La Loba Y El Dragón

Llegue a casa y antes de ingresar suspire con fuerza, nana estaba adentro y seguramente iba a preguntarme qué había pasado y sé que no puedo mentirle.

¿Pero qué te paso?- su cara horrorizada y sus ojos viajando por todo mi cuerpo me hicieron sentir incómoda, hasta que recordé que la manga de mi camisa estaba de color rojo por la sangre de la herida.

Tranquila nana, prepararé te y te cuento todo- le dije mientras iba a la cocina con los hombros caídos, no me gustaba preocuparla.

Vete a bañar y tira esa camisa, yo haré el té y te espero con galletas- dijo pasando a mi lado y parándose con su seño fruncido delante de mí.

Nana, estoy bien- le dije mirándola con una sonrisa que no llegaba a mis ojos.

Ve- sentenció y dio media vuelta para ir a la cocina.

Suspire y me fui a duchar, pobre nana, encima que había tenido que regresar a este maldito país, lo había tenido que hacer con nosotras.

Baje luego de 20 minutos, tenía fragmentos pequeños de maderas en mi pelo, pero al menos ahora si estaba bien limpia. Cambié mi vendaje y vi que la herida si bien no era muy profunda, tardaría un poco en cerrarse.

Nana- dije cuando ingrese en el comedor, ella estaba parada cerca de la ventana con la mirada perdida hacia el paisaje. Me acerqué con cuidado y la abracé, sentí como pequeñas gotas caían en mis manos, ella lloraba.

Mi pequeña niña, verte así me dio tanto miedo, por favor dime que nada malo ha ocurrido. Perdí demasiado en Rusia como para perderlas a ustedes- sollozaba y sus manos acariciaban dulcemente las mías, pero aún no me miraba.

Tranquila nana, a pesar de haberme quedado sin trabajo todo está perfectamente bien- intenté hacerle una broma, pero sé que no llego a sentirla tan así.

¿qué paso?- me pregunto mientras giraba a verme.

Tomemos ese té, me lo merezco, nana- le dije llevándola de la mano hasta la silla.

Le conté todo lo ocurrido, sus miradas eran de enojo, frustración y hasta miedo. Las muevas de su rostro e inclusive las veces que había tenido que seguir hablando aun cuando ella quería meter bocado, tenía que escuchar todo para después dar la opinión que quisiera.

Tome todo el aire que había perdido cuando comencé a hablar, mire con mucha atención los ojos de mi fiel Nana, espere a que ella hablara, pero cada segundo y minuto que pasaban los nervios se apoderaban de mí.

Nana dime algo por favor- le dije tomando sus manos nuevamente.

¿Los Yakuza? Por dios hija mía es la familia Lee. ¿Cómo era el hombre? Dime Natacha ¿cómo era su apariencia?- su desesperación hacía ruido en mi interior.

Nana, era un joven creo que de la misma edad que Yoriko y Rumi, llevaba un traje de color gris oscuro ¿qué ocurre?- le pregunte mirándola de forma inquisidora.

Hace años me fui de Japón, mi esposo era mano derecha del Señor Lee, pero le tendieron una trampa y lo ejecutaron por supuestamente robarle plata. Él se encargó de sacarme a mí y a mi hijo de aquí, pero la persona que debía ayudarme nunca llegó con mi hijo. Se lo quedaron ellos, los Yakuza. Jamás lo volví a ver y tengo entendido que hoy mi querido Shaoran es la mano derecha del joven Lee- lloraba a mares y me daba tanta pena.

¿Por esas casualidades es un poco más grande que Yoriko y físicamente igual?- pregunte con detenimiento.

Ya lo viste ¿verdad?- me pregunto mientras se limpiaba con una servilleta los ojos y la nariz.

sí, digamos que fue el que vino a hablar conmigo- dije mientras tomaba un sorbo de té.

Si él descubre que estoy aquí, sabrá de inmediato quienes son ustedes, por eso no salgo de esta casa. Natacha tienes que tener cuidado por favor- me suplicaba.

Tranquila Nana, verás que seguiremos siendo invisibles al mundo- me levante a abrazarla. Mi hermosa Nana era mucho más que una simple empleada, durante años ella había sido parte de la familia y lo que hizo por nosotras era su muestra de amor más fiel.

Nos quedamos un rato en silencio, el reloj marco las 15.30 de la tarde y tenía que salir en mi bicicleta a buscar a mi hermana. Espero que su primer día de clases haya sido mejor que mi último día de trabajo. Mierda ¿qué iba a hacer ahora? Éramos dos los que solventamos los gastos de la casa y ahora todo caía sobre Yoriko, aunque quizás podía hacer viandas de comida para vender. Bueno ya vería que manera saldríamos adelante, si bien esta casa era de Rumi y no pagábamos alquiler, no podía dejar que todo cayera en mi hermano del corazón.

Vendré en un rato con Niz, la llevaré a ver una tienda de carteras qué encontré de camino aquí- le dije dándole un suave beso en la mejilla.

Agarre mi bicicleta y me fui tranquila pedaleando, tenía tiempo de sobra y el colegio estaba relativamente cerca, así que no llegaría sobre la hora. Aproveche que iba tranquila y vi varios locales a los que vendría con mi pequeña, por suerte la semana pasada había comprado una cadena para atar la bicicleta en algún poste, si bien, en la zona no había muchos robos, nunca fui muy confiada. Ah en estos momentos extraño la moto, siempre me pregunté que podría haber sido de ella y muy en mis adentros, creo y siento que Diego se la quedó, ya que, siempre tuvo envidia de que padre me la regalara.

Llegue a la entrada del colegio, estaba rodeada de muchos padres, me sentía sapo de otro pozo, se ve que los hermanos mayores no vienen a buscar a los más chicos. Seguro que todos estos piensan que fui madre joven, puff creo que todavía no me siento preparada ni siquiera para estar con un hombre. Siento desde hace rato que alguien me observa, pero lo cierto es que muchos lo están haciendo ¿tendrá algo que ver mi ropa? Sabía que los vaqueros me quedaban muy apretados y marcaban mi cintura y mi trasero, pero tampoco es para que muchos de estos padres babosos me coman con la mirada.

¿Nat?- mi hermana me llama desde los primeros escalones.

Vamos Niz, pasearemos un rato, tiempo de calidad- le digo estirando mi mano a ella que no duda en tomar.

Será un buen tiempo de hermanas, quiero al menos poder hacerla feliz, aun cuando sé que unos regalos no van a borrar su tristeza.