Gia es una hermosa mujer que se casó muy enamorada e ilusionada pero descubrió que su cuento de hadas no era más que un terrible infierno. Roberto quien pensó que era su principe azul resultó ser un marido obsesivo y brutal maltratador. Y un día se arma de valor y con la ayuda de su mejor amiga logra escapar.
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Capítulo 13 – El rastreador despierto
Steven hojeaba su libreta de apuntes mientras el ventilador del techo zumbaba monótonamente. Llevaba días intentando encontrar un hilo suelto en la desaparición de Gia Greco. Su amigo Roberto insistía en que ella no se había ido por impulso. Que había algo, alguien detrás del plan.
Y por más que Steven no lo decía en voz alta… comenzaba a creerle.
Un agente joven se acercó con una carpeta entre las manos.
—Esto es lo que pude conseguir, jefe. Imágenes de la terminal de buses y el reporte del encargado del turno nocturno. No hay identificación formal, pero algo puede servirte.
Steven la tomó sin decir palabra. Caminó hasta la pequeña sala de entrevistas, cerró la puerta, y abrió el expediente.
Lo primero que encontró fue una foto de seguridad borrosa, captada en la terminal central de Ciudad Cielo. Una mujer de contextura delgada, gorra, lentes oscuros, y mochila al hombro. La fecha coincidía: cuatro días antes de que Roberto notara su desaparición.
El pasaje fue comprado en ventanilla. Pago en efectivo. Nombre: Daniel Rocco. Destino: Ciudad Luz.
Amplió la imagen. La calidad era mala, pero algo en la forma en que ella miraba sobre el hombro, como si temiera ser reconocida… le dio un escalofrío.
Marcó de inmediato a Roberto.
—¿Qué tienes? —preguntó él con voz tensa.
—Hay algo. Una mujer con las características de Gia tomó un bus hacia Ciudad Luz hace unos días. Nada digital. Pagó en efectivo, tal vez usó un nombre falso. Ninguna imagen facial útil. Solo una imagen de espaldas y un horario de salida.
—¿Estás seguro de que era ella?
—No al cien por ciento. Pero hay patrones. El tipo de evasión. El sigilo. Está claro que quien lo planeó sabía cómo no dejar rastros.
Hubo un silencio corto.
—¿Quién se atrevería a ayudarla? —masculló Roberto, con rabia contenida—. No importa. Porque se equivocaron. Pensaron que podían esconderla de mí.
—Roberto, cálmate. Si está en Ciudad Luz, la
cosa cambia. No es nuestra jurisdicción. No puedes simplemente…
—¿Tú me estás diciendo que la deje allá? ¿Con una nueva vida? ¿Como si todo lo que vivió conmigo no hubiera existido? ¿Cómo si yo no hubiese existido?
Steven apretó los dientes. Sabía que discutir no serviría.
—Solo te digo que tengas cuidado. Si haces un movimiento brusco, podría desaparecer de nuevo. Sin dejar ni una sombra.
Roberto se acercó a la ventana de su oficina. Miró el horizonte como si pudiera verla entre los edificios.
—No. Entonces la traeré de vuelta, solo necesito una carnada.
—¿Qué vas a hacer?
—Lo que sea necesario.
Y colgó.
Steven guardó su teléfono lentamente. Algo en la voz de Roberto lo inquietaba más que de costumbre. No era solo rabia. Era obsesión con hambre de caza.
Y si Gia realmente estaba en Ciudad Luz. El tiempo para detenerlo se estaba agotando.
Roberto levanto el teléfono y se contacto con la Tía Margaret, él ya sabía que ella había regresado, con una voz falsamente amigable, le dijo que Gia y él la visitarían, que Gia la extrañaba mucho. En su cabeza ya tenia todo un malévolo plan para hacer que Gia regresara.