Es la historia de Nico, el hijo de Anna y Enzo, aunque no es necesario leer la anterior para comprender esta.
Nicolas Parisi un CEO que no creía firmemente en el amor, concentrado en su trabajo, un día se fijó demás en su secretaria, una joven con una belleza inigualable que él empezó a desear.
Cada vez era más las veces que él se perdía en sus pensamientos al pensar en Helena, su secretaria, una chica con noble apariencia y que aparentaba inocencia, él empezó a sentirse más atraído por ella.
Helena empezó a invadir sus pensamientos con más persistencia, lo que hizo que el interés de él fuera aún mayor. ¿Podrá Nicolas conquistar a Helena?
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Catorce
Él llegó a la mañana siguiente a la empresa y como siempre ella ya estaba allí, y su café sobre el escritorio.
- Buenos días señor Parisi- la escuchó decir- en un momento entro a decirle los pendientes para hoy.- él la miró, no contestó nada y entró a su oficina.
Un momento después entró ella con la tablet en la mano y se quedó parada frente al escritorio.
- Señor Parisi, hoy solamente tiene trabajo de escritorio, debe revisar estos contratos que están del lado derecho para realizar las correcciones pertinentes y los del lado izquierdo, ya están corregidos, es solo revisar y firmar, creo que no queda más nada.
Él la miró, tenía tantas ganas de besarla y de pedirle que lo perdonara, que él era un tonto, pero un tonto que no podía vivir sin ella, pero en cambio solo dijo.
- Gracias Helena, hoy no saldré a almorzar, que nadie me moleste.
- Como usted diga señor Parisi. - se giró y salió de la oficina.
Él estuvo toda la mañana sin poder concentrarse en el trabajo y ella atendiendo las llamadas y dando la explicación pertinente de porqué no podían molestarlo.
Ya terminaba la mañana, Helena tenía unos documentos en la mano para entregárselos a su jefe antes de irse a almorzar cuando se escuchó el sonido del ascensor abrirse, y de él salió una rubia que no dejaba vista sin seguirla a su paso.
- Buenos días ¿Necesita algo?- le preguntó Helena cuando la tuvo delante.
- Sí, vine a ver a Nicolas.- le respondió la rubia llamándolo de una manera familiar.
- ¿ Tiene cita?
- Si- mintió la mujer, pero ella tenía que pasar a verlo- Soy Samantha.- a Helena se le arrugó el corazón y aunque las lágrimas se agolparon en sus ojos no demostró nada, él nunca se había mostrado en público con aquella mujer y ahora no le importaba traerla a su oficina solo para lastimarla.
- Espere un momento, le entrego unos documentos y le aviso para que pase.- tocó en la puerta y cuando escuchó su voz entró.- Señor Parisi - levantó la vista y la vio con el rostro desencajado- Estos son los últimos documentos que me faltaban por transcribir, me voy a almorzar, y su cita ya llegó, que tenga buena tarde.- él fue a preguntarle que de que cita hablaba pero no hizo falta cuando vio entrar a Samantha y al mirarle a los ojos a Helena se sintió el hombre más miserable del mundo aunque él no tuviera nada que ver con que la rubia estuviera allí.
- Helena- ella solo lo miró y le sonrió.
- Disfrute de su almuerzo señor Parisi- le dijo antes de salir de allí con el pecho adolorido.
La rubia terminó de entrar a la oficina y se sentó en el sofá que había en medio de esta sin que él le dijera nada, y cruzando una pierna sobre la otra dejó ver uno de sus muslos en una clara invitación a la lujuria. Él ni siquiera se levantó de su silla para preguntarle.
- ¿ Puedo saber que demonios haces aquí Samantha?
- Vine a verte, te extraño mucho y como tú no me contestas las llamadas ni vas por mi casa, pues vine yo aquí.
- ¿Y el que no te conteste las llamadas, ni vaya por tu casa, no te dice algo?
- ¿ Que eres olvidadizo?- trató ella de aligerar el ambiente.
- Escucha bien Samantha, quiero que salgas de mi vista ahora mismo, y en tú miserable vida no se te ocurra volver a pararte delante de mí sin ser llamada antes.- los ojos de él habían cambiado a un tono más oscuro y la voz en verdad daba miedo.
- Pero Nicolas- trató de decir ella.
- ¡Ahora Samantha!- le grito dando un puñetazo sobre el escritorio de madera oscura, ella saltó del miedo, agarró su bolso y salió casi corriendo de allí.
Él tomó su teléfono rápidamente, tenía que llamar a Helena, tenía que hablar con ella y explicarle que él no tenía nada que ver con la visita de aquella mujer, pero como si el destino estuviera en su contra, antes de marcar, el móvil comenzó a sonar, era el mismo número de la noche anterior.
- Parisi- dijo con la misma seriedad de siempre.
- Señor, el cargamento sigue con problemas.
- Esperen allí, ya voy- colgó y salió en busca de Sergio.
Lamentablemente nada se resolvía y para cuando salió de aquel almacén ya era bastante tarde y sin llegar al final del asunto, miró su reloj y vio que casi era la hora de salida de la universidad de Helena, subió con Sergio al auto y corrió todo lo que pudo en él, pero cuando llegó solo alcanzó a verla subir a un taxi, siguió el vehículo hasta la casa de ella y aparcó en la oscuridad para ver como le pagaba al taxista y después subía a su casa.
- Eres tan cobarde- le dijo Sergio, que esta vez iba de copiloto.- Te vas a arrepentir Nico.
- ¿ Ahora eres la voz de mi conciencia?- le recriminó el sus palabras.
- No, soy la voz de tu amigo, que no quiere ver como te revuelcas en tu propia miseria.- él solo calló y encendió el auto para regressr a su casa.
El viernes no fue mejor, Nico no pudo ir por la empresa ni un momento, el problema con el cargamento persistía, alguien había vendido la localización y tenían que saber quién era antes de transportar el resto, y ella había pasado el día sola en su puesto, por suerte el otro personal que trabajaba en ese piso estaba alejado de ella y nadie la había visto llorar a ratos, así nadie preguntaba que le sucedía. Él no la había llamado por teléfono, quería hablar personalmente con ella, y la chica no lo había hecho por obvias razones, si no era de trabajo no tenía nada que decirle.
Casi al final de la tarde, descubrieron quién les había roto el negocio de la transportación, pero ahora venía la otra parte, hacer que hablara para que dijera a quien había vendido la información del cargamento para recuperar la parte perdida y hacer el envío de lo que quedó en el almacén. Ya eran las ocho cuando Nico salió de aquel edificio, con las mangas de la camisa levantadas y limpiando sus manos ensangrentadas con una toalla.
- ¿ Me llevas a casa?- le dijo a Sergio que estaba afuera fumándose un cigarro- tengo que darme un baño para ir a arreglar el otro desastre.
- Vamos, después rezaré por ti. - se burló Sergio.
- Lo voy a necesitar, no creo poder dormir otra noche lejos de ella.- le dijo a su amigo y este sonrió.
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