Qiang fue secuestrado por chén debido a una obsesión reprimida que sintió por el, aunque internamente su cuerpo le grita que huya, pero existe una valiosa razón para creer que vale la pena continuar en las llamas
NovelToon tiene autorización de Erika Julieth para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
banquete
Cuando se cansó de insultarlo, se marchó del lugar sin importarle lo roto que lo había dejado. Feiyu sollozaba con el corazón partido. Cuando su "madre" salió de la habitación, él hizo lo mismo y corrió hacia el jardín sin darse cuenta de que se había adentrado en la zona en la que tenía prohibido ingresar.
Qiang, por su parte, escuchó los gemidos de alguien que se notaba había llorado mucho. Se acercó con cuidado y su corazón se rompió. Era su pequeño hijo, aferrado aún al collar sencillo que sostenía con fuerza.
Feiyu no lo sabía, pero este fue el único obsequio que Chen dejó que le entregara. Además, era lo único que tenía de valor, pues era de su madre y él lo había heredado.
Qiang dudó si acercarse, pero no pudo evitarlo. Era su bebé y estaba inconsolable. No podía dejarlo así.
Qiang: Hola, señorito.
Feiyu se sorprendió.
Feiyu: Hola, señor.
Qiang: ¿Estás bien?
Feiyu: Sí (solloza).
Qiang: No importa lo duro que sea, a veces la vida es algo difícil. Pero no olvides que no importa que tan duro sea, debes ser fuerte. No importa las veces que caigas, debes levantarte.
Feiyu no escuchó muy bien sus palabras, solo miraba al delgado hombre que estaba frente a él, que aún intentaba ocultar sus heridas, aunque aún se podían ver claramente.
Por su mente pasó: "Este está tratando de consolarme, pero es evidente que su vida es peor". Una extraña sensación lo invadió y, por impulso, se lanzó a los brazos del extraño, que no dudo en abrazarlo. Ese abrazo fue tan cálido, confiable y fuerte lo sintió tanto que, por un instante, supo que estaba en un lugar seguro.
Qiang: Eres un niño muy lindo. ¿Por qué alguien tan lindo llora así?
Feiyu: No soy lindo. Mírame bien. Soy delgado, pálido y mis ojos son grandes.
Qiang: No es así. Eres delgado como el tallo de una flor. Tu piel es linda y limpia, sin ninguna mancha. Y en tus ojos puedo ver el universo. ¿Qué otra persona en el mundo tiene esas cualidades?
Feiyu, por alguna razón, se había acurrucado en los brazos del extraño, donde se sentía muy cómodo y tranquilo.
Qiang notó que Feiyu tenía un pañuelo tapando una herida.
Qiang: ¿Lo hiciste tú?
Por un momento, volvió a la realidad y lo ocultó.
Qiang: ¿Por qué lo escondes?
Feiyu: Porque está feo. Mordió su labio inferior en señal de vergüenza. Lamento que hayas tenido que ver eso.
Qiang: Pienso que es hermoso, único y exclusivo. ¿Me dejas quedármelo?
Feiyu: ¿De verdad lo quieres?
Qiang: Por supuesto. Nada me haría más feliz.
Feiyu, con algo de pena, le entrega el pañuelo. Qiang lo tomó con cuidado y lo guardó. Luego, le acarició las pequeñas manos llenas de pinchazos producidos por las agujas.
¿Te duelen?
Feiyu: No mucho ¿Vives allí?
Qiang: Sí.
Feiyu: ¿Puedo ir?
Qiang: Por supuesto que sí.
Ambos, agarrados de las manos, entran a la casa. Feiyu se fascina con todo, pues aunque no es lujosa como su mansión, esta tiene la dicha de hacerlo sentir en casa. Estaba feliz mirando todo, hasta que se detuvo enfrente de un bordado divino que tenía la imagen de un pequeño bebé.
Feiyu, emocionado, le pregunta si él lo hizo.
Qiang: Sí.
Feiyu: Es hermoso. ¿Me enseñas, por favor?
Los ojos de Qiang se iluminaron.
Qiang: Claro que sí. Puedes venir cuando quieras.
Esto era obvio que estaba en contra del trato que había hecho con Chén, pero como culparlo, es su hijo, no podía negarse y menos si se lo pedía con esos ojos llenos de luz.
Feiyu, luego de unos minutos, se despidió y se marchó, dejando a Qiang algo triste pero feliz de haber pasado tiempo con él.
Para sorpresa de todos, los tres príncipes realizaron una ceremonia, cosa que siempre es hecha por las reinas o princesas. Jamás se vio que un príncipe hiciera eso. Toda la alta sociedad fue invitada. Llegó el día de la ceremonia, los nobles llegaron con sus mejores prendas y joyas. Naturalmente, los tres hijos de Hui Ying debían estar presentes, pues eran técnicamente sus prometidos, aunque todavía no se habían decidido por cuál sería.
Feiyu aún sentía miedo de presentarse en lugares con tanta gente, pero Hui Ying lo obligó a ir. Esto era para torturarlo más, pues sabía que sería expuesto a las burlas del lugar. Y así fue. Una vez entró al salón, fue el centro de atención, pero no por buenas razones. Pues aunque estaba impecable, era la burla de todos allí, incluidos sus hermanos, que decían, cual apenados, que estaban de compartir su sangre real con alguien tan patético.
Feiyu se hizo en una esquina, aguantando las ganas de llorar, pero el acoso fue tanto que no lo resistió y se echó a llorar como un niño pequeño, sentado en el piso, cubriendo su cabeza con las manos, mientras metía su rostro entre sus piernas.
Todos rieron al verlo en esa situación. Nadie sentía compasión por él; más bien, todos se reían de su pesar.
Harold: Me gustaría saber qué es lo suficientemente chistoso para que los tengan así de entretenidos y les haga olvidar su decoro.
Hubo un silencio incómodo. Miraron hacia la escalera principal y venían bajando los tres príncipes con cara de pocos amigos. Más bien era evidente que los odiaba a todos. Se pararon enfrente de Feiyu, quien aún se encontraba en esa posición en el piso.
Yixin se inclinó ante él.
Yixin: Aunque llorando, te ves igual de lindo. No deberías hacerlo por estas razones.
Feiyu levantó la mirada y miró a Yixin, portando orgullosamente el pañuelo que él le regaló.
Hussen tomó su abrigo y se lo puso a Feiyu en los hombros, mientras le susurraba: "Si quieres que pasen a mejor vida, solo dime, dame una señal, aunque sea pequeña".
Harold se agachó y tomó a Feiyu en sus brazos, llevándolo a la mesa principal y sentándolo en medio, en el lugar más privilegiado. Los tres llevaban los pañuelos puestos, mostrándolos orgullosos, como si se tratara de la joya más fina. Esto es de más decir que era lo único que llevaban para decorar sus trajes. Había todo tipo de reporteros, paparazzi y personas que difundían noticias rápidamente.