¿EL PECADO ES EL ÚNICO CAMINO? UN AMOR PROHIBIDO NACIDO DE UNA MALDICIÓN...
Aiden, un hombre al borde de los cuarenta, huye con su sobrina y se convierte en el "conserje" de la mafia, limpiando escenas del crimen. Ambos esconden un oscuro secreto: son Shadowborn, seres mitad vivos y mitad muertos, destinados a procrear con sus propios sobrinos-tíos y así perpetuar una ancestral maldición. Aiden lucha contra el amor prohibido que su sobrina, de manera enfermiza, le profesa. Sin embargo, una amenaza los arrastra al "otro lado," un lugar donde un macabro juego podría otorgarles la libertad, pero a un precio que desafiará todos sus límites. ¿Será capaz Aiden acabar con la maldición? ¿Podrá liberar a su sobrina de aquel amor maldito entre ambos? ¿O vagarán en la oscuridad por toda la eternidad?
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CAPÍTULO 4
Pese al frío que sentía, siendo un día de verano, supuso que era propio del malestar que sentía, luego de haber desayunado con su tío. Aun cansada, dejó caer un par de lágrimas por sus rojos ojos, antes de limpiarlas con rabia.
Estaba enojada por haber tenido que nacer siendo la sobrina del hombre que amaba, había esperado tanto tiempo por ser mayor de edad para declarar sus intenciones de manera oficial; sin embargo, cuando al fin tuvo un avance significativo con Aiden, la moral de este lo había echado a perder todo.
Colocándose los guantes para empezar a lavar los platos que habían quedado, agradeció en silencio que su tío no estuviera y así poder llorar lo que necesitaba en silencio. No obstante, no pasó ni un minuto desde que comenzó cuando el sonido de un golpe seco hizo que se asustara.
—¡DIOS MÍO!—gritó pálida.
Tanto había sido su impresión que terminó por dejar caer la taza favorita de su tío, provocando que aquello solo aumentara su tristeza. Al momento de agacharse y recoger los trozos de cerámica, terminaría por cortarse tan profundamente, que su sangre empezaría a brotar rápidamente.
Intentando contener la hemorragia, tapando su dedo índice con una pequeña toalla, corrió al baño para poder usar el botiquín, el cual se encontraba detrás de la puerta. Temblorosa, pudo finalmente colocarse un apósito, el cual seguía siendo insuficiente.
—¿Debo ir al médico?—preguntó absorta en su herida.
Aunque el corte había sido pequeño, la profundidad había hecho que no solo doliera mucho, sino también sangrara a montones; sin embargo, si iba, lo más probable es que su tío se enterara y en ese momento no quería verlo a la cara. Por lo que terminaría por colocarse más apósitos en su dedo.
Una vez dejó de sangrar, cerró unos segundos sus ojos para intentar calmarse. Intentando creer que aquel golpe era de alguno de sus vecinos, salió del baño rumbo a la zona de labores para buscar con qué limpiar aquel desastre.
Sin darse cuenta, entrando a la pequeña habitación para tomar la escoba y el recogedor, una extraña silueta oscura, escondida en una esquina, la acechaba. Y así, cuando se dio la vuelta para salir, un fuerte dolor proveniente de su nuca hizo que perdiera la consciencia.
Con un pequeño charco de sangre que provenía de su cuello, Rosemary era observada por una figura misteriosa, vestida de negro, que sostenía una varilla oxidada con la que la había golpeado.
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Aiden se dispuso a desechar los cadáveres de los dos asesinados en un crematorio a las afueras de la ciudad, donde también terminaría por destruir toda la evidencia de lo ocurrido. Una vez terminó y se aseguró de que los cuerpos siguieran ardiendo, regresó.
Ya pronto sería de noche, el reloj marcaría las siete y media, sin saber nada con respecto a su sobrina. Había intentado llamarla incontables veces, pero supuso que estaría molesta. Según sus memorias, ese día Rosemary estaría en casa de una amiga, por lo que podría estar un poco tranquilo.
Así que en vez de seguir al apartamento que compartía con esta, fue directo a la casa de su prometida. Justo cuando estaba a medio camino, esperando el cambio de luces de un semáforo, Anna lo llamó.
—¡Mi amor!—expresó con voz chillona—¿Dónde está mi amor lindo?
—Camino a tu casa—respondió.
—Vale mi esposito lindo—dijo emocionada—estoy terminando de arreglarme en el salón de belleza y ya dentro de un rato te veo, ¿vale?
—Listo—dijo colgando la llamada.
Aiden colocó de lado su teléfono, sin querer pensar en nada más. Así cómo lo había hecho antes, se aseguraría de casarse con la hija de su jefe. Pero ahora usaría dicha conexión para usar todo el poder de la mafia y proteger a su sobrina.
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En uno de los barrios periféricos del centro de la ciudad, atada y amordazada, Rosemary había sido llevada aún inconsciente y dejada en una silla, en medio de un antiguo almacén abandonado. El sonido de unos tacones caminar por encima del destruido piso de concreto, hizo que poco a poco despertara.
—¿Dónde estoy?—preguntó al ver todo borroso.
No fue, sino hasta sentir que le quitaban un saco de su cabeza que pudo ver un poco mejor; sin embargo, el ardor por el golpe en su nuca, así como el ser bañada con agua caliente, hizo que de inmediato gritara de dolor y cerrara sus ojos mientras tomaba un respiro.
—¡Cómo voy a disfrutar esto!—la voz de una mujer se escuchó segundos después.
Aún adolorida por el agua caliente, teniendo cuidado, Rosemary subió un poco su mirada, sorprendiéndose al ver que la prometida de su tío se encontraba en frente suyo. Tan hermosa, tan elegante, pero con una mirada de serpiente que asustaría hasta a una monja.
—¿Ann...Anna?—preguntó confundida.
Con ira desmedida, Anna tomó la tetera que había usado para aventarle el agua caliente y la golpeó en su rostro, provocando que su nariz se lastimara. Sonriendo al verla en ese estado, le dio la tetera a uno de sus guardaespaldas antes de sentarse en frente de la sobrina de su prometido.
—¿Por qué, Anna?—preguntó Rosemary al borde del llanto—¿Qué te he hecho yo?
—Existir—respondió con frialdad—¿Crees que no sé qué amas a Aiden? ¡Eres tan clara como el agua!
Rosemary se rio entendiendo todo, incluyendo la razón por la que Anna la había atacado. Sabía, desde el inicio, lo había sentido en su corazón, que la hija del jefe de Aiden no era una buena mujer y ahora, posiblemente a punto de matarla, corroboraba una vez más que debió haber hecho algo desde antes para separar a ambos.
—Anna—dijo mirándola—¿De verdad crees que te tengo miedo? Si supieras que hay más cosas en el mundo que dan verdadero terror...
—Lastimosamente, matarte no puedo, hay alguien que me ha dado mucho dinero por sacarte del nido en el que te tenía Aiden—espetó—pero eso no me impide castigarte antes por querer robar lo que es mío...
Chasqueando sus dedos, de las sombras, tres matones de poca monta, vestidos con los atuendos característicos de una de las bandas del sector, comenzaron a acercarse con mirada maliciosa hacia Rosemary, mientras Anna solo sonreía.