Cuando José Luis conoció a Violeta, no sabía a lo que se dedicaba.
Ella intentó cambiar de vida, pero las circunstancias no la dejaron.
Su vida siempre fue muy dura. El amor, la pasión, el sexo, hicieron presa de ella...
NovelToon tiene autorización de Maria Esther para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Sigue la subasta
La mayoría de las damas elegantes que asistieron a la subasta conocían perfectamente bien a Violeta, pero claro, a ellas no les convenía decir que se acordaban bien de ella.
No querían que su nombre estuviera en boca de todos.
Y no quiero nombrar a todas las personas porque después se aburrirían de escuchar tantos nombres.
Los presentes hacían tal ruido que los tasadores no podían escuchar todo lo que los compradores ofrecían.
Trataban de imponer el orden, pero la gente estaba vuelta loca y no escuchaban a los demás.
Pero a pesar del ruido que tenían las damas elegantes, la venta se hacía más interesante. Ya que muchos de los objetos se Estaban vendiendo más caros que el precio inicial, cosa que a los tasadores los llenaba de un júbilo especial.
Ernesto no compraba nada, solamente veía toda la escena, a las mujeres que se decían "decentes" las veía cómo se burlaban de esa pobre mujer que murió en esa misma cama que ahora estaban vendiendo para pagar las deudas que había acumulado.
La gente a veces era más cruel de lo que debiera ser. Juzgaban duramente a Violeta sin saber todo lo que había dentro de su alma.
Según estas mujeres jamás harían algo como lo que hizo Violeta, pero caras vemos, corazones no sabemos. Muchas de estas mujeres elegantes tenían su propia historia, pero eso nunca lo decían.
Historias como la de Violeta se dan todos los días.
Aunque, la mayor parte de las veces no sale a la luz.
Ernesto sentía una profunda lástima hacia Violeta porque los acreedores empezaron a perseguirla después de su muerte, aunque ella estaba aún tendida ellos llegaban a cobrar lo que se les debía.
Todo se manejaba sin siquiera un atisbo de compasión hacia Violeta.
Ellos solo querían su dinero y punto.
En el fondo se oía a la gente pujar por el objeto que más les interesaba.
Y pensar que Dios es lo mismo para los ladrones que para la gente buena.
Ni hablar, así son las cosas.
Joyas, vestidos, cosméticos se vendían con gran rapidez.
Ernesto solamente veía a las damas hacerse bolas por todas esas cosas tan hermosas que tenía Violeta. Todas querían obtener algo de esta mujer.
Estaba tranquilamente, observando a las mujeres hasta que de pronto oyó gritar al tasador:
Este es un mantel de tela fina, $100.
¡$110!, dijo una voz al fondo.
No supo por qué extraña razón Ernesto gritó: ¡$120!
¡$130!, dijo de nuevo la otra voz.
¡$150!, volvió a decir el hombre.
Ernesto no sabía por qué estaba haciendo esto, él sabía perfectamente bien que no tenía dinero para estas cosas. Sin embargo, gritó:
¡$250!
Los presentes miraban divertidos a uno y otro hombre que pujaban por un simple mantel que no valía más de $15.
Ernesto mismo, se dio cuenta de esta verdad, pero ya no había remedio.
Entonces, el otro hombre, dándose por vencido, dijo:
Bueno, no siempre se gana es suyo.
Así que le adjudicaron el mantel a Ernesto y él aún no sabía para qué lo iba a utilizar. Perdió $250 por un mantel que pudo haber comprado en cualquier parte en menos dinero que eso.
Ernesto decidió irse a su casa, ya no quería oír más de la subasta. Supo que si se quedaba aún, podría cometer otro error al comprar otro objeto que no iba a necesitar. ¡Ni que tuviera tanto dinero, por Dios!
Ernesto siempre había sido humilde nunca tenía más dinero del que necesitaba porque él mismo decía que para qué quería guardar tanto dinero en su bolsa si en realidad con poco podría vivir bien.
En la tranquilidad de su hogar, Ernesto observó bien el mantel.
Era color beige con unos bordados de flores a todo alrededor, se veía divino. Bueno, después de todo no está tan mal, se dijo.
En lo que restó del día no se volvió a acordar del dichoso mantel.
Pero al ir a acostarse vio el mantel en una silla y lo observó de lejos.
Yo no sé por qué sigo viendo esto, pensó. Como tampoco sé porque lo compré.
Ni hablar, mañana será otro día, se dijo Ernesto tratando de justificarse a sí mismo.
El sueño pronto lo venció.
En sus sueños vio a Violeta corriendo felizmente por un bosque muy colorido lleno de árboles y flores de todos colores.
El hombre que corría atrás de ella se veía igual de feliz.
Aunque no podía ver la cara del hombre, él estaba seguro que era ese José Luis al que Violeta había abandonado. José Luis no supo por qué ella lo había abandonado, lo que así sabía era que ella se dedicaba a la prostitución.
Ernesto seguía soñando...
Violeta y José Luis se veían muy felices, estaban amarrados a un lazo, pero de pronto, tal lazo se rompió separando a ambos personajes.
José Luis se iba hacia un lado y Violeta hacia el otro lado. Y sin saber por qué, nunca más se volvieron a juntar. Claro, eso sucedió en el sueño de Ernesto.
Él sabía que Violeta había tenido una vida muy dura. No la justificaba, pero tampoco la juzgaba. Él solía tener piedad por esas mujeres porque sabían que muchas no estaban ahí por su gusto.
Mucho menos Violeta, que entró a ese mundo perdido por causas ajenas a su voluntad.
Sin embargo, a pesar de que tuvo oportunidades infinitas para salir de eso, ella siguió, ahora sí, que por su gusto.
A lo largo de toda su vida, Violeta tuvo infinidad de amantes que hasta había perdido la cuenta.
Y a pesar de que empezó muy joven en ese oficio, a sus casi 30 años seguía siendo tan hermosa o más que antes.
Quién iba a pensar que ni siquiera llegó a los 35.
A todas estas, ¿y la anticoncepción?