Alejandro es un exitoso empresario que tiene un concepto erróneo sobre las mujeres. Para él cuánto más discreta se vean, mejores mujeres son.
Isabella, es una joven que ha sufrido una gran pérdida, que a pesar de todo seguirá adelante. También es todo lo que Alejandro detesta, decidida, libre para expresarse.
Indefectiblemente sus caminos se cruzarán, y el caos va a desatarse entre ellos.
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Una promesa inquebrantable
Isabella salió de la oficina de don Rafael con el corazón más ligero. El hombre había sido comprensivo y le había asegurado que hablaría con Alejandro para resolver la situación. Aunque aún sentía un nudo en el estómago, se aferraba a la esperanza de que todo saldría bien.
Se dirigió rápidamente al colegio para recoger a Ian, deseando poder abrazarlo y encontrar en su pequeña sonrisa el consuelo que tanto necesitaba. Al llegar, lo halló esperándola en la entrada. En cuanto él la vio, corrió hacia ella con los brazos abiertos.
-¡Isa!- gritó el niño, lanzándose a sus brazos. Isabella se agachó para abrazarlo con fuerza, sintiendo un alivio inmenso.
-Hola, mi amor- dijo, acariciándole el cabello. -¿Cómo te fue hoy en el colegio?
El pequeño sonrió y le tomó la mano con determinación.
-Ven, quiero mostrarte algo- le dijo, tirando de ella hacia el patio del colegio.
La muchacha lo siguió, curiosa y un poco preocupada por la urgencia en su voz. Al llegar al patio, se detuvieron frente a un grupo de niños que jugaban y reían. Ian se adelantó, levantando la voz para captar su atención.
-¡Ella es mi mamá!- anunció, con un orgullo y una determinación que dejaron a Isabella sin aliento.
Los niños se quedaron en silencio por un momento, mirándolos con curiosidad. Luego, una niña del grupo se acercó y sonrió.
-¿De verdad es tu mamá?- preguntó, con un tono amigable.
Ian asintió vigorosamente.
-Sí, y es la mejor mamá del mundo.
Isabella, aunque estaba sorprendida, no pudo evitar sonreír ante la valentía de su hermano. Los otros niños parecieron aceptar la declaración sin más preguntas, y pronto volvieron a jugar, y mientras los dos se alejaban del grupo de niños podían oir algunos murmullos de parte de los pequeños, que iban desde ¿vieron les dije que era su mamá? hasta ¡es una mamá muy bonita!
Una vez que salieron del colegio y se subieron al auto, Isabella miró a Ian con ternura y curiosidad. -Ian, cariño- dijo- ¿por qué dijiste que soy tu mamá frente a todos esos niños?
Ian bajó la mirada, jugueteando nerviosamente con sus manos.
-Es que... los otros niños se burlaban de mí porque no tengo mamá. Decían cosas feas y me hacían sentir mal. Así que les dije que tú eres mi mamá- le explicó el pequeño mientras que sus manos se movían nerviosas sobre su regazo- Algunos me creyeron, pero otros no... ¿Está mal que se los haya dicho?
Isabella sintió una punzada de dolor en el corazón, entonces le tomó las manos con cariño.
- No, mi amor, no está mal. Entiendo por qué lo hiciste- respondió con ternura- y quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti, como una mamá.
Ian la miró con ojos brillantes.
-¿Entonces puedo seguir llamándote mamá al menos delante de los desconocidos?- indagó el pequeño.
Isabella sonrió, sintiendo una ola de amor por su pequeño hermano.
-Sí, puedes. Seré tu mamá y todo lo que necesites que sea.
El niño sonrió ampliamente y la abrazó con fuerza. -Gracias, Isa- replicó el pequeño sintiéndose aliviado en su interior- Estoy seguro de que mamá, allá en el cielo debe estar tan feliz como yo.
Isabella condujo de regreso a casa con una mezcla de emociones en el pecho. La ternura y el amor por Ian se mezclaban con la incertidumbre sobre su futuro en la empresa y el temor a no ser suficiente para él. Sin embargo, la promesa que había hecho a su madre seguía siendo su ancla. Tenía que ser fuerte por Ian, tenía que ser su madre y su hermana, su todo.
Al llegar a casa, luego de que Ian se aseara, prepararon la cena juntos, riendo y charlando sobre el día. El niño parecía mucho más feliz y relajado, y eso le daba a Isabella la fuerza que necesitaba para enfrentar lo que viniera. Después de cenar, se sentaron en el sofá a ver una película. La muchacha lo abrazó, sintiendo la calidez y la seguridad de su pequeño cuerpo contra el suyo.
-Te quiero mucho, Ian- susurró, dejando un beso sobre l a cabeza de su hermanito
-Y yo a ti, Isa- respondió él, acurrucándose más cerca.
Isabella cerró los ojos por un momento, agradecida por el amor y la resiliencia que compartían. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero estaba decidida a hacerlo lo mejor posible por Ian. Había prometido cuidar de él y ser feliz, y no pensaba romper esa promesa.
Esa noche, después de acostar a Ian, Isabella se sentó en su cama y reflexionó sobre el día. Había sido difícil y lleno de altibajos, pero también había momentos de amor y conexión que le recordaban por qué seguía luchando. Se prometió a sí misma que, sin importar cuán desafiantes fueran las circunstancias, encontraría una manera de salir adelante. Por Ian, y por la memoria de su madre, seguiría siendo fuerte.
Esa misma tarde, don Rafael estaba decidido a solucionar el problema de Isabella, así que luego de hablar con ella, salió de su oficina con paso firme y se dirigió a la de Alejandro. Sabía que su hijo podía ser terco y difícil de tratar, pero estaba seguro de que esta vez tenía que hacerlo entrar en razón.
Entró en la oficina sin siquiera golpear la puerta. Alejandro levantó la mirada de los papeles que estaba firmando, visiblemente sorprendido.
-Papá, ¿qué haces aquí?- preguntó Alejandro, con un tono de voz cargado de irritación.
Don Rafael cerró la puerta tras de sí y se acercó al escritorio de su hijo, apoyándose en él.
-Alejandro, no voy a perder tiempo con rodeos. ¿Por qué despediste a Isabella?
Alejandro se recostó en su silla, cruzando los brazos sobre el pecho.
-Esa chica no es lo que necesito. No es adecuada para este puesto.
Don Rafael lo miró con incredulidad.
-¿Y en qué te basas para decir eso? ¿En su ropa?
Alejandro bufó.
-No se trata solo de su ropa, papá. Es todo, es ella en general. No me inspira confianza. No tiene la presencia adecuada para ser mi asistente personal. Es demasiado... llamativa.
El tono de Alejandro mostraba desprecio y desconfianza. Don Rafael sintió una punzada de frustración.
-Alejandro, te he enseñado a juzgar a las personas por su capacidad y su carácter, no por su apariencia. Isabella es una chica trabajadora, competente y está pasando por un momento muy difícil. Necesita esta oportunidad.
Alejandro negó con la cabeza.
-No me importa, papá. No quiero a alguien así en mi oficina. No me siento cómodo, con mujeres como ella.
Don Rafael respiró hondo, tratando de mantener la calma.
-¿Y tus prejuicios personales deben influir en las decisiones de la empresa? Estás dejando que tu desconfianza hacia las mujeres te ciegue. Isabella merece una oportunidad como cualquier otra persona.
Alejandro se levantó de su silla, frustrado.
¡No es un prejuicio, papá! Es una decisión profesional. Ella no es adecuada.
Don Rafael lo miró directamente a los ojos. -Alejandro, estás cometiendo un grave error. Y te advierto que no voy a permitir que esa chica sufra por tus inseguridades. Ella tiene todo el derecho de demostrar su valía. Si no puedes verlo, entonces eres tú quien no está preparado para este puesto.
Alejandro apretó los puños, sintiéndose acorralado. -¿Estás cuestionando mi capacidad para dirigir esta empresa?
Don Rafael suspiró, sintiéndose agotado por la terquedad de su hijo.
-No, Alejandro. Estoy cuestionando tu capacidad para ser justo. Tienes que aprender a separar tus emociones de tus decisiones empresariales. Si no puedes hacerlo, no serás el líder que esta empresa necesita.
Alejandro permaneció en silencio, sus pensamientos girando en una tormenta de confusión y enojo. Finalmente, don Rafael se enderezó y se dirigió a la puerta.
Sin esperar una respuesta, salió de la oficina, dejando a Alejandro solo con sus pensamientos. Alejandro sintió una mezcla de frustración, confusión y un pequeño atisbo de duda. Sabía que su padre tenía razón en muchos aspectos, pero le costaba admitirlo. La imagen de Isabella seguía flotando en su mente, desafiando sus creencias y su visión del mundo.