullaba a su alrededor, sus cuerpos cortaban la oscuridad con destreza, pero los ecos de los soldados del Consejo los seguían, sus gritos lejanos, pero cercanos. El peligro no había pasado.
El bosque a su alrededor se transformó en un laberinto de sombras y ramas que rasguñaban la piel de Selene, como si la misma naturaleza estuviera tratando de retenerlos. El suelo bajo ellos eran irregular, rocoso en algunos puntos y lodoso en otros, resbaladizo. El aire estaba impregnado con el aroma a tierra mojada y hojas caídas, una fragancia densa que se pegaba a sus pulmones. El sonido de las respiraciones entrecortadas de Selene y Kael se mezclaba con el crujir de las ramas, creando una melodía de caos y desesperación. La humedad de la noche se pegaba a su piel, y el frío se sentía aún más intenso al estar tan al descubierto en la oscuridad.
—Vamos, lobito —exclamó Selene, aferrándose más fuerte a su pelaje. Su voz sonaba casi como un susurro, pero la urgencia en ella era clara.
Kael gruñó, saltando sobre un tronco caído con una agilidad impresionante. La luna iluminaba su cuerpo en movimiento, pero la oscuridad se cerraba rápidamente a su alrededor.
Un destello rojo apareció a su izquierda, tan repentino que Selene no tuvo tiempo de gritar. Una esfera de fuego volaba hacia ellos con la velocidad de un cometa, su resplandor iluminando la noche en una explosión de color.
—¡Kael! —gritó Selene, sus ojos reflejando el terror al ver la esfera acercarse.
Kael reaccionó al instante. Saltó a un costado, su cuerpo ágil como el de un depredador, desviándose justo en el momento en que la esfera de fuego estalló a su lado. Selene casi perdió el equilibrio, cayendo hacia adelante, pero logró aferrarse al lomo de Kael en el último momento. El rugido de la explosión retumbó en sus oídos, y la onda expansiva la hizo sentir como si el aire mismo la hubiera golpeado. El suelo tembló con el impacto, y el resplandor de la magia abrasadora iluminó sus rostros por un segundo, cegándolos casi por completo.
Kael redujo la velocidad de su carrera, sus patas hundiéndose en el suelo cuando la tierra comenzó a temblar, ayudando a Selene a reincorporarse. Sus ojos, normalmente tranquilos, brillaban con furia. La sangre que corría por sus venas parecía hervir bajo la tensión, y la presión de la caza, de la huida, la hacía aún más peligrosa.
—No podemos seguir así. Necesitamos un lugar donde escondernos. —Su voz era baja, cargada de desesperación. No había tiempo para dudar.
Selene miró a su alrededor, desesperada, mientras el sonido de los pasos apresurados de los soldados se acercaba, el eco de sus voces retumbando entre los árboles. El miedo se apoderó de ella, pero fue entonces cuando vio algo que hizo que su corazón se detuviera un segundo. A través de la espesa niebla que comenzaba a ascender del suelo, emergieron las ruinas de lo que una vez debió ser un templo antiguo. Las columnas derruidas se alzaban como gigantes dormidos, y entre ellas se asomaba la entrada a una estructura de piedra, una boca oscura que los llamaba a refugiarse.
—Allí —dijo Selene, su voz temblorosa, pero decidida.
Kael no dudó. Con un último rugido, se dirigió hacia el refugio, atravesando el aire pesado y la densa niebla que parecía querer tragarlos.
