El centenario del Torneo de las Cuatro Tierras ha llegado antes de lo esperado. Para conmemorar los cien años desde la creación del brutal torneo, los Padres de la Patria han decidido adelantar el evento, ignorando las reglas tradicionales y usando esta ocasión para demostrar su poder y someter aún más a las Nueve Ciudades.
Nolan, el mejor amigo de Nora, ha sido elegido para representar a Altum, enfrentando los peligros de las traicioneras tierras artificiales: hielo, desierto, sabana y bosque. Nora, consciente del destino que le espera a Nolan, no está dispuesta a permitir que se repita la misma tragedia. Junto a la rebelión, buscará acabar con los Padres de la Patria y poner fin a la dictadura de las Cuatro Tierras.
El reloj avanza, el torneo está a punto de comenzar, y esta vez, el objetivo de Nora no es solo salvar a Nolan, sino destruir de una vez por todas el yugo que ha esclavizado a las nueve cuidades
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Una baja importante
Eli se encontraba en la base rebelde en Vire, sus ojos fijos en la pantalla que transmitía el arresto de su hermana Nora. La única cadena de televisión, controlada por los Padres de la Patria, mostraba en vivo cómo la "Esperanza de la Rebelión" era escoltada, esposada y humillada frente a la multitud. A su alrededor, un silencio pesado se extendía entre los rebeldes, quienes miraban con rostros de horror y desesperanza. Eli, sin embargo, no podía quedarse quieto. La angustia hervía en su interior, pero también lo impulsaba una determinación inquebrantable.
-¡Maldita sea! ¡No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras se llevan a mi hermana! -exclamó Eli, su voz quebrada por la mezcla de furia y desesperación-. Marcos, voy a ir a la ciudad principal. No pienso permitir que se la lleven sin pelear.
La pantalla frente a él se encendió y la imagen de Marcos apareció, aunque apenas visible a causa del grano y las interferencias. Tenía los ojos enrojecidos y cansados, frotándolos con los dedos en un gesto de impotencia.
-Haz lo que quieras, Eli, pero la rebelión ya está perdida -respondió Marcos con voz amarga, sus palabras eran más un susurro de derrota que un argumento.
-¡No hemos perdido nada todavía!-insistió Eli, golpeando la mesa frente a él-. Solo necesitamos recuperar a Nora. ¡Ella es el símbolo de nuestra lucha, la única chispa que queda para encender el fuego!
Marcos suspiró con pesadez, y su rostro se hundió en sus manos. La realidad era demasiado abrumadora; habían subestimado la capacidad de los Padres de la Patria para infiltrarse en sus filas. Ahora que tenían a Nora, la vigilancia en la ciudad principal sería inquebrantable, un muro impenetrable rodeando la prisión que ella ahora llamaría hogar. Marcos levantó la mirada, pero antes de que pudiera responder, Lara apareció a su lado, interrumpiendo la conversación.
-Hay una forma-dijo Lara, su tono sereno pero cargado de urgencia-. Sin embargo, no es segura.
Eli giró hacia ella, sus ojos ardiendo con una mezcla de esperanza y desafío.
-No me importa lo peligrosa que sea. Haré lo que sea necesario. No voy a dejarla en manos de esos bastardos.
Lara se acercó al monitor, y su expresión reflejaba la seriedad de la situación.
-Tengo unas credenciales falsificadas que conseguí hace unos meses-explicó, sacando una pequeña tarjeta electrónica de su bolsillo-. Servían para infiltrarme en la ciudad, y podrían ser suficientes para engañar los sistemas de seguridad y pasar desapercibidos... siempre y cuando funcione el ojo artificial.
Eli frunció el ceño, sin entender del todo.
-¿Ojo artificial?
-Sí, es un dispositivo que proyecta una imagen retinal falsa para las cámaras de seguridad-dijo Lara, su tono bajando hasta convertirse en un susurro-. El problema es que solo funciona en el ochenta por ciento de los casos. Si falla, nos detectarán de inmediato.
-Lo intentaré de todos modos-respondió Eli con firmeza-. Prepárate, estaré ahí en unas horas.
Apenas Eli terminó la frase, el estruendo de los helicópteros resonó en el cielo. Era un sonido inconfundible: los Padres de la Patria habían descubierto la ubicación de la base. Las aspas giraban con fuerza sobre sus cabezas, agitando el polvo y las hojas secas del terreno. Desde las puertas abiertas de los helicópteros, descendían soldados armados, uno tras otro, con la precisión de una maquinaria bélica bien engrasada.
-¡Rápido, corran!-gritó Eli mientras se apresuraba a recoger un fusil cercano y se cubría detrás de una pila de cajas.
Los rebeldes intentaban reagruparse, algunos disparando hacia los soldados que ya pisaban el suelo, mientras otros huían hacia la espesa vegetación que rodeaba la base. Eli recargaba su arma frenéticamente cuando una figura conocida apareció frente a él. Un hombre alto y corpulento, con una cicatriz que le atravesaba el ojo derecho, sonreía con una mueca de burla.
-Hola, Eli. Qué gusto verte de nuevo. Mi cicatriz también tenía ganas de conocerte mejor-dijo Gale Steel uno de los Padres de la patria más temido
Eli sintió una oleada de rabia que recorrió su cuerpo.
-Sabía que fue un error dejarte vivo aquel día- respondió Eli con desprecio.
Gale sonrió, una sonrisa torcida que no alcanzaba sus ojos.
-Vamos, amigo. No te haré daño... todavía-replicó con una calma inquietante.
-No podrías aunque lo intentaras-respondió Eli, apretando los dientes.
La sonrisa de Gale se desvaneció, y en un movimiento rápido y brutal, golpeó a Eli en las costillas con el codo. El dolor le cortó la respiración, pero Eli solo mostró una mueca desafiante mientras caía de rodillas. Antes de que pudiera recuperarse, sintió las esposas apretarse alrededor de sus muñecas. Gale lo levantó y lo empujó hacia la multitud de soldados que los rodeaban, mientras la única cadena de televisión comenzaba a transmitir en vivo la captura.
-¡Levántense y miren!-gritaba Gale mientras empujaba a Eli frente a las cámaras-. ¡Este es uno de los líderes de la rebelión! ¡Este hombre, junto a Nora Maxfien, la "Esperanza de la Rebelión", será encarcelado por desafiar las reglas de los Padres!
En la base de la montaña, Marcos observaba con los ojos llenos de ira y frustración. Agarró una silla cercana y la arrojó contra la pared, destrozándola en mil pedazos.
-¡Carajo! ¡Nos han vencido--gritó, golpeando el aire con sus puños cerrados-. Nos confiamos... y hemos perdido
-No, no podemos darnos por vencidos-intervino Thomas, su voz trémula pero determinada.
Lara miraba la pantalla, la mandíbula apretada, mientras los ojos de Eli en la transmisión parecían transmitir una especie de esperanza, una promesa silenciosa a todos los que observaban.
-No me quedaré aquí de brazos cruzados-dijo Lara de repente, dando un paso al frente-. Tomaré uno de los helicópteros y volaré a la ciudad principal. Voy a salvar a Nora, cueste lo que cueste.
-No hay nada que podamos hacer-respondió Marcos con voz áspera-. Lo único que queda es esperar y ver si el destino nos sonríe.
Lara se giró y le lanzó una mirada furiosa.
-Entonces quédate tú y mira cómo nuestro esfuerzo se desmorona. Yo no puedo. Iré por Nora. Ella es la esperanza de todos nosotros.
Mientras tanto, en la ciudad principal, una multitud se agolpaba en las calles, mirando cómo el helicóptero que transportaba a Eli aterrizaba en la plaza central. Había cientos, quizás miles de personas, algunas ondeando banderas con el símbolo de la rebelión, otras simplemente observando con el miedo reflejado en sus rostros. La tensión era palpable, y estallaba en gritos y discusiones entre los oficiales y los civiles.
Gale Steel se adelantó, alzando la voz para dirigirse a la multitud.
-¡Gente de la ciudad central y de las nueve ciudades!- gritó con voz autoritaria-. ¡Miren a este hombre! ¡Uno de los líderes de la rebelión, capturado junto a Nora Maxfien! ¡Ellos son la prueba de lo que les sucede a quienes desafían la autoridad de los Padres!
Eli sonrió ante las cámaras, una sonrisa desafiante y llena de propósito. Sabía que aunque él y Nora estuvieran en las garras del enemigo, su lucha no había terminado. Los gritos de la multitud se hicieron más fuertes, algunos demandando su liberación, otros maldiciendo a los Padres. La llama de la rebelión todavía ardía en los corazones de los oprimidos.