En una sociedad donde los alfas dominan en todos los aspectos, dos poderosas familias están en una lucha constante por el control económico y político de la nación. Sus herederos, Leonhard y Viktor, son ambos alfas reconocidos, cada uno con su propio imperio y legado, decididos a mantener sus territorios y el honor de su linaje intacto. Sin embargo, un repentino acuerdo entre ambas familias los obliga a un matrimonio de conveniencia, poniendo a prueba sus límites, ambiciones y emociones.
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Capítulo 13: Ajustando las Piezas
El salón principal de la mansión Blackwood estaba adornado con una elegancia opulenta que intimidaba incluso al más seguro de los invitados. La primera reunión oficial entre las familias Blackwood y Ivanov para anunciar públicamente el compromiso de Leonhard y Viktor era un evento que nadie en los círculos sociales quería perderse. Periodistas, empresarios y figuras políticas se agolpaban en el lugar, cada uno asegurándose de ser visto en la gala del año.
Leonhard estaba en la biblioteca adjunta al salón, revisando un informe que uno de sus asistentes había traído. Aunque su rostro permanecía impasible, su mente estaba en constante movimiento. La presencia de Viktor en la misma casa añadía una capa de tensión que no podía ignorar. Desde su encuentro en el restaurante, los recuerdos del desafiante brillo en los ojos de Viktor lo perseguían. Había algo en su actitud que lo irritaba y lo atraía en igual medida.
La puerta se abrió sin previo aviso, y Viktor apareció con un traje blanco que contrastaba con su cabello oscuro y resaltaba cada línea de su cuerpo. Leonhard apenas levantó la vista, manteniendo su expresión indiferente.
—¿Entrar sin llamar es un hábito tuyo o una estrategia para irritarme? —preguntó Leonhard, dejando los papeles sobre la mesa.
—Ambas cosas, tal vez —respondió Viktor con una leve sonrisa mientras cerraba la puerta detrás de él—. Aunque dudo que algo tan simple pueda molestarte. Siempre pareces tan... imperturbable.
Leonhard entrecerró los ojos, notando el tono sarcástico de Viktor. —Si vienes a practicar tus dotes de sarcasmo, te aseguro que esta no es la ocasión.
Viktor se acercó, apoyándose despreocupadamente contra la mesa. —No, vine porque pensé que deberíamos aclarar algunas cosas antes de enfrentarnos a la farsa que se está llevando a cabo allá afuera.
Leonhard alzó una ceja. —¿Aclarar qué, exactamente?
—Nuestra actuación —dijo Viktor, su tono más serio ahora—. Sé que te gusta tener todo bajo control, así que imagino que ya has pensado en cómo vamos a manejar esto.
Leonhard dejó escapar un suspiro, inclinándose hacia atrás en su silla. —Lo único que necesitas hacer es sonreír, saludar y comportarte como si estuvieras comprometido conmigo por voluntad propia. ¿Eso es demasiado pedir?
Viktor dejó escapar una risa baja. —¿Y qué pasa si no puedo evitar provocarte un poco? Admito que es bastante entretenido verte reaccionar, aunque sea mínimamente.
—Si intentas sabotear esto, no dudaré en devolver el golpe, Viktor —respondió Leonhard con frialdad, levantándose de su silla. Su altura y presencia física eran intimidantes, pero Viktor no retrocedió—. Recuerda que esto es tan importante para tu familia como lo es para la mía.
Viktor lo miró con una mezcla de desafío y curiosidad, sintiendo el leve tirón de atracción que siempre intentaba ignorar cuando estaban cerca. Era irritante lo fácil que Leonhard parecía dominar cada espacio que ocupaba, como si el mundo entero fuera un tablero de ajedrez en el que él siempre tenía la ventaja.
—No te preocupes, no arruinaré nada... por ahora —respondió Viktor, con un tono que implicaba más de lo que decía.
Leonhard inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos grises clavados en los de Viktor. —Espero que cumplas tu palabra. Ahora, si no hay nada más, deberíamos unirnos a los invitados.
—Por supuesto —dijo Viktor, alejándose de la mesa con una elegancia casi provocativa—. Será un placer fingir que te adoro ante toda esta gente.
Leonhard no respondió, pero no pudo evitar notar la seguridad en los movimientos de Viktor al salir de la habitación. Una parte de él se preguntó cuánto de esa actitud era una fachada y cuánto era genuino.
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El salón estaba lleno de murmullos cuando ambos aparecieron juntos. Las conversaciones se detuvieron momentáneamente mientras los ojos de todos se volvían hacia ellos. Viktor estaba acostumbrado a ser el centro de atención, y su sonrisa despreocupada lo hacía parecer perfectamente cómodo en el papel de prometido enamorado. Leonhard, por otro lado, mantenía su habitual expresión de neutralidad, pero había algo en su porte que transmitía una autoridad incuestionable.
—Parecen hechos el uno para el otro —susurró una mujer mayor entre los invitados, y Viktor tuvo que reprimir una sonrisa al escuchar el comentario.
—¿Disfrutando de la actuación? —murmuró Viktor mientras se inclinaba ligeramente hacia Leonhard, como si le estuviera susurrando algo romántico.
—Céntrate en mantener las apariencias, Viktor —respondió Leonhard en un tono apenas audible, sin apartar la mirada del público—. No quiero darte razones para arrepentirte de esto.
La velada continuó con discursos y brindis. Los padres de ambos aprovecharon la ocasión para alabar la unión estratégica que fortalecería sus familias y negocios. Viktor y Leonhard, por su parte, actuaron con una sincronización casi perfecta, intercambiando sonrisas y gestos sutiles que daban la impresión de complicidad.
Sin embargo, bajo la superficie, ambos estaban constantemente midiendo al otro, analizando cada palabra y acción. Había algo electrizante en su dinámica, una energía que parecía encenderse cada vez que estaban cerca. Aunque ninguno lo admitiría, la tensión entre ellos no solo era el resultado de su rivalidad, sino de una atracción que ambos se negaban a aceptar.
Cuando la noche llegó a su fin, Viktor y Leonhard encontraron un momento a solas mientras esperaban que sus respectivos coches llegaran.
—Debo admitir que eres mejor actor de lo que pensé —comentó Viktor, apoyándose contra una columna mientras miraba a Leonhard con una media sonrisa.
—Y tú eres más cooperativo de lo que esperaba —respondió Leonhard, sus ojos fijos en los de Viktor.
Hubo un momento de silencio entre ellos, una pausa que parecía cargada de algo más profundo. Pero antes de que ninguno pudiera decir algo, un asistente anunció que los coches estaban listos. Ambos rompieron el contacto visual al mismo tiempo, como si un acuerdo tácito los obligara a no cruzar esa línea.
—Buenas noches, Leonhard —dijo Viktor, con un tono que era tanto un desafío como una despedida.
—Buenas noches, Viktor —respondió Leonhard, su voz tan controlada como siempre.
Mientras se alejaban, ambos sabían que la verdadera batalla apenas estaba comenzando.
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