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Una Mujer En La Mafia

Una Mujer En La Mafia

Status: En proceso
Genre:Romance / Mafia
Popularitas:24k
Nilai: 5
nombre de autor: Ashly Rijo

En un mundo de lujos y secretos,Adeline toma el único trabajo que pudo encontrar para salir adelante: trabaja en un exclusivo bar para millonarios, sirviendo bebidas y entreteniendo a la clientela con su presencia y encanto. Aunque el ambiente opulento y las miradas de los clientes la incomodan, su necesidad de estabilidad económica la obliga a seguir.

Una noche, mientras intenta pasar desapercibida, un hombre misterioso le deja una desproporcionada cantidad de dinero como propina. Atraída por la intriga y por una intuición que no puede ignorar, Adeline a pesar de que aun no tenia el dinero que necesitaba decide permanecer en el trabajo para descubrir quién es realmente este extraño benefactor y qué intenciones tiene. Así, se verá atrapada en un juego de intrigas, secretos y deseos ocultos, donde cada paso la llevará más cerca de descubrir algo que cambiará su vida para siempre.

NovelToon tiene autorización de Ashly Rijo para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Cap 13

Pasé el día en el cuarto, atrapada en mis pensamientos. No quería salir ni enfrentarme a la mirada de mi tía, ni de nadie, realmente. No podía dejar de pensar en lo que había hecho, en cómo aquel hombre había caído tras el disparo y en lo extraño que era que no sintiera culpa, ni dolor. Solo un vacío, un eco frío que aún resonaba en mi pecho. Al medio día, mi tía subió con un plato de comida y me dio una mirada preocupada, pero no me presionó a hablar. Solo dejó el plato en una mesita y salió del cuarto, en silencio. Así fue todo el día.

Al caer la noche, me senté en el balcón, con la vista perdida en las luces lejanas. El aire fresco debería haberme tranquilizado, pero no lograba encontrar paz. Aún estaba en ese estado de inmovilidad cuando escuché un golpe en la puerta y la voz de Simón, algo más tranquila de lo usual.

—Ponte ropa casual. Vamos a salir —me anunció desde el otro lado de la puerta.

No tenía ganas de salir, pero al final, no podia protestar. Me metí a la ducha y dejé que el agua cayera sobre mí, como si pudiera lavar de alguna manera la impresión que seguía tatuada en mi mente. Cuando terminé, me puse un conjunto sencillo y bajé. Al llegar al pie de las escaleras, solo vi a Simón esperándome, apoyado casualmente contra la pared, sin rastro de James. Lo busqué con la mirada y le pregunté sin rodeos:

—¿Dónde está James? ¿No vendrá con nosotros?

Simón se encogió de hombros y me miró con una expresión algo calculadora antes de responder:

—Tiene algunos asuntos. No preguntes tanto; me ordenó que te comprara toda la ropa que quisieras. Y no es una pregunta.

Lo miré, atónita, tratando de entender si estaba bromeando, pero Simón lucía serio. Quise objetar, pero noté que no tenía intención de entrar en una discusión. Me indicó con un gesto que lo siguiera, así que subí a su auto, y salimos en silencio.

Después de unos minutos, llegamos a una tienda lujosa, una de esas boutiques de ropa en las que nunca hubiera puesto un pie si no fuera por esta situación tan extraña. La fachada de la tienda era tan impecable que intimidaba, y al entrar, el aire olía a una mezcla de fragancias elegantes y caras.

Simón apenas entró saludó a una de las encargadas, quien vino rápidamente, con una sonrisa profesional. Noté que ella se esforzaba por no mirarme demasiado, como si supiera algo que yo no sabía.

—Llévenos a la sección de ropa para dama —ordenó Simón, en ese tono autoritario al que ya estaba empezando a acostumbrarme.

La mujer nos guío hasta una sección en la que no faltaban prendas de diseñadores famosos, con precios que harían temblar a cualquiera. Me sentía algo incómoda, sabiendo que no pertenecía a ese mundo de lujo y elegancia.

—James no quiere que llegues con poca ropa. Así que… elige lo que quieras —me dijo Simón, como si me leyera la mente.

Suspiré y miré hacia los estantes llenos de ropa que parecía sacada de revistas de moda. A pesar de mis intentos de disimular, creo que Simón notó mi incomodidad.

—¿No te gusta? —me preguntó, casi en tono burlón—. Si quieres, elijo yo. Tengo buen gusto.

—Puedo elegir yo misma, gracias —le respondí, dándole una mirada fulminante.

Intenté concentrarme en encontrar algo que me gustara y no fuera exagerado. Elegí un par de vestidos, algunos conjuntos sencillos y un par de abrigos que me parecieron prácticos. La encargada parecía aliviada de ver que no estaba interesada en las prendas más extravagantes.

Después de un rato, Simón me observó con una expresión entre divertida y exasperada.

—Eres la primera persona que he visto ser tan cuidadosa para gastar dinero que no es suyo —comentó.

No le respondí, pero noté cómo sus palabras me afectaban. No quería sentirme en deuda, ni aprovecharme de nada de esto. Al final, Simón me pidió que le mostrara todo lo que había escogido y, sorprendentemente, asintió con aprobación.

—James estará conforme —dijo—. Y yo también. Es lo justo, después de lo que has hecho.

Lo miré de reojo, intentando interpretar sus palabras, pero no había rastro de sarcasmo en su voz. Parecía genuinamente satisfecho con mi selección.

Después de que terminaran de empacar las prendas, Simón y yo salimos de la tienda. Aún sentía una extraña mezcla de incomodidad y extrañeza; no estaba segura de si debía agradecerle o ignorarlo.

—¿Qué? —me preguntó Simón, notando mi silencio.

—Nada. Solo… gracias, supongo.

Él me miró con una sonrisa irónica.

—No me des las gracias a mí. A fin de cuentas, solo sigo órdenes.

Al subir al auto con Simón, el silencio se instaló entre nosotros. Aún procesaba todo, tratando de asimilar la opulencia de lo que acababa de vivir en esa tienda y la extraña sensación de estar rodeada de lujos que nunca me había planteado alcanzar. Estaba agradecida, pero también una inquietud me picaba en el fondo del pecho.

Simón parecía más relajado, una mano al volante y la otra apoyada casualmente en la ventana. Observaba de reojo mi expresión, aunque no decía nada. Finalmente, cuando el silencio se volvió demasiado pesado, decidí hablar.

—¿Por qué todo esto? —dije, mirando hacia la ventana y sintiéndome algo vulnerable al hacer la pregunta.

—¿A qué te refieres? —respondió él, sin mirarme, pero con un tono que daba a entender que esperaba esa pregunta.

—Ya sabes… toda esta ropa, la mansión, las cosas que James hace… Incluso esta especie de protección que insiste en darme —dije, recordando la escena que había ocurrido, y cómo él me había salvado, de nuevo, sin decirlo directamente.

Simón sonrió un poco, pero la sonrisa se desvaneció rápidamente, quedando solo una expresión pensativa. Luego habló, y su voz era sorprendentemente suave.

—James tiene sus razones. Hay cosas que uno hace porque quiere, y hay otras que hace… por promesas, o por deuda.

Lo miré, sintiendo que había algo más detrás de esas palabras. La mención de “deudas” y “promesas” no me dejaba tranquila. Algo en su tono me hizo pensar.

—¿Y tú? ¿Por qué haces todo esto? —pregunté en voz baja, no esperando realmente una respuesta.

Simón se encogió de hombros.

—Soy parte de su círculo cercano. Somos como una especie de… familia extraña. Quizá no lo entiendas, pero… algunos de nosotros debemos nuestra vida a James. Él tiene esa forma de arrastrarte a su mundo sin que te des cuenta.

Mis pensamientos se entremezclaban, tratando de entender cómo encajaba yo en esa "familia" de la que Simón hablaba. Finalmente, me di cuenta de que había mucho más de lo que veía en la superficie, y que, tal vez, James no solo me estaba protegiendo… sino que había algo de mi pasado y de mi familia que aún no entendía.

Simón, sin embargo, no añadió más, como si esa respuesta ya hubiera sido suficiente para él.

Pronto, el auto se detuvo frente a la mansión. Bajé con todas las bolsas en la mano, y mientras caminaba hacia la puerta, Simón me siguió de cerca. Parecía que había algo más que quería decirme, pero no encontraba las palabras, y yo tampoco estaba segura de querer escucharlas.

Cuando entramos, mi tía ya estaba esperándome en la sala, con esa mirada que decía claramente que tenía muchas preguntas. Ignoré sus inquisitivas miradas y subí con rapidez a mi habitación, dejando las bolsas sobre la cama. No tenía energía para hablar con nadie, ni siquiera con ella. Necesitaba tiempo, espacio… y entender todo lo que estaba viviendo.

Apenas un par de minutos después de entrar en mi habitación, escuché un golpecito en la puerta. Asumí que sería mi tía, así que, con un suspiro, dije:

—Entra.

Para mi sorpresa, no era mi tía. Era James.

—Te veo un poco abrumada —comentó, con esa sonrisa calmada y calculadora.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, sintiéndome molesta por su repentina aparición.

Él levantó una ceja, sin parecer afectado por mi tono.

—¿Acaso no era yo quien te traía todo este “estrés”? —replicó con ironía, cruzando los brazos y recargándose contra el marco de la puerta—. Solo vine a asegurarme de que estás bien después de… lo que sucedió ayer.

No podía soportar la calma en su mirada, como si todo lo que había pasado fuera solo otro día de trabajo para él.

—No sé qué estás jugando, pero no pienso estar bajo tus órdenes para siempre, James —le espeté.

James dio un paso hacia adelante, su expresión volviéndose seria.

—No tienes que estar bajo mis órdenes, Adeline. Pero sabes tan bien como yo que necesitas respuestas. Y también sabes que yo soy el único que te las puede dar.

No respondí. Lo odiaba por eso. Por tener razón, y por saber exactamente cómo manipular cada situación para mantenerme en su órbita. El día se había vuelto una espiral de emociones, y ahora, mirándolo, sentía que cualquier decisión que tomara lo involucraba a él, directa o indirectamente.

Finalmente, James suspiró y se dio media vuelta, dirigiéndose hacia la puerta.

—Descansa —dijo en un tono mucho más bajo—. Mañana será otro día… y créeme, Adeline, va a ser interesante.

Luego salió, dejándome en mi habitación con mil pensamientos girando en mi mente, sin saber aún si podía confiar en él o si estaba perdiendo el control de mi vida sin darme cuenta.

Mientras intentaba acomodarme en la cama, mi teléfono comenzó a vibrar, interrumpiendo mis pensamientos. Miré la pantalla y vi el nombre de Mario, mi ex, parpadeando en el identificador de llamadas. No podía creerlo; hacía días que no hablábamos, y justo ahora, en medio de todo el caos, él decidía llamar. Al principio dudé, pero algo en mí me hizo contestar.

—¿Aló? —dije en voz baja, casi como si no quisiera que nadie más escuchara.

Al otro lado de la línea, su voz se escuchaba ronca y arrastrada, claramente bajo los efectos del alcohol.

—Ade... ¿por qué? ¿Por qué no me llamas? —dijo, su tono quejumbroso y lento.

Suspiré, sin saber si realmente tenía la paciencia para esto ahora. Intenté mantenerme tranquila, pero su voz solo hizo que me sintiera más cansada.

—Mario, ya te expliqué las cosas. Terminamos. No hay más que hablar, y menos si estás borracho —le respondí, tratando de sonar firme, aunque me costaba encontrar energía para esta conversación.

—¿Terminamos? —rió, pero su risa era amarga—. No, Ade. No creo que hayamos terminado. Ni siquiera me diste una razón. ¿Fue por mis amistades? o ¿Por mi?

Escuchar aquello salir de la boca de Mario me hizo tensarme. Acaso no se daba cuenta que no era feliz.

—Mario, no tiene nada que ver con tus amistades —le dije, exasperada—. Las cosas entre nosotros ya no estaban funcionando, eso es todo.

—¿Nada que ver? —Su voz sonaba irónica—. Entonces dime, ¿por qué no contestabas mis mensajes? ¿Por qué desapareciste?

Hice una pausa, pensando si debía siquiera responder. La verdad era demasiado complicada, y Mario no merecía estar involucrado en todo esto.

—Mario, por favor… sigue con tu vida, ¿sí? Te deseo lo mejor, pero ya no soy parte de ella. Solo… déjalo así.

Por un momento, pensé que lo había logrado. El silencio se extendió por la línea, y casi sentí alivio. Pero entonces él comenzó a reír de nuevo, una risa amarga y rota.

—Claro, claro… “vive tu vida, Mario” —se burló—. Pues, ¿sabes qué? Para mi sigues siendo mía.

La llamada se cortó de repente. Me quedé con el teléfono en la mano, sintiéndome aún más agotada. No quería lastimarlo, pero tampoco podía permitir que él se quedara con una falsa esperanza.

1
Rita García
achingau mira a esta niña así la Ade tratar su madre
Rita García
no la creyó presa fasil
Rita García
no ouedeser que le hicieron quien fue apoco si fue vella
Rita García
uf hasta que porfin
Rita García
jajajaja ya no quiere esperar más
Rita García
jajajaja ya como que se están haser ando más
Rita García
que bonito es el amor lo malo que ninguno de los dos da su brazo a toser
Rita García
está muy interesante estoy muy intrigada en ver qué sigue
Rita García
ay si que es mucha responsabilidad sobre eya pero junto a el todo va haser más fasil
Rita García
pues nimodo ahora tiene que hacerse responsable de su herencia
Rita García
híjole si que se la puso buena su papá
Rita García
hasta cuándo van a seguir así de todos modos ca agarrar el dinero de su padre ya lo que a hecho y pues va derechito haser lo mismo
Rita García
me gusta está padrísima gracias autora no quisiera dejar de leer
Ashly Rijo: Ese es el punto jjjj. Gracias.
total 1 replies
Rita García
jaso eso me IVA Adar mucho coraje eyas pasando penurias aviendole dejado tanto dinero su padre
Rita García
los hasia más viejos que Adeline
Rita García
jajajaja yo dije que estos dos se gustaban demasiado solo querían tantito
Rita García
jajajaja ese ya se enamoro de eya por eso hiso eso y eya no se queda mucho atrás
Rita García
jajajaja se está poniendo interesante esto
Rita García
híjole está cabron como pudo haser eso es como si el tuviera un iman con eya
Rita García
ajijos que trama este hombre
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