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ROSE

ROSE

Status: En proceso
Genre:Escuela / Venganza / Policial / Romance oscuro
Popularitas:1.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Aileen D.

Tras la traición de su padre y la ruptura de su familia, Rose se muda a la ciudad buscando un nuevo comienzo.
En el exclusivo colegio Goldline, todo podría ir bien… si no fuera por Malory, su prima, que la odia y está dispuesta a convertir su vida en un infierno.
Pero Rose no es tan frágil como parece.
Hay algo en ella que despierta cuando está en peligro… algo que no se detendrá ante nada.

NovelToon tiene autorización de Aileen D. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Lo Que Se Escucha en los Pasillos

Rose caminaba apresurada por los pasillos de la escuela, con el corazón latiendo un poco más rápido de lo normal. Había estado buscando a sus amigos desde hacía un buen rato, pero no lograba encontrarlos. La multitud de estudiantes iba y venía como una corriente interminable, y ella se sentía atrapada en medio de un río de voces, pasos y risas. Sin embargo, esas risas no eran para ella; lo que la rodeaba eran murmullos.

Sentía cómo la miraban. No necesitaba escuchar con claridad lo que decían: bastaba con esas miradas de reojo, con los labios que se movían apenas para después esbozar una sonrisa burlona. Algunos giraban la cabeza disimulando, otros simplemente la observaban sin disimulo, como si esperaran verla caer.

"¿Ya empezaron los rumores?" pensó, sintiendo un cosquilleo incómodo en la nuca.

De pronto, una voz la sacó de su espiral de pensamientos.

—Hola, Rose. ¿Estás buscando a Cintia?

Mabel apareció frente a ella. Su tono sonaba cordial, pero la sonrisa que llevaba en el rostro parecía demasiado falsa, demasiado perfecta para ser real.

—Hola, Mabel... Sí, estoy buscando a Cintia. ¿Cómo lo sabes? —respondió Rose con cautela.

Mabel ladeó la cabeza, como si hubiera estado esperando exactamente esa pregunta.

—Los rumores corren más rápido de lo que crees.

Rose frunció el ceño.

—¿Sabes dónde está?

—No. Pero quiero hablar contigo de algo importante.

Antes de que pudiera reaccionar, los amigos de Mabel aparecieron como sombras a su alrededor, cerrando el círculo. La multitud del pasillo siguió de largo, pero para Rose el tiempo se volvió más lento; podía escuchar el eco de los pasos lejanos y sentir cómo el aire se volvía espeso entre ellos.

—¿De qué quieres hablar? —preguntó con voz temblorosa.

Mabel bajó la mirada por un segundo, como si jugara a ser vulnerable, y luego levantó los ojos con una firmeza helada, clavandolos en Rose como si fueran carámbanos.

—Mira, no suelo ser de esas personas groseras y manipuladoras... —sus palabras sonaban suaves, pero cargadas de veneno—. Pero se trata de la presidencia, y no estoy dispuesta a perder tan fácil.

Rose tragó saliva. La forma en la que Mabel la miraba, directo a los ojos, la hacía sentir atrapada en un juego en el que ella no conocía las reglas.

—¿A qué quieres llegar?

Mabel sonrió con calma.

—Si no quieres que empiecen a correr rumores horribles de ti... te recomiendo que abandones la competencia lo antes posible.

La garganta de Rose se cerró por un momento.

—¿Me estás amenazando?

—No, de hecho, te propongo algo.

—¿Qué?

Mabel se inclinó apenas hacia adelante, bajando un poco la voz, pero sin dejar de mostrar esa sonrisa cínica que contrastaba con la tensión de sus palabras.

—Abandona la competencia ahora mismo y yo me encargaré de que tengas una excelente reputación. Todos hablarán bien de ti, y podrás caminar tranquilamente por los pasillos —se detuvo un instante y luego agregó con frialdad—; De lo contrario, te haré la vida imposible.

El pasillo, que nunca se callaba, se sintió de repente demasiado silencioso para Rose. Podía escuchar incluso los latidos en sus propios oídos.

—Creí que te había quedado claro cuando dije que haré lo posible por ganar las elecciones —contestó al fin, intentando sonar firme.

Mabel chasqueó la lengua con desdén.

—Bien. Déjenla.

Sus amigos se hicieron a un lado lentamente, como guardias que obedecían una orden.

—Luego no digas que no te advertí —añadió Mabel antes de marcharse, con su séquito siguiéndola.

Rose se quedó inmóvil unos segundos, sintiendo que sus piernas estaban hechas de piedra. No podía negar que tenía miedo; un miedo helado que se le quedó en el pecho. Pero debía enfocarse en algo más urgente: Cintia.

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Después de caminar un buen rato, por fin la encontró en el patio.

—¡Cintia! —gritó, y sin pensarlo corrió hacia ella. La abrazó con tanta fuerza que parecía querer borrar todo lo que había pasado entre ellas.

—¡Rose! —respondió Cintia sorprendida, pero no tardó en devolverle el abrazo con la misma intensidad.

Las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de Rose.

—¡Perdóname! ¡Lo siento tanto!

Cintia la sostuvo por los hombros y la miró directo a los ojos.

—Rose, está bien. Te perdono. Entiendo el estrés y lo difícil que es todo esto para ti.

Rose sollozó de nuevo.

—¡Lo siento tanto!

—Tranquila. Lo importante ahora es mejorar tu reputación.

Agustín apareció en ese momento, cruzando los brazos pero con una sonrisa de alivio.

—Eso podemos hacerlo mañana. Ahora mejor vayamos por unas papas. Yo invito.

Cintia asintió, como si necesitara justo ese respiro.

—¡Claro!

Rose se limpió las lágrimas con la manga de su suéter.

—Está bien... gracias.

Y juntos se fueron a la cafetería de la escuela, dejando atrás por un momento las tensiones y los rumores.

---

Más tarde, en clase.

—Entonces deben leer el guion para la próxima sesión —explicó la profesora con tono mecánico—. ¿Alguna duda?

El salón permaneció en silencio.

—Bien, entonces pueden ir a tutoría.

Los alumnos comenzaron a salir entre murmullos cuando la voz de la profesora los detuvo.

—¡Candidatos a la presidencia!

Rose giró sobre sus pasos.

—¿Sí?

—Síganme.

La siguieron hasta un salón vacío, donde ya estaban Lea y Liam esperándolos. El lugar tenía un aire diferente: las bancas estaban acomodadas en círculo y había un pizarrón limpio al fondo, como si aquel espacio hubiera sido preparado especialmente para ellos.

—Este será su salón de reuniones. Lo usarán hasta que se decida quién será el presidente. Me retiro.

—Gracias, profesora —dijo Rose.

Cuando se quedaron solos, se sentaron en círculo.

—Dinos, Rose, ¿qué haremos para la próxima fase? —preguntó Lea con curiosidad.

—¿De qué es? —preguntó Rose.

—Imagen —respondió Lea con una sonrisa ligera.

—Todavía no hemos decidido qué cargo tendrá cada quien —añadió Cintia.

—Bueno, claramente Rose es la presidenta —dijo Liam sin dudar.

Agustín asintió de inmediato.

—Sí, eso está claro.

Rose bajó un poco la cabeza.

—Liam...

—¿Sí?

—Lo siento.

Él sonrió suavemente.

—Tranquila, Cintia ya habló conmigo.

Rose suspiró de alivio.

—Gracias a todos. Les ofrezco una disculpa.

Ellos asintieron en silencio.

—Ahora, Liam —continuó Rose—, ¿quieres ser el vicepresidente?

—Con gusto.

—Antes de que avancemos, quiero decir algo importante —interrumpió Agustín.

Todos lo miraron atentos.

—Me niego a hacer otra cosa que no sea secretario.

—Pero ese puesto lo iba a ocupar yo —dijo Cintia, sorprendida.

—Yo no sé hacer otra cosa —contestó él con seriedad.

—Pero... —empezó ella.

—Tú sabes de finanzas y esas cosas —la interrumpió.

Rose intervino para suavizar el momento.

—Tal vez puedas tomar el puesto de tesorera, Cintia. Es cierto que eres muy buena en finanzas.

Cintia suspiró y, tras unos segundos de silencio, asintió.

—Solo porque tú lo dices.

—Entonces supongo que yo quedo como asesora de imagen —dijo Lea, rompiendo la tensión.

—Sí, tú nos representarás en esta etapa —confirmó Rose con una sonrisa.

Liam se recargó en su asiento y, con aire relajado, dijo—. ¿Quieren ir por un café saliendo?

—Nosotros invitamos —añadió Lea con entusiasmo.

—Por mí está bien —respondió Cintia.

—Igual —dijo Agustín.

—Sí —asintió Rose, sintiendo que, aunque las amenazas y rumores seguían rondando como sombras, al menos en ese momento podía respirar tranquila junto a ellos.

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