En un reino donde el poder se negocia con alianzas matrimoniales, Lady Arabella Sinclair es forzada a casarse con el enigmático Duque de Blackthorn, un hombre envuelto en secretos y sombras. Mientras lucha por escapar de un destino impuesto, Arabella descubre que la verdadera traición se oculta en la corte, donde la reina Catherine mueve los hilos con astucia mortal. En un juego de deseo y conspiración, el amor y la lealtad se convertirán en armas. ¿Podrá Arabella forjar su propio destino o será consumida por los peligrosos juegos de la corona?
NovelToon tiene autorización de noirstoryteller para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 14: El Arte del Engaño
De regreso en el castillo, Arabella y Alexander entraron en las habitaciones de ella, cerrando la puerta con firmeza. La adrenalina de la persecución en el bosque aún corría por sus venas, pero no había tiempo para descansar. El peligro era más real que nunca, y las piezas del tablero se movían a un ritmo frenético. Cada decisión que tomaran ahora podía significar la diferencia entre sobrevivir o ser aplastados por el peso de la traición.
Arabella desplegó el pergamino que habían recibido en la torre y volvió a examinar los nombres y fechas anotados. La reunión en el bosque había confirmado algunos de los detalles, pero no les proporcionaba suficiente evidencia concreta para desenmascarar a Lady Catherine y sus cómplices ante la reina. Necesitaban algo más.
—Debemos adelantarnos a sus movimientos —dijo Alexander, rompiendo el silencio—. No podemos esperar a que ellos actúen. Si lo hacemos, siempre estaremos un paso por detrás.
—Tienes razón —asintió Arabella—. Pero si damos un paso en falso, seremos nosotros los acusados de traición. Lady Catherine ya ha intentado ponernos bajo la sospecha de la reina. Si no conseguimos algo irrefutable, estaremos acabados.
Un destello de idea cruzó la mente de Alexander. —Y si provocamos a Lady Catherine para que cometa un error? —sugirió—. Si logramos que ella misma revele su participación en la conspiración, podremos capturarla en el acto.
Arabella alzó una ceja, intrigada. —¿Y cómo propones hacerlo? Lady Catherine no es una mujer que pierda la calma con facilidad. Es astuta y siempre ha sabido proteger sus secretos.
Alexander se acercó al pergamino extendido sobre la mesa. —Con un señuelo. Un cebo lo suficientemente tentador como para que ella no pueda resistir la oportunidad de atraparlo.
El plan que idearon era arriesgado, pero sus opciones eran pocas. Arabella sería el cebo, fingiendo estar dispuesta a traicionar a la reina. Se haría pasar por una joven noble desesperada por asegurar su posición y su futuro, insinuando que estaría dispuesta a unirse a la causa de Lady Catherine si se le ofrecía la protección adecuada. Era una apuesta peligrosa, pero sabían que, en una corte llena de mentiras y dobles intenciones, una joven en apariencia vulnerable podría despertar la codicia y el deseo de manipulación en aquellos que se creían superiores.
Esa misma tarde, Arabella organizó un encuentro “casual” con uno de los más cercanos aliados de Lady Catherine, Lord Pembroke, un hombre conocido por sus ansias de poder y su disposición a conspirar para ganar influencia. Durante una recepción en el jardín del castillo, ella se acercó a él con una sonrisa encantadora y una expresión calculadamente preocupada.
—Lord Pembroke, ¿podría hablar con usted en privado? —dijo Arabella, bajando la voz como si compartiera un secreto.
El noble asintió, con una mirada de curiosidad y sospecha. —Por supuesto, mi lady. Cualquier cosa que necesitéis.
Se retiraron a un rincón del jardín donde los altos setos les daban privacidad. Arabella dejó que su voz temblara ligeramente al hablar, como si estuviera luchando con una decisión difícil.
—He escuchado rumores sobre ciertos… cambios que se están preparando en la corte —empezó, mirando a su alrededor como si temiera ser escuchada—. Y me temo que si no tomo una decisión pronto, me encontraré en una posición muy precaria. No soy tan ingenua como para no ver lo que se avecina.
Lord Pembroke la miró con renovado interés. —¿Y qué clase de decisión crees que deberías tomar, Lady Arabella? —preguntó, sus ojos brillando con un destello oportunista.
Arabella hizo una pausa calculada antes de responder. —He oído que Lady Catherine tiene… ciertos planes. Y que aquellos que la apoyan tendrán un lugar seguro cuando el cambio llegue. —Sus ojos se encontraron con los de Lord Pembroke, quienes la observaban con atención—. Quiero asegurarme de estar del lado correcto cuando todo suceda.
El silencio se alargó un momento, pero Arabella pudo ver la chispa de interés en la mirada de Pembroke. Sabía que, con esta insinuación, había sembrado la semilla de la duda.
—Hablaré con Lady Catherine —dijo él finalmente—. Si tus intenciones son genuinas, puede que ella esté dispuesta a escucharte. Pero te advierto, Lady Arabella, cualquier traición a su confianza tendrá consecuencias graves.
Arabella asintió, ocultando su alivio. —Solo deseo asegurar mi futuro —dijo, haciendo una reverencia antes de retirarse—. Espero su respuesta.
Aquella noche, Lady Catherine envió un mensaje a Arabella, solicitando un encuentro en la biblioteca del ala sur del castillo, un lugar aislado y poco frecuentado a esas horas. Era la oportunidad que Arabella y Alexander habían estado esperando.
Arabella llegó a la biblioteca vestida con un sencillo vestido azul, su semblante tranquilo, aunque su corazón latía con fuerza. Encontró a Lady Catherine esperándola junto a una de las grandes ventanas, su silueta elegante recortada contra la tenue luz de la luna. La dama mayor se volvió hacia Arabella con una sonrisa fría, sus ojos oscuros evaluándola detenidamente.
—Así que, finalmente, decides venir a verme —dijo Lady Catherine—. Dime, ¿qué es lo que realmente buscas, niña?
Arabella dio un paso adelante, recordando su papel. —Busco seguridad, mi señora. Si los rumores son ciertos, quiero estar del lado que prevalecerá. No soy tan tonta como para no reconocer que la reina tiene enemigos poderosos… y que vos sois la más influyente de todos.
Lady Catherine dejó escapar una risa suave. —Astuta, pero ingenua —murmuró—. ¿Y por qué debería confiar en ti, una joven noble que hasta hace poco era leal a la reina?
—Porque no tengo nada que perder —dijo Arabella, dejando que su voz sonara casi desesperada—. Estoy dispuesta a demostrar mi lealtad a vos, si me dais una oportunidad.
Lady Catherine la miró con una mezcla de curiosidad y desdén. —Entonces, demuéstramelo —dijo, acercándose a Arabella—. Hay un documento que contiene información crucial sobre los movimientos de los aliados de la reina. Se encuentra en los aposentos privados del canciller. Tráemelo, y consideraré tu propuesta.
Arabella asintió, pero en su interior se encendió la alarma. Lady Catherine estaba probándola, buscando asegurarse de sus intenciones. Esto no había sido parte del plan, y el riesgo de entrar en los aposentos del canciller era enorme. Sin embargo, sabía que debía aceptar para no despertar sospechas.
—Lo haré —dijo con firmeza—. No os decepcionaré.
Esa noche, cuando Arabella y Alexander se encontraron en secreto, ella le explicó la nueva petición de Lady Catherine. El desafío ahora era mayor de lo que habían anticipado.
—Es arriesgado —dijo Alexander—, pero si conseguimos ese documento, podremos usarlo para exponerla. Lady Catherine no espera que regreses con él, probablemente asuma que fracasarás y será una prueba de tu lealtad. Si lo logramos, podremos tenderle una trampa definitiva.
Arabella asintió, consciente de lo que estaba en juego. Entrar en los aposentos del canciller significaba cruzar una línea peligrosa, pero no había vuelta atrás. Si deseaban vencer a Lady Catherine en su propio juego, tendrían que arriesgarlo todo.