Teodoro es hijo de un magnate, el es un joven malcriado que vive sin preocupaciónes pero todo se acaba cuando su padre para darle una lección le da el puesto de ejecutivo a su Rival de la escuela Melanie el debera trabajar para ella y no será nada fácil porque es perfeccionista y poco flexible a diferencia de Teodoro,
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capitulo 5
Al día siguiente, Teo decidió que era hora de darle un giro a la dinámica con Melanie. Llegó temprano a la oficina, lo cual ya era un milagro en sí mismo. Vestido con una camisa perfectamente planchada y el cabello peinado con un gel que probablemente no necesitaba, entró al lugar con una sonrisa de oreja a oreja.
—Bueno, bueno, ¿quién es este hombre desconocido?—preguntó una de las mujeres de la oficina, lanzándole una mirada evaluadora.
—Solo el nuevo Teo—respondió él, guiñándole un ojo.
Al pasar junto a los escritorios, las mujeres lo siguieron con la mirada y cuchichearon entre ellas. Aunque al principio esto le inflaba el ego, una pequeña voz en su cabeza, la voz de Melanie, le recordó que esas atenciones probablemente tenían más que ver con su apellido que con su irresistible personalidad.
Llegó al despacho de Melanie cargando dos cafés. Golpeó suavemente la puerta antes de entrar, sin esperar respuesta.
—Buenos días, jefa.
Melanie levantó la vista de sus papeles con una expresión de sorpresa que rápidamente se transformó en desconfianza.
—¿Qué haces aquí tan temprano?
—¿Tan temprano? Melanie, son las nueve. Esto es prácticamente mediodía para la gente normal—dijo, dejando los cafés en su escritorio.
—Aún no respondiste mi pregunta—dijo, entrecerrando los ojos mientras tomaba uno de los vasos—. ¿Qué es esto?
—Un café como muestra de gratitud por todo lo que haces por mí. Y, de paso, para demostrarte que puedo ser un excelente asistente si me lo propongo.
Melanie lo miró como si estuviera analizando una obra abstracta que no lograba comprender.
—¿Teo, qué estás tramando?
—¿Yo? Nada. Solo quiero que empecemos con el pie derecho. Además, pensé que un poco de cafeína podría ayudarte a lidiar con Fernando, por si decide aparecer con otro de sus comentarios inútiles.
Melanie no pudo evitar sonreír ligeramente ante la mención de Fernando.
—Si quieres ser útil, comienza revisando los informes del área de marketing. Están sobre tu escritorio.
—¿Mi escritorio?—preguntó Teo, levantando una ceja.
—Sí, tu escritorio. Lo arreglé esta mañana. Está justo al lado de la fotocopiadora.
Teo abrió los ojos con horror fingido.
—¿Al lado de la fotocopiadora? Melanie, me has desterrado. Es el equivalente a estar en Siberia.
—Si no te gusta, puedes ir al sótano. Estoy segura de que hay espacio junto al generador—respondió Melanie con sarcasmo, tomando un sorbo de su café.
Teo puso una mano en el pecho como si hubiera recibido una puñalada.
—¡Qué cruel! Y yo que hasta te compré café.
—Teo, el café no compra privilegios—dijo Melanie con firmeza, aunque sus ojos tenían un brillo divertido.
Con un exagerado suspiro de resignación, Teo salió de la oficina y se dirigió a su "exilio" junto a la fotocopiadora. Pero no pasó mucho tiempo antes de que Fernando apareciera, como un ave de mal agüero, con su sonrisa engreída.
—¿Así que ya estás instalado en tu trono, Teodoro?—dijo, apoyándose en el escritorio.
Teo lo miró con una sonrisa falsa.
—Por supuesto. Y desde aquí tengo una vista perfecta de todos los que no tienen nada mejor que hacer.
Fernando rió sarcásticamente.
—¿Sabes? Me sorprende que estés tan tranquilo considerando que Melanie es tu jefa. Debe ser humillante.
Teo se inclinó hacia él con una sonrisa desafiante.
—No, lo que es humillante es que tú necesites molestar a Melanie para sentirte relevante. ¿No tienes algún trabajo de verdad que hacer?
Antes de que Fernando pudiera responder, Melanie apareció en escena como si hubiera escuchado desde su oficina.
—Fernando, ¿qué haces aquí?—preguntó con su tono más frío.
—Solo estaba poniéndome al día con Teodoro—respondió él, enderezándose rápidamente.
—Pues deja de hacerlo. Ambos tienen trabajo que hacer, y no tengo tiempo para niñerías—dijo Melanie, lanzándoles una mirada que habría congelado el sol.
Fernando se marchó con una expresión frustrada, y Teo aprovechó para seguir a Melanie hasta su oficina.
—¿Siempre tienes que ser tan mandona?—preguntó, cerrando la puerta detrás de él.
—Alguien tiene que serlo. Si dependiera de ti o de Fernando, esta empresa sería un circo en menos de una semana.
Teo se apoyó en el borde de su escritorio, observándola con una sonrisa.
—Sabes, deberías relajarte un poco. Si sigues tan rígida, vas a terminar convirtiéndote en una estatua.
Melanie lo miró con una mezcla de exasperación y diversión.
—Y tú deberías empezar a tomarte esto en serio. O, ¿qué? ¿Vas a ser el bufón de la oficina para siempre?
Teo fingió estar pensando seriamente en su respuesta.
—Bueno, considerando que ser bufón requiere menos estrés y más risas, no suena tan mal. Pero, si eso te molesta, supongo que puedo intentarlo a tu manera por un día.
Melanie negó con la cabeza, pero no pudo evitar sonreír mientras regresaba a su trabajo.
Teo salió de la oficina pensando en que, aunque Melanie era dura como el acero, había algo en ella que lo hacía querer seguir intentándolo. Y aunque nunca lo admitiría, empezar a madrugar para comprarle café ya no le parecía tan mala idea.