Bertha

Marco recibió una visita inesperada.

¡Luis!, qué alegría me da verte.

Hola, hermano.

Veo que te ha ido bien, ¿dónde trabajas?

Me gradué de Licenciado en la comunicación. Trabajo en la tele, salgo en las noticias.

Órale, hermano, sí que la supiste hacer. En cambio, yo sigo de barrendero. Jamás fui a la escuela.

Aun así eres mi hermano favorito.

Soy tu único hermano.

Ah sí, ¿verdad?

Jajaja, chistoso.

Es broma, hermano, sabes que te quiero mucho. He esperado mucho este momento.

Y yo a ti.

Cuéntame, ¿que has hecho?

Pues me junté con una mujer con tres hijos. Prácticamente, yo les di la educación. Pero hace una semana la vi en la cama con su amante, y ve tú a saber desde cuándo me engaña.

Ay, hermano, ¿viviste mucho tiempo con ella y no te habías dado cuenta?

No, yo la saqué de la calle, y me pagó mal. La dejé en la casa que rentaba, y me salí. Ahora estoy rentando otra casa.

¿La amabas?

Bueno, no precisamente. Solo nos hacíamos compañía. No queríamos estar solos. De todos modos me molestó que haya hecho eso, no porque la amara, sino porque nos debíamos respeto ella y yo.

Y ahora, ¿vives solo?

Sí.

Yo tengo mi casa, si quieres puedes vivir conmigo.

No, ¿cómo crees?, no me gustaría darte problemas.

No es problema, tú me ayudaste mucho, ¿por qué no iba a ayudarte yo?

No te preocupes por mí, hermano, yo estoy bien.

Por favor, quiero agradecerte por haberme dejado en ese internado. Gracias a eso pude estudiar, ahí me trataron muy bien. Además, me va bien, gano bien, vivo solo.

Marco no supo qué decir.

¿Entonces?...

Está bien, me iré contigo, pero te ayudaré con los gastos.

No es necesario, Marco, mejor cómprate cosas para ti.

¿De verdad no te importa?

Por supuesto que no, tú me has ayudado bastante y ahora quiero corresponderte.

Ven aquí chaparro, Marco le dio un abrazo tan fuerte que casi lo ahoga.

Perdón, es que siento tanta alegría de que estés bien, hermano, dijo Marco.

Y yo me alegro de volver a verte.

Bueno, ayúdame a preparar las maletas, por favor.

Marco guardó sus pocas pertenencias y salió con su hermano para no volver más a esa casa ni a esa vida de vagancia (bueno, esos eran sus propósitos por el momento).

Marco estaba acostumbrado a andar por aquí y por allá. No tenía rienda ni nadie que le impidiera hacer lo que le diese su gana.

Le gustaba andar con muchas chicas, dejó de juntarse con mujeres desde que llevó a Eva a su casa. Aunque tenían sexo de vez en cuando, no deseaba andar con otra mujer, ya que consideraba a Eva y a sus hijos como suyos.

Pero ella lo traicionó, se metió con otro hombre en su propia casa y en su propia cama.

Después de eso ya no la quería volver a ver.

Le dolieron más los niños, que ella misma.

Marco y Luis vivían felices.

¿Sabes? Desde que me dejaste en el internado siempre soñé en volver a verte algún día.

Yo no quería dejarte ahí hermano, pero...

No digas nada, lo interrumpió Luis. Entendí que la vida no era andar de vago, tenía que prepararme para un futuro; las encargadas de ese internado me enseñaron a leer y a escribir, me enseñaron los valores de la vida y a luchar por mis sueños. Por eso te agradezco en el alma todo lo que me has hecho vivir, luchaste por mí hasta lo imposible para que no me faltara nada y mira ahora los resultados de eso, soy un hombre hecho y derecho con valores y una profesión.

Ya, hermano, me vas a hacer llorar, a Marco le brillaron los ojos, pero él intentó por todos los medios que no salieran sus lágrimas.

.

.

Bertha estaba llorando, su marido le había pedido el divorcio.

¿Por qué después de tantos años me vienes a pedir el divorcio ahora?, ¿en qué he fallado?

No eres tú, soy yo, no siento nada a tu lado. Lo siento, mi abogado vendrá a verte en estos días.

Está bien, si así lo deseas, así será.

Solo iré dos días a Estados Unidos y volveré por mis cosas.

Esta es tu casa, puedes hacer lo que quieras.

"Yo sé que es mi casa, prepárate porque a mi regreso tendrás que buscar otro lugar para vivir", pensó Félix con una sonrisa diabólica.

Bertha lo ayudó a preparar la maleta para solo dos días. En el fondo deseaba que Félix recapacitara y no se quisiera divorciar.

En ese tiempo Félix seguía viendo a Eli, le había prometido divorciarse de su esposa y llevarla a vivir a su casa, después de casarse con ella.

Félix iba a Estados Unidos a firmar los papeles que lo acreditaban como único dueño de la casa que compartía con Bertha.

Pensaba dejarla en la calle, y a sus hijos también. Solo les compraría una casa pequeña y barata de las que hay en los pueblos marginados, al cabo ella no necesitaba nada, para eso tenía a sus hijos.

Eli ya lo esperaba para acompañarlo al notario. Ya se sentía dueña y señora de la casa.

La maleta ya está lista, mi amor, perdón, Félix.

Gracias, de verdad que lo siento. Sí te quise, pero ya pasó. Te encontrarás otro hombre, ya verás.

No te molestes en decirme eso, yo sabré reponerme, no me cortaré las venas si eso es lo que piensas.

Me gusta oírte decir eso. Bueno, en dos días regresaré.

Adiós amor, yo te amaré siempre.

Félix se fue sin mirar atrás, en los ojos de Bertha veía mucho amor, y él se sentía mal por eso.

En el aeropuerto el notario esperaba a Félix, llevaba todos los documentos en regla, nada podía hacer que Félix despojara a Bertha de su casa y bienes, tanto económicos como en especie.

Llamaron a los pasajeros, Félix y su notario subieron al avión...

Iban felices, con esa cara de cómplices, al estar de acuerdo en algo turbio.

Ahora sí, vamos a nuestro destino, jajaj

Llevaban veinte minutos de vuelo cuando sintieron una turbulencia, el avión se sacudió peligrosamente, los pasajeros a bordo sintieron miedo, las azafatas trataron de calmarlos, pero sin resultados positivos.

Nuevas sacudidas.

¿Qué estará pasando?, preguntó Félix a su notario.

No lo sé, pero estoy seguro que el piloto sabrá hacer su trabajo. No se preocupe.

Eso espero...

Pero contrario a lo que se esperaba, el avión comenzó a perder altura y se precipitó hacia el vacío...