— ¡Suéltame, me lastimas! —gritó Zaira mientras Marck la arrastraba hacia la casa que alguna vez fue de su familia.
— ¡Ibas a foll*rtelo! —rugió con rabia descontrolada, su voz temblando de celos—. ¡Estabas a punto de acostarte con ese imbécil cuando eres mi esposa! — Su agarre en el brazo de Zaira se hizo más fuerte.
— ¿Por qué no me dejas en paz? —gritó, sus palabras cargadas de rabia y dolor—. ¡Quiero el divorcio! Ya te vengaste de mi padre por todo el daño que le hizo a tu familia. Te quedaste con todos sus bienes, lo conseguiste todo... ¡Ahora déjame en paz! No entiendes que te odio por todo lo que nos hiciste. ¡Te detesto! —Las lágrimas brotaban de sus ojos mientras su pecho se llenaba de impotencia.
Las palabras de Zaira hirieron a Marck. Su miedo más profundo se hacía realidad: ella quería dejarlo, y eso lo aterraba. Con manos temblorosas, la atrajo bruscamente y la besó con desesperación.
— Aunque me odies —murmuró, con una voz rota y peligrosa—, siempre serás mía.
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Capitulo 11: Estoy decidida a irme 1
MARCK
El nombre seguía retumbando en mi mente, Zaira Ocampo, la hija del hombre que destrozó mi vida. Mientras miraba su fotografía, sentía un nudo en el estómago, pero no podía permitirme mostrar debilidad. Fabricio me observaba con una mezcla de curiosidad y cautela, sabía lo que esto representaba para mí.
—Qué mala suerte tienes —dijo con un tono irónico, intentando aliviar la tensión—. Cuando por fin encuentras a una mujer que no sea para foll*rtela, resulta ser la hija de tu peor enemigo. ¿Qué piensas hacer?
Mis manos apretaron levemente los bordes de la foto, pero mantuve mi compostura.
—Nada. —respondí, frío y distante, sin levantar la vista—. ¿De verdad crees que una mujer va a destruir mis planes? te equivocas. En los próximos días, iré a su universidad para empezar mi plan.
Fabricio me conocía lo suficiente para saber que este golpe me había afectado más de lo que estaba dejando ver. Sabía que algo en mí se había removido al enterarme de que la mujer que estaba buscando, resultara ser hija de mi enemigo. Lo que le preocupaba, aunque no lo dijera en voz alta, era que ese pequeño sentimiento, esa chispa de interés que había tenido por ella, pudiera crecer más de lo que yo esperaba, pero se que eso no ocurrirá.
—Marck... —dijo, su voz más suave, pero con un tono de advertencia—. Ten cuidado. Si te acercas a ella solo por venganza, asegúrate de que ese sea tu único propósito. Conozco la mirada que tienes ahora mismo... y no es solo odio lo que veo.
Lo miré, manteniendo mi máscara de frialdad, pero algo en sus palabras me incomodó. Lo sabía, había algo en Zaira que me había atraído desde el principio, pero me negaba a admitirlo. Este no era el momento para dudar.
—No te preocupes por mí, Fabricio. —respondí, seco—. Sé muy bien lo que estoy haciendo. Fabián Ocampo me arrebató todo lo que alguna vez fue de mi madre. Zaira es solo una pieza más en este tablero. Nada más.
Fabricio asintió lentamente, pero pude notar la preocupación en sus ojos. Sabía que para él, esta situación se estaba volviendo más peligrosa de lo que aparentaba. Y quizás, en el fondo, también lo sabía yo. Pero no me podía permitir pensar en eso ahora.
Había un plan en marcha, y nada ni nadie, ni siquiera Zaira, me lo iba a impedir.
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MARCK
Han pasado algunos meses desde la inauguración de la nueva sucursal de Textil Bonelli en Florencia, los resultados han sido sorprendentes. Habíamos logrado posicionar la marca como una de las más exclusivas de Italia. Las ventas se disparaban, y la línea de ropa que lanzamos estaba comenzando a establecerse como una marca de lujo asequible. Con cada colección, la reputación de Textil Bonelli crecía, especialmente en las ciudades más importantes como Roma, Milán y, por supuesto, Florencia.
Las colaboraciones con diseñadores locales y la campaña de marketing cuidadosamente planificada nos posicionaban como una alternativa fresca, moderna y lujosa en un mercado saturado de las grandes casas de moda italianas. Lo más interesante era que los jóvenes se sentían especialmente atraídos por nuestra propuesta. Habíamos logrado captar una audiencia que buscaba algo diferente, un equilibrio entre calidad, diseño y precio.
A medida que la sucursal prosperaba, también había otros planes en marcha. Mi infiltrado ya había conseguido un puesto importante dentro de Fabiano Moda.
Mi infiltrado en Fabiano Moda, cuyo nombre real es Lucas, había conseguido posicionarse estratégicamente en un puesto clave: el departamento de finanzas. Había trabajado durante años como asesor en pequeñas empresas, lo que lo hizo perfecto para la tarea de entrar sin levantar sospechas. Nadie imaginaría que alguien tan competente y detallista estaba allí para sabotear desde dentro.
Lucas no solo se ganaba la confianza de los directivos, sino que, gracias a sus habilidades, había logrado que Fabián Ocampo lo incluyera en reuniones importantes. Esto le daba acceso directo a información sensible sobre los planes de expansión de la empresa, sus debilidades financieras, y, lo más valioso de todo, los problemas internos que Fabián intentaba ocultar. Fabiano Moda estaba experimentando una ligera caída en sus márgenes de ganancia debido al auge de nuevas marcas como Textil Bonelli, y Lucas aprovechaba cualquier resquicio de vulnerabilidad que encontraba.
Lo que hacía Lucas, sin levantar sospechas, era retrasar ciertas gestiones financieras y desviar fondos de forma imperceptible. Presentaba los retrasos como problemas administrativos comunes, mientras hacía que los pequeños errores pasaran desapercibidos en los balances contables. Con cada paso, debilitaba las operaciones financieras de Fabiano Moda, haciéndolos más dependientes de sus líneas de crédito y afectando su liquidez.
Además, Lucas había conseguido acceso a los contratos con proveedores clave. Hizo que uno de esos contratos, un acuerdo crucial para la próxima temporada de Fabiano Moda, se retrasara lo suficiente como para causar problemas en la cadena de producción. Esto no solo afectaba la puntualidad de las entregas, sino también la confianza de los proveedores en la empresa. A largo plazo, estos pequeños golpes serían desastrosos para Fabián.
Paralelamente, Lucas filtraba información estratégica directamente a mí. Sabía qué proyectos nuevos estaban en marcha y qué mercados pretendían conquistar. Esto me permitía anticipar sus movimientos y adelantarme en la creación de nuevas colecciones o en el posicionamiento de Textil Bonelli en esos mismos mercados, dejándolos sin espacio para moverse.
Cada vez que hablaba con Lucas, él me informaba con detalle de todo lo que sucedía dentro de la empresa. No había ningún movimiento importante que se hiciera sin que yo lo supiera de antemano. Fabiano Moda comenzaba a tambalearse, y Fabián, aunque preocupado por la competencia, todavía no se daba cuenta de que la verdadera amenaza estaba sentada en su propia mesa de reuniones.
Este era solo el principio. Pronto, la presión financiera aumentaría, y cuando Fabián se diera cuenta de que algo estaba profundamente mal en su empresa, ya sería demasiado tarde. Para cuando quisiera reaccionar, los cimientos de Fabiano Moda estarían lo suficientemente débiles como para que un golpe certero lo derrumbara. Mi venganza avanzaba sin prisa, pero sin pausa.
Por su parte, Fabián Ocampo no podía evitar notar la amenaza que representaba Textil Bonelli. Aunque se esforzaba en mantener su imagen de empresario intocable, la verdad es que el crecimiento de nuestra empresa lo estaba preocupando. Su empresa, que había dominado el mercado durante tanto tiempo, comenzaba a ver un descenso en las ventas.
Fabián, sabía que algo estaba cambiando, y estaba claro que no estaba contento con ello. Se encontraba en reuniones constantes con su equipo, buscando maneras de frenar el crecimiento de Textil Bonelli, intentando adelantarse a nuestros movimientos, pero su desesperación comenzaba a notarse. Cada vez que llegaba una nueva noticia sobre nuestros logros o sobre la expansión que planeábamos en otros países europeos, su semblante se endurecía.
Sin embargo, lo que Fabián aún no sabía era que su mayor problema no era solo el crecimiento de Textil Bonelli, sino la persona que estaba detrás de todo ese éxito. Estaba jugando con fuego, pero todavía no se había dado cuenta de cuán cerca estaba de quemarse.
Yo solo esperaba el momento adecuado para atacar.
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NARRADORA
Fabián Ocampo estaba sentado en su despacho. En su rostro se reflejaba una preocupación profunda. Frente a él, un montón de informes financieros y gráficos que mostraban el crecimiento constante de Textil Bonelli y la leve pero preocupante desaceleración de su propia empresa, Fabiano Moda.
Con un gesto brusco, lanzó uno de los informes sobre su escritorio.
—Esto es inaceptable —murmuró, frotándose las sienes. Había estado revisando los números durante horas, buscando algún error, alguna razón lógica para la caída en sus ventas entre el público, pero no la encontraba. La realidad era clara: Textil Bonelli le estaba arrebatando el mercado.
La puerta se abrió lentamente, y Isabel, entró. A diferencia de otras veces, su entrada no fue tan enérgica; más bien, llevaba un gesto de preocupación en el rostro.
—Fabián, ¿otra vez trabajando hasta tarde? —preguntó con suavidad, acercándose a él.
Él levantó la mirada, el cansancio y la frustración evidentes en sus ojos.
—No puedo permitirme descansar, Isabel. Las cosas no están bien. Esa maldita Textil Bonelli está robándonos clientes, y no tengo idea de cómo están logrando crecer tan rápido. He hecho todo lo que he podido, pero es como si supieran exactamente lo que va a funcionar.
Isabel se sentó al frente de el, cruzando las piernas mientras lo miraba con una mezcla de empatía y preocupación.
—¿No crees que estás exagerando? Fabiano Moda sigue siendo líder en la industria. Esto debe ser solo una fase.
Fabián negó con la cabeza, el ceño fruncido.
—No lo entiendes, Isabel. No es solo una fase. Hace meses atrás que nuestros informes muestran una caída en las ventas. He visto esto antes en otras empresas, y si no hacemos algo pronto, Textil Bonelli va a devorarnos en el mercado.
Isabel suspiró, sabiendo que nada de lo que dijera lo tranquilizaría.
—¿Qué piensas hacer entonces? —preguntó, intentando ser pragmática.
—He convocado una reunión con los ejecutivos. Vamos a cambiar nuestra estrategia. Si Textil Bonelli cree que puede quitarnos del mercado, se equivocan. Vamos a redoblar nuestros esfuerzos, innovar en nuestras líneas más frescas, pero sin sacrificar la calidad y el lujo que nos caracteriza. No pienso dejar que una empresa nueva como esa arruine lo que he construido.
Isabel lo observó, por un momento. Sabía que la ambición de Fabián había sido tanto su bendición como su maldición, y algo en el aire le hacía pensar que había más en juego de lo que él estaba dispuesto a admitir.
Conocía a su esposo y sabía que no iba a descansar hasta lograr su objetivo.
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ZAIRA
(para que se hagan una idea de como es Zaira)
La mañana comenzaba como cualquier otra, con el sol de Italia iluminando ligeramente mi habitación mientras me peinaba frente al espejo. Mi rutina para ir a la universidad siempre había sido sencilla, y aunque me encantaba mantener las cosas ligeras, hoy tenía un anhelo especial por ir a la pista de hielo después de clases. Mientras me arreglaba el cabello, escuché la puerta abrirse.
— Hoy iré a recogerte. Tomás pidió permiso para salir temprano — dijo Alonso al entrar, con su tono habitual de responsabilidad.
Lo miré y asentí, aunque una parte de mí ya tenía otros planes.
— Está bien, pero recógeme un poco más tarde. Hoy iré a la pista de hielo... —me acerqué a él y le di un beso en la mejilla, alistándome para salir, pero él, rápidamente, me detuvo.
— Es mejor que no vayas, Zaira — su voz tenía un toque de autoridad que no era común. — En estos momentos estoy lleno de trabajo, y tengo miedo de olvidarme, que pase lo mismo de hace unos meses cuando tuviste que regresarte sola hasta la empresa.
Lo miré a los ojos, intentando suavizar la situación.
— Estaré bien, Alonso. No es para tanto. Si te olvidas, puedo tomar un taxi.
— No insistas. ¿Sí? —dijo en un tono más serio, casi cortante, saliendo de la habitación.
Solté un suspiro mientras terminaba de arreglarme, ajustando la falda y tomando mi bolso. Decidí alcanzarlo, y cuando salimos de casa, tomé su brazo, intentando convencerlo de mi idea.
— Ya te dije que puedo tomar un taxi. Hoy quiero distraerme aunque sea un rato. ¿Por qué no me dan un auto? Ya tengo mi licencia de conducir... —dije, sonriendo un poco, tratando de suavizar el ambiente.
Alonso me miró con sorpresa.
— ¿En qué momento la conseguiste? —preguntó, mirándome con una mezcla de desconcierto y diversión.
— Mamá me acompañó. Por favor, a ti tu primer auto te lo dieron en tu cumpleaños número 18, y yo estoy en veremos. ¡Convéncelo! Por favor, convéncelo para que me compre uno — insistí, intentando parecer persuasiva.
— No... —respondió con firmeza, soltándose de mi brazo y continuando su camino hacia el coche.
No me rendí, volví a tomarlo del brazo.
— ¡Por favor! O, bueno, por el momento déjame ir a patinar, hace tiempo que no lo hago. ¡Por favor!
De repente, Alonso giró hacia mí, su rostro lleno de frustración.
— ¡Ya te dije que no! — gritó, su voz resonando por el patio. Me quedé paralizada por un momento, sin esperarme esa reacción de él. Pero de inmediato, su expresión cambió, suavizándose mientras bajaba la cabeza.
— Perdóname... — murmuró, rascándose la nuca, avergonzado. — Sé que no es motivo, pero últimamente papá está muy insoportable. No debería desquitarme contigo... Solo obedece, Zaira, por favor.
Sin decir nada más, se alejó hacia su auto, dejando una sensación amarga en el aire. Sabía que las cosas en la empresa no estaban bien; aunque nunca me había metido en los asuntos de papá, algo en el ambiente últimamente se sentía tenso. Dejé escapar un largo suspiro, y cuando Tomás me abrió la puerta del coche, me subí en silencio.