Un relato donde el tiempo se convierte en el puente entre dos almas, Horacio y Damián, jóvenes de épocas dispares, que encuentran su conexión a través de un reloj antiguo, adornado con una inscripción en un idioma desconocido. Horacio, un dedicado aprendiz de relojero, vive en el año 1984, mientras que Damián, un estudiante universitario, habita en el 2024. Sus sueños se transforman en el medio de comunicación, y el reloj, en el portal que los une. Juntos, buscarán la forma de desafiar las barreras temporales para consumar su amor eterno.
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CAPÍTULO 12: EL VIAJE
En el apartamento de Damián, la risa y el bullicio llenaban el espacio, mientras él, Marcos y Gustavo celebraban el fin del semestre. Damián levantó su botella de cerveza, brindando con entusiasmo.
— ¡Por nosotros, chicos! ¡Lo logramos!
Marcos, con una sonrisa amplia, chocó su botella con la de Damián.
— ¡Salud! No puedo creer que finalmente hayamos terminado. Este semestre fue una locura.
Gustavo, siempre el más tranquilo del grupo, tomó un sorbo de su cerveza antes de hablar.
— Sí, pero lo logramos juntos. Eso es lo que importa.
La mesa estaba cubierta de cajas de pizza, algunas ya vacías, otras aún con un par de rebanadas. El aroma a queso derretido y pepperoni llenaba el aire, mezclándose con el olor a cerveza fría. Damián se recostó en su silla, sintiendo una mezcla de alivio y satisfacción.
— ¿Y ahora qué sigue? preguntó Marcos, tomando una rebanada de pizza. —¿Algún plan para las vacaciones?
Damián se encogió de hombros.
— No mucho. Tal vez un viaje corto, pero nada concreto. Quiero descansar y disfrutar un poco de tiempo libre.
Gustavo asintió.
— Yo también. Necesito desconectarme un poco. Este semestre me dejó agotado.
Damián, con una chispa de emoción en los ojos, se inclinó hacia adelante.
— De hecho, tengo una idea. Tengo que visitar a mi familia en Buena Ventura. ¿Por qué no vienen conmigo? Así no me aburriría tanto y tendría lo mejor de ambos mundos: a mi amada familia y a mis amigos más cercanos.
Marcos sonrió ampliamente.
— ¡Me parece una excelente idea! También debería visitar a mi familia, tengo ya mucho tiempo que no voy.
Gustavo, aunque sonrió, sintió una punzada de tristeza. Hasta ahora, Damián solo lo consideraba un buen amigo, pero él ya sentía algo más profundo. Sin embargo, vio en este viaje una oportunidad para acercarse más a Damián.
— Cuenta conmigo, Damián. Será divertido.
Damián con una sonrisa.
— Será genial un viaje juntos.
...🕰️🕰️🕰️...
Pasaron unos siete días desde la celebración, y el fin de semana finalmente llegó. La emoción del viaje a Buena Ventura llenaba el aire mientras Damián, Marcos y Gustavo se preparaban para partir. El coche estaba cargado con maletas, provisiones y una lista de reproducción cuidadosamente seleccionada por Gustavo.
— ¿Listos para la aventura?, preguntó Damián, ajustando el retrovisor.
— ¡Listos!, respondieron Marcos y Gustavo al unísono.
El viaje comenzó con risas y música, el coche se llenó de una energía contagiosa. A medida que se alejaban de la ciudad, el paisaje cambiaba, dando paso a campos verdes y montañas en la distancia.
Damián señalaba lugares de interés, y le compartía a Gustavo anécdotas de su infancia, haciendo que el viaje fuera aún más especial.
— Allí solía jugar cuando era niño, dijo Damián, señalando un parque a lo lejos. —Pasaba horas allí con mis amigos. ¿Lo recuerdas Marcos?
Marcos asintió con una sonrisa melancólica.
— Como no recordar Damián, fueron días muy bonitos, de los mejores de nuestras vidas.
Para Gustavo, cada momento era una oportunidad para acercarse más a Damián. Finalmente, llegaron a Buena Ventura. La pequeña ciudad los recibió con su encanto habitual, las calles tranquilas y las casas pintorescas creando una atmósfera acogedora. La familia de Damián los esperaba en la puerta, con sonrisas y abrazos para todos.
— ¡Bienvenidos!, exclamó Fernanda, la madre de Damián, abrazando a su hijo con fuerza. — Es un placer tenerlos aquí.
Gustavo se presentó, sintiéndose rápidamente como en casa. La tarde transcurrió entre charlas y risas, con la familia de Damián compartiendo historias y anécdotas. Gustavo observaba a Damián con cariño, sintiendo que este viaje podría ser el comienzo de algo más.
En medio de la reunión, Emilia, la hermanita de Damián, sentada sobre sus piernas le expresaba todo su cariño.
— Te quiero, hermanito. Te extrañaba, dijo con una sonrisa dulce.
Damián la abrazó con ternura.
— Yo también te extrañé, Emilia. Es bueno estar de vuelta.
Eduardo, el padre de Damián, comentó mientras servía más bebidas.
— Ángelo, regresa mañana de un viaje de trabajo. También está ansioso por verte.
— ¡Qué bien! Será genial ver a Ángelo, respondió Damián, sintiendo una calidez familiar que hacía tiempo no experimentaba.
Esa noche, mientras se preparaban para dormir, Gustavo se acercó a Damián.
— Gracias por invitarme, Damián. Significa mucho para mí.
Damián sonrió, tocado por la sinceridad de Gustavo.
— Gracias a ti por venir. Este lugar es especial para mí, y tenerte aquí lo hace aún mejor.
Damián apagó la luz, sumiendo la habitación en una penumbra acogedora.
— Buenas noches, Gustavo.
— Buenas noches, Damián, respondió Gustavo, con su voz apenas como un susurro en la oscuridad.
El silencio se instaló entre ellos, solo roto por el suave sonido de sus respiraciones. Justo cuando el sueño comenzaba a envolverlos, Gustavo se removió en su cama, incapaz de contener una última pregunta.
— Damián, ¿mañana vendrá Marcos?
Damián, medio adormilado, respondió con voz tranquila.
— Sí, hoy se quedó con su familia, pero mañana vendrá a almorzar con nosotros. Vamos a organizar todo para el viaje a las montañas.
Gustavo sonrió en la oscuridad, sintiendo una mezcla de alivio y anticipación.
— Perfecto. Será genial tenerlo aquí.
...🕰️🕰️🕰️...
El sol brillaba alto en el cielo cuando Marcos llegó a la casa de Damián, justo a las doce del mediodía. La casa estaba impregnada de los aromas deliciosos que emanaban de la cocina, donde Fernanda, había preparado un banquete especial. Todo estaba dispuesto en la mesa, con una atención al detalle que reflejaba el cariño y la dedicación de la madre de Damián.
— ¡Marcos, justo a tiempo!, exclamó Damián al abrir la puerta, con su rostro iluminado por una sonrisa. — Pasa, todo está listo.
Marcos entró saludando a todos con entusiasmo.
— ¡Hola a todos! Huele increíble aquí.
Mientras se acomodaban en la mesa, la puerta principal se abrió de nuevo, y Ángelo, el hermano mayor de Damián, entró con una sonrisa radiante.
— ¡Familia, ya estoy aquí!
Ángelo abrazó fuertemente a su hermano Damián, quien le devolvió el abrazo con igual entusiasmo.
— ¡Ángelo! Me alegra verte.
Damián presentó a Gustavo, quien saludó a Ángelo con una sonrisa pícara.
— Hola, Ángelo. He oído mucho sobre ti.
Ángelo le devolvió la sonrisa, pero pronto apartó a Damián hacia un rincón, buscando un momento de privacidad.
— Damián, ¿puedo preguntarte algo?
— Claro, dime, respondió Damián, curioso.
Ángelo bajó la voz, mirándolo con seriedad.
— ¿Gustavo es tu novio?
Damián se sonrojó y sonrió tímidamente.
— No, no es mi novio. Solo estamos saliendo juntos, pero aún no sé si seremos novios. Hasta ahora, el hombre de mis sueños sigue estando en mis sueños, literalmente.
Ángelo asintió, comprendiendo.
— Bueno, parece un buen tipo. Espero que todo salga bien.
— Gracias, Ángelo, dijo Damián, sintiendo el apoyo de su hermano.
Regresaron a la mesa, donde el almuerzo transcurrió en un ambiente de alegría y camaradería.
Luego del almuerzo, los miembros de la familia se levantaron de la mesa, llevando los platos vacíos a la cocina. Sin embargo, en la mesa del comedor, permanecieron Damián, Gustavo y Marcos, inmersos en la planificación de su próxima aventura.
El sol de la tarde se filtraba a través de las ventanas, Damián sacó su iPhone y abrió Google Maps, colocando el dispositivo en el centro de la mesa. Los tres amigos se inclinaron hacia adelante, con sus rostros iluminados por la pantalla.
— Entonces, ¿cuál es la primera parada? preguntó Marcos, con su voz llena de entusiasmo.
Damián deslizó el dedo por la pantalla, señalando un punto en el mapa.
— Aquí, en el mirador de Las Águilas. Es un lugar increíble para ver el amanecer.
Gustavo, escuchaba a sus amigos con atención.
— Perfecto. ¿Y después?
— Después, podemos hacer una caminata hasta la cascada de Los Susurros, continuó Damián. — Es un sendero hermoso y no muy difícil.
Marcos, asintió.
— Me encanta la idea. ¿Y para alojarnos?
— Nos quedaremos en unas cabañas cercanas al lago, explicó Damián. — Es un lugar perfecto para relajarse después de un día de exploración.
Marcos sonrió ampliamente.
— Eso suena excelente. Pero creo que deberíamos reservar dos cabañas.
Damián levantó una ceja, curioso.
— ¿Dos cabañas? ¿Por qué?
Marcos se inclinó hacia adelante, con una sonrisa traviesa.
— Voy a invitar a mi amigo Franklin. No quiero ir de chaperón y pretendo pasar unos días con mucha acción de la buena.
Gustavo soltó una carcajada, mientras Damián sacudía la cabeza, divertido.
— Está bien, reservaremos dos cabañas entonces.
La planificación continuó, con risas y sugerencias. La emoción del viaje llenaba el aire, prometiendo una aventura inolvidable en las montañas. Cada detalle era discutido con entusiasmo, desde las provisiones necesarias hasta las rutas que tomarían, asegurándose de que todo estuviera perfectamente organizado. Finalmente, con el itinerario decidido y las expectativas en alto, los tres amigos se recostaron en sus sillas, satisfechos con sus planes.
...🕰️🕰️🕰️...
El amanecer del domingo llegó con una serenidad que solo las primeras horas del día pueden ofrecer. El cielo, prometía un día despejado y perfecto para la aventura que Damián, Gustavo y Marcos habían planeado con tanta determinación.
Con el desayuno terminado y las maletas cargadas en el coche, los tres amigos se despidieron de la familia de Damián y se pusieron en marcha. El coche avanzaba por las calles aún desiertas de Buena Ventura, mientras el sol comenzaba a elevarse en el horizonte, bañando el paisaje con una luz dorada.
— ¿Todo listo para la primera parada?, preguntó Marcos desde el asiento del copiloto, mirando el mapa en el iPhone de Damián.
— Sí, el mirador de Las Águilas está a unas dos horas de aquí, respondió Damián, concentrado en la carretera.
Gustavo, sentado en el asiento trasero, revisaba la lista de reproducción que había preparado para el viaje.
— Tengo la música perfecta para el camino, dijo, conectando su teléfono al sistema de sonido del coche. Pronto, las melodías llenaron el vehículo, creando una atmósfera de alegría.
El viaje transcurrió sin contratiempos, con risas y conversaciones que fluían con la facilidad de la amistad de años. A medida que se acercaban a su destino, el paisaje se volvía más montañoso, con verdes colinas y picos majestuosos que se alzaban contra el cielo azul. Finalmente, llegaron al mirador de Las Águilas. El lugar estaba desierto, y los tres amigos se maravillaron ante la vista panorámica que se extendía ante ellos. El sol, ahora completamente visible, iluminaba el valle abajo, creando un espectáculo de luces y sombras.
— Es aún más hermoso de lo que imaginaba, dijo Gustavo, con la voz llena de asombro.
— Definitivamente valió la pena madrugar, añadió Marcos, sacando su cámara para capturar el momento.
Damián, con una sonrisa de satisfacción, se sentó en una roca cercana, disfrutando del paisaje.
— Este es solo el comienzo, dijo. — Aún nos quedan muchas aventuras por delante.
Después de un rato, volvieron al coche y continuaron su viaje hacia la cascada de Los Susurros. El camino era sinuoso y estrecho, pero la emoción de la aventura mantenía a los tres amigos alerta y entusiasmados.
— ¿Cuánto falta para llegar a las cabañas?, preguntó Gustavo, mirando el Google Maps.
— Un par de horas más, respondió Damián. — Pero primero, haremos una parada en la cascada.
Cuando finalmente llegaron a la cascada de Los Susurros, el sonido del agua cayendo les dio la bienvenida. El sendero que conducía a la cascada estaba rodeado de vegetación exuberante, y el aire estaba lleno del aroma fresco de la naturaleza.
— Es impresionante, dijo Marcos, mirando la cascada con admiración.
— Vamos a acercarnos, sugirió Damián, liderando el camino.
Pasaron un tiempo explorando la zona, disfrutando de la tranquilidad y la belleza del lugar. Luego, regresaron al coche y se dirigieron a las cabañas cercanas al lago, donde pasarían la noche.
— Espero que Franklin llegue a tiempo, comentó Marcos, mientras descargaban las maletas.
— Seguro que sí, respondió Damián.
— Vamos a instalarnos y luego lo esperamos.
Las cabañas eran acogedoras y estaban perfectamente situadas junto al lago, ofreciendo una vista espectacular y extremadamente romántica. Los tres amigos se acomodaron rápidamente, emocionados por las aventuras que les esperaban en los días siguientes.
La noche cayó sobre las montañas, envolviendo el lago en un manto de estrellas. La luna, iluminaba el paisaje con una luz plateada, creando un ambiente mágico y sereno. Las cabañas, situadas junto al lago, se convirtieron en el epicentro de una celebración que prometía ser inolvidable. Franklin llegó poco después del anochecer, su presencia fue anunciada por el sonido de su coche acercándose por el camino de grava.
— ¡Franklin, justo a tiempo!, exclamó Marcos, corriendo a saludar a su amigo.
— ¡Hola a todos!, respondió Franklin, —¿Listos para la fiesta?
— Más que listos, dijo Damián, levantando una botella de cerveza en señal de bienvenida. — Vamos a encender la fogata.
En cuestión de minutos, una gran fogata ardía en el centro del claro. El crepitar de la madera y el calor del fuego creaban una atmósfera acogedora y festiva. Marcos y Franklin se encargaron de preparar la parrilla, mientras Gustavo y Damián se aseguraban de que nunca faltara cerveza.
— Esta noche va a ser épica, comentó Marcos, colocando los primeros trozos de carne sobre la parrilla.
— Definitivamente, coincidió Gustavo, brindando con Damián. — Por las aventuras y las buenas compañías.
La música llenaba el aire, y las risas resonaban alrededor de la fogata. La comida era abundante y deliciosa, y la cerveza fluía sin cesar. A medida que la noche avanzaba, el ambiente se volvía cada vez más animado. Damián, en particular, parecía estar disfrutando al máximo. Su risa era contagiosa, y sus mejillas estaban sonrojadas por el alcohol.
— ¡Esta es la mejor noche de mi vida!, exclamó, levantando su botella de cerveza una vez más.
— ¡Salud por eso!, respondió Franklin, chocando su botella con la de Damián.
Sin embargo, a medida que las horas pasaban, el efecto del alcohol comenzó a hacer mella en Damián. Sus movimientos se volvieron más torpes, y su voz, más arrastrada. Gustavo, siempre atento, notó que su amigo estaba llegando a su límite.
— Damián, creo que es hora de que te vayas a descansar, sugirió Gustavo, con una sonrisa comprensiva.
Damián intentó protestar, pero sus palabras se perdieron en un murmullo incoherente.
— No… estoy bien… solo un poco más…
Gustavo se acercó y le puso una mano en el hombro.
— Vamos, Damián. Mañana tenemos un día largo por delante. Te llevaré a la habitación.
Con cuidado, Gustavo ayudó a Damián a levantarse. Los demás continuaron con la fiesta, mientras Gustavo lo guiaba hacia la cabaña.
Al llegar a la cabaña, Gustavo ayudó a Damián a acostarse en la cama.
Damián, con los ojos vidriosos y perdidos, murmuraba incoherencias. En su mente nublada, el rostro de Gustavo se transformaba en el de Horacio, su verdadero amor, el que se le aparecía en los sueños. Con una voz quebrada y llena de nostalgia, murmuró:
—Eres tú…, ¿eres tú?
Gustavo, sorprendido, lo miró con preocupación. Antes de poder reaccionar, Damián lo abrazó con fuerza, como si temiera que se desvaneciera en el aire. Gustavo, desconcertado, intentó apartarse, pero la fuerza del abrazo de Damián lo mantuvo inmóvil.
—Damián, ¿qué estás haciendo? —preguntó Gustavo, tratando de entender la situación.
Damián le susurró con la voz entrecortada:
—Quiero hacerte mío.
Gustavo, aún más confundido, intentó razonar con él:
—Damián, estás seguro de lo que me dices, creo que tienes que calmarte.
Pero Damián, en su estado de embriaguez, no escuchaba razones. Con un fuerte impulso, besó a Gustavo apasionadamente, vertiendo en ese beso toda el amor que era para Horacio. Gustavo, sorprendido y sin saber cómo reaccionar, se quedó inmóvil, sintiendo la intensidad del momento.
En el calor de la noche, Gustavo se abandonó al deseo, permitiendo que Damián lo reclamara de una manera que ningún otro hombre había logrado antes. Esa noche, Gustavo sintió que su ser entero le pertenecía a Damián, como si cada fibra de su ser estuviera entrelazada con su esencia, sin embargo, los besos y las caricias que le regalaba le pertenecían solo a Horacio. La intensidad de ese momento lo unió de una forma profunda y trascendental a Damián, dejando una marca imborrable en su alma.
Que emoción