El Corazón De La Villana

​La noche había caído sobre la Capital Imperial. La Princesa Alina y la Emperatriz Aria cenaban solas en el comedor privado de la familia imperial. A pesar del suntuoso ambiente y el servicio impecable, la ausencia del Emperador y los príncipes dejaba un vacío palpable, y la preocupación flotaba como un perfume amargo.

​—El Emperador ha estado encerrado con sus consejeros militares desde la tarde —comentó Aria, dejando a un lado su plato. Intentó sonar relajada, pero sus ojos estaban cansados—. Es evidente que la situación en la frontera exige toda su atención.

​Alina asintió, cortando un trozo de carne.

​—Lo comprendo, Madre. Pero intentemos no dejar que la tensión arruine la cena. Deberíamos centrarnos en algo más agradable. Solo queda un mes para la Gran Celebración de la Fundación del Imperio.

​Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de la Emperatriz.

​—Es cierto. ¡Qué despiste! íbamos a hablar de eso Necesitamos ideas frescas. Este año debe ser memorable. ¿Qué piensas de la decoración del salón principal? Creo que los antiguos estandartes dorados, que no se han usado en un siglo, deberían colgar de nuevo.

​—Sería magnífico, y muy imponente —respondió Alina—. Y en cuanto al entretenimiento, creo que deberíamos innovar. No solo la ópera tradicional. ¿Qué le parecería invitar a los Gryphons de Viento, la compañía de acróbatas élficos que se presentó en el Ducado de Ébano el año pasado? Sus demostraciones de vuelo y magia de ilusión son legendarias. Eso mantendría a todos los nobles y diplomáticos de otros reinos hablando del Imperio por años.

​La Emperatriz se rió.

​—¡Una idea brillante! Espectáculo y orgullo imperial. Y por supuesto, está el Gran Baile. Este año, el Emperador quiere que el vals de apertura se componga con una nueva pieza.

​—Podríamos solicitar al Maestro Elio que componga algo con un toque de la música montañesa, en honor a las raíces de la Casa Mondragón —sugirió Alina—. Sería un gesto hacia nuestros orígenes.

​—Excelente. Me encargaré de contactar al Maestro Elio mañana mismo. nos concentraremos en la celebración en lugar de solo en la posible guerra. A veces, la distracción es la mejor medicina para el espíritu.

​Terminaron la cena hablando de vestidos, flores y la lista de invitados, obligándose a mantener la ligereza de la conversación. No obstante, en el fondo, ambas sabían que, si la disputa con Cristal escalaba a una guerra abierta, la celebración se vería inevitablemente empañada.

​Mientras la calma tensa reinaba en la Capital, a cientos de kilómetros al sur, la frontera estaba envuelta en el caos y el fragor del combate. El Príncipe Sian, con su armadura plateada cubierta de polvo y sangre, lideraba a sus soldados imperiales en la defensa del pueblo. El ataque de los bandidos, tal como Sian había predicho, había comenzado bajo la luz de la luna.

​La disciplina de las fuerzas imperiales era abrumadora. Las barricadas y trincheras cavadas apresuradamente funcionaron perfectamente como embudos, forzando a los atacantes a enfrentarse directamente a la línea de escudos. Sian, con su espada, era una fuerza brutal y eficiente, abatiendo a los atacantes con una precisión mortal.

​Cuando la lucha se detuvo, el silencio que siguió fue más opresivo que el combate. Habían acabado con casi todos los bandidos.

​—¡Marcus! —gritó Sian, con la voz áspera—. ¡Asegura a los que sigan con vida! ¡Quiero a los prisioneros atados, vendados y listos para ser interrogados! ¡Y que se preparen para el viaje a la Capital! Serán nuestra prueba.

​Poco después, Sian se encontró en el centro del almacén, iluminado por una linterna. Varios bandidos, maltrechos y temblando, yacían atados en el suelo. Sian se agachó frente al que parecía el líder, un hombre de rostro curtido por el sol y cicatrices.

​—Te haré una sola pregunta —la voz de Sian era baja, pero cargada de una amenaza palpable—. ¿Quién os ha mandado? ¿Vuestro Rey? ¿O solo un noble avaricioso de Cristal?

​El hombre tragó saliva, sus ojos llenos de terror al ver los ojos rojos de Sian.

​—No... no fue el Rey, Alteza. Nos pagó un hombre. Un emisario de un Marqués de Cristal... Uno muy conocido, con tratos en el bajo mundo.

​—¿Qué órdenes tenian?

​—Nos ordenaron robar, matar y amenazar a los lugareños para que izaran la bandera de la rebelión. Si se negaban, teníamos que acabar con el pueblo entero para que Cristal pudiera tomar el territorio sin resistencia, diciendo que eran tierras sin dueño.

​—¿Y este Marqués actuaba solo?

​—No lo sé con certeza, Alteza. Pero se rumorea que el Rey de Cristal, aunque no ordene los ataques directamente, es muy... avaricioso. Hace poco atacó y absorbió dos reinos pequeños cercanos. Tal vez pensó que podría con vuestro Imperio si atacaba despacio, a través de sus nobles. Quieren más poder, Alteza. Todos ellos.

​Sian se levantó lentamente. La información era crucial. El ataque no era un mero error fronterizo; era una táctica de invasión orquestada por la nobleza, aunque el Rey estuviera convenientemente en la sombra.

​—Capitán Marcus —ordenó Sian—. Lleven a estos hombres a encerrar en la fortaleza más segura. Que sean vigilados día y noche. Son la clave para exponer las artimañas de Cristal.

​—Sí, Alteza.

​Sian se acercó a la mesa donde había consultado los mapas. Sus ojos se fijaron en la línea que separaba el Imperio del Reino de Cristal.

​—Ya no esperaré una respuesta de la Capital. Yo mismo iré al Reino de Cristal. Si el Rey no me da una solución inmediata, si no castiga a ese Marqués y a todos los implicados, acabaré con él allí mismo.

​Marcus miró a su Príncipe con admiración y una pizca de alarma.

​—¿Entrará en su territorio, Alteza?

​—Sí. Después de todo, solo es un rey humano. Y aunque su ejército tenga a bestias poderosas en sus filas, no podrán con la fuerza combinada del Imperio Mondragón. Nosotros tenemos a las hadas, a los elfos, a poderosos magos humanos y a las bestias cambiantes como los leopardos, lobos y panteras. La fuerza de nuestro Imperio es la diversidad. Que se preparen la mitad de la legion ira conmigo . para que me acompañe u tu te quedaras acargo de los prisioneros junto ala otra mitad de los guardias

— pero Alteza no puede entrad a un territorio enemigo solo y con pocos escoltas

— Marcus no te preocupes sabes que soy fuerte además necesito que tu me sigas pero por detrás barios kilómetros lejos de mi para cuando hable con el Rey, encaso de fracaza atacar inmediatamente ala capital

— si alteza— asiendo una reverencia

​De vuelta en la Capital, las preocupaciones militares se habían retirado a las sombras de la noche. Alina estaba en sus aposentos, lista para dormir. Se había puesto su camisón de seda y se sentó frente al espejo, cepillándose el cabello, pero su mente no lograba tranquilizarse.

​Guerra con Cristal. La frase resonaba en su cabeza.

​Recordó su vida anterior, la de su reencarnación y regresión a este mundo. En ese pasado que había leído, en el libro que encontró en el mundo moderno —una novela de fantasía que detallaba los eventos del Imperio Mondragón—, no recordaba ninguna disputa significativa con el Reino de Cristal que hubiera escalado a este nivel.

​"El libro hablaba de las tensiones con los demas Imperio, se hablaba unpoco de la Gran Guerra del reino Élfico contra el imperio fénix o de la tragedia que acbo con mondragon al final pero nada de una guerra inminente con Cristal."

​El hecho de que esta disputa estuviera ocurriendo ahora mismo, sumado a los cambios que ya había notado, la hizo reflexionar.

​"Mi reencarnación y regreso al pasado... ¿cambiaron la historia? ¿O quizás el libro que leí solo era una versión incompleta de los hechos?"

​Luego, su mente se centró en los cambios positivos que había forzado. Su madre le había contado que su segundo hermano, el Príncipe Ray, había sido enviado al Ducado del Sur. Y su tío, el Duque Daniel, al Ducado del este. Eran exactamente los movimientos que ella había advertido en su carta anónima al Emperador.

​"Papá me creyó.

​El Emperador había tomado en serio las acusaciones que ella, anónimamente, había presentado contra el Duque Petrob por robo, asesinato, secuestro y venta de esclavos en el Imperio. Al enviar a su tío y a su hermano a esos ducados

estratégicos, el Emperador no solo estaba ocupando de la posible guerra sino que estaba iniciando una investigación silenciosa sobre el corrupto Duque Petrob.

​Alina se deslizó bajo las sábanas, sintiendo el peso de la corona y las complejidades de su nueva vida. Un conflicto militar con Cristal en el sur y una purga interna contra la corrupción noble en el este. La historia estaba, sin duda, cambiando, y ella era la catalizadora de ese cambio. Con ese último pensamiento, la princesa Alina se quedó dormida.