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Valentina, una abogada de renombre, era conocida por su incansable determinación en la búsqueda de la justicia. Sin embargo, su pasado estaba marcado por una sombra que nunca logró borrar por completo. Tiempo atrás, un apasionado romance la unió a Dominic Salvatore, un hombre enigmático arraigado en el submundo del crimen. Cuando llegó el momento de elegir entre el amor y los negocios, Dominic optó por lo último, dejando a Valentina con el corazón roto y una decisión que daría forma al curso de sus vidas.
Su último encuentro dejó una marca imborrable. Valentina descubrió que estaba embarazada, una noticia que mantuvo en secreto del hombre que eligió no compartir su vida. Su hijo, fruto de esa pasión prohibida, fue mantenido lejos de la mirada atenta de Dominic, protegido de las garras del submundo que él comandaba.
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...🆅🅰🅻🅴🅽🆃🅸🅽🅰 🅼🅾🆁🅴🆃🆃🅸...
Al salir de la habitación para adentrarme en las calles, siento el aire fresco inundar mis pulmones, una sensación liberadora. El lugar, antes sofocante, parecía estar asfixiándome. Los guardaespaldas de Dominic nos conducen hacia un lujoso automóvil que espera al otro lado de la calle. Uno de ellos abre la puerta para mí, pero en lugar de entrar, decido salir corriendo.
Los tacones no son ideales para la velocidad, pero la urgencia me impulsa a seguir. Las concurridas calles, sin conocer bien Italia, no tienen un destino definido. La carrera es una huida no solo física, sino un intento de escapar del control que Dominic ejerce sobre mi vida.
La respiración acelerada, los tacones golpeando el pavimento y el paisaje desconocido pasando por mí. Corro por las bulliciosas calles de esa ciudad, sin un destino claro. En cada esquina, mi corazón late más rápido, no solo por la carrera, sino por la incertidumbre de lo que está por venir.
Observo a los guardaespaldas de Dominic quedándose atrás, pero la adrenalina me impide detenerme. La ciudad se revela como un laberinto de posibilidades y desafíos. No sé a dónde voy, pero cada paso me lleva más lejos de la jaula que mi mundo se había convertido. Pero al final, libertad.
Entro en un concurrido centro comercial, donde el bullicio de la gente se mezcla con el zumbido de las conversaciones. Observo a algunos hombres uniformados y armados, decidiendo abordarlos en busca de ayuda. Al principio, parecen dispuestos a ayudar, pero el silencio se apodera cuando menciono que Dominic me había secuestrado y que también había varias otras mujeres prisioneras.
Al notar el cambio en la atmósfera, uno de ellos se comunica en italiano con alguien por teléfono, evitando instintivamente mi mirada. No pasa mucho tiempo antes de que la imponente presencia de Dominic entre en el 'shopping'.
— Mierda. —Maldigo y salgo corriendo en dirección contraria, hacia el ascensor.
En una carrera desesperada, alcanzo el ascensor y aprieto el botón con urgencia. Las puertas se abren rápidamente, y entro, respirando aliviada por un breve momento. Sin embargo, mi libertad efímera se interrumpe cuando Dominic también entra, atrapándome contra la fría pared del ascensor.
La libertad que busqué en el centro comercial es reemplazada por la sensación de estar aprisionada en las manos de Dominic nuevamente.
Él no dice nada, solo deja que la respiración pesada escape y finalmente me mira, tratando de mantener la calma. Él, con furia contenida, rompe el silencio del ascensor:
— ¿Crees que puedes escapar, Valentina? —Preguntó entre dientes, mirándome a los ojos.
A pesar de sentir el corazón latir de rabia, mantengo la postura desafiante y le respondo:
— Estoy cansada de ser una prisionera, Dominic. Necesito más que tus reglas.
— Tus acciones tienen consecuencias, Valentina. No puedes simplemente escapar de lo que es tuyo. —dijo bruscamente.
Miré a los ojos de Dominic, dejando mi indignación visible por su comentario.
— Lo que es mío es mi libertad. Y eso no le pertenece a nadie más que a mí. —le replico.
El tenso diálogo resuena en el pequeño espacio del ascensor, mientras las palabras se convierten en un campo de batalla emocional entre nosotros dos. El enfrentamiento verbal es un reflejo de la lucha más amplia por la autonomía y el control. Mi pecho sube y baja debido al momento de fuga.
— Soy un hombre ocupado. Si sigues con estas escapadas, tus seres queridos pagarán el precio. Comportarte si tienes algún amor por tus hijos y por tu maridito. —Sus palabras estaban llenas de odio.
— No toques a mi hijo, Dominic, o yo misma acabaré contigo. ¿Entendido?
— Ah, ¿me mentiste entonces? Solo tienes un hijo. —Dijo con ironía.
— No importa. Deja a mi hijo fuera de esto.
Dominic, al alejarse en el ascensor, lanza su última advertencia:
— Comportate, Cazzo. Voy a buscar a tu hijo y traerlo hasta mí. Veremos si te comportas esta vez.
El silencio se instaló en ese pequeño espacio. No puedo permitir que Dominic traiga a Renner, lo pondrá en mal camino, no puedo permitir eso.
— Mi marido vendrá detrás de mí, y quiero ver si no me dejará ir. —Dije, rompiendo el tenso silencio. Derramé palabras desafiantes en un intento de enojar a Dominic. Hablé mil y una cosas para irritarlo, estaba tan enojada con él que no pude dejar de hablar.
Se acercó a mí, con una expresión seria, y me atrapó en su regazo, manteniéndome pegada a la pared del ascensor. El silencio se convirtió en un juego de provocaciones, donde las palabras se convirtieron en armas en la peligrosa danza entre Dominic y yo.
Con una mirada penetrante, Dominic me responde fríamente:
— Tu marido no tiene el control que yo tengo, Valentina. No sirve de nada intentar jugar este juego, porque ya sabes que vas a perder.
— Prefiero un juego a ser una pieza en tu tablero. —Insisto en desafiarlo.
— Tú no decides las reglas. Yo decido.
— No subestimes lo que estoy dispuesta a hacer para escapar de esto.
Una sonrisa cínica aparece en sus labios. Parece que nada lo afecta.
— Basta, Valentina. No escaparás. Puedes luchar todo lo que quieras, pero siempre te encontraré y te traeré de vuelta. —Me soltó.
— Puedes atarme físicamente, Dominic, pero nunca tendrás mi sumisión.
Las puertas del ascensor se abren mostrando un nuevo escenario:
— Vamos a ver hasta dónde llega esta resistencia. —Dijo él, esta vez calmado.
Pasamos junto a algunas personas que iban entrando al ascensor. Dos mujeres muy hermosas y elegantes enloquecieron al ver a Dominic. Su camisa estaba un poco abierta, revelando su pecho, que muchas veces observé y donde apoyé mi cabeza para dormir. Vi el momento en que ellas le tocaron mientras él trataba de pasar por ellas, al mismo tiempo que me tiraba de la mano, sin soltarme ni un solo momento y sin prestarles atención.