Emma Varela, una joven de 18 años, ha pasado los últimos cinco años de su vida intentando olvidar el trauma de un accidente automovilístico que no solo dejó cicatrices físicas, sino que también le arrebató a su mejor amiga, Sofía. Emma se ha refugiado en los estudios y la natación, evitando a toda costa recordar aquella noche fatídica.
Su mundo comienza a tambalearse cuando Gabriel Muñoz, un joven misterioso y reservado, llega a su escuela. Gabriel, con una mirada cargada de secretos y una actitud distante, se convierte en el centro de atención de todos, pero es a Emma a quien él parece observar más detenidamente.
A medida que Emma y Gabriel se van conociendo, ella descubre que él también tiene su propio pasado doloroso. Ambos empiezan a apoyarse mutuamente, y una conexión profunda surge entre ellos. Sin embargo, emma pronto se da cuenta de que Gabriel sabe más del accidente de lo que el admite.
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Capitulo 13: La Verdad En Los Ojos
El verano avanzaba lentamente, y con él, la relación entre Emma y Gabriel se profundizaba. Habían compartido secretos, dolores y silencios, creando un vínculo que pocas palabras podían describir. Sin embargo, a medida que su conexión crecía, también lo hacía la necesidad de enfrentar verdades más profundas.
Una tarde, Emma y Gabriel decidieron aventurarse más allá de su habitual parque y lago, explorando un sendero que los llevaba a un mirador con una vista impresionante del valle. El aire era fresco y el cielo despejado, prometiendo una puesta de sol espectacular. Caminaban en silencio, disfrutando de la compañía mutua y de la belleza del paisaje.
Al llegar al mirador, se sentaron en un banco de madera, observando cómo el sol comenzaba a descender en el horizonte. Gabriel, con los ojos fijos en el cielo, parecía perdido en sus pensamientos. Emma notó la tensión en su postura y decidió que era momento de hablar.
—Gabriel, hemos compartido muchas cosas, pero siento que hay algo más que necesitas decir. Algo que has estado guardando —dijo Emma con suavidad, mirándolo con preocupación.
Gabriel suspiró, sus hombros relajándose un poco al escuchar las palabras de Emma. Lentamente, giró la cabeza para mirarla a los ojos.
—Tienes razón, Emma. Hay algo más que necesito decir, pero es difícil. No sé cómo empezar —admitió Gabriel, su voz cargada de emoción.
Emma tomó su mano, dándole un apretón reconfortante.
—No tienes que apresurarte, Gabriel. Tómate tu tiempo. Estoy aquí para escucharte.
Gabriel asintió, tomando un respiro profundo antes de continuar.
—El accidente… fue un día terrible, pero hay algo más que siempre me ha atormentado. Algo que nunca le he contado a nadie. —Hizo una pausa, mirando a Emma directamente a los ojos—. Antes del accidente, mi hermana y yo habíamos tenido una gran pelea. Fue sobre algo tonto, pero estábamos tan enfadados que casi no hablábamos durante el viaje. Esas fueron nuestras últimas palabras: una discusión.
Emma sintió un nudo en la garganta al escuchar la confesión de Gabriel. Pudo ver el dolor y la culpa reflejados en sus ojos, y su corazón se rompió por él.
—Gabriel… —susurró, sin saber exactamente qué decir para consolarlo.
Gabriel bajó la cabeza, las lágrimas comenzando a rodar por sus mejillas.
—Siempre me he culpado por eso. Pienso que si no hubiéramos peleado, si hubiera sido más paciente, tal vez las cosas habrían sido diferentes. Tal vez podríamos haber tenido un último momento feliz juntos.
Emma se inclinó hacia adelante y lo abrazó, sosteniéndolo con fuerza mientras él dejaba que sus emociones fluyeran. Sabía que no había palabras mágicas para aliviar su culpa, pero su presencia y su comprensión podían ofrecerle algo de consuelo.
Después de un rato, Gabriel se apartó, limpiándose las lágrimas con la manga de su camisa.
—Gracias, Emma. Por escucharme y por no juzgarme. Ha sido un peso enorme que he llevado durante tanto tiempo.
Emma lo miró a los ojos, viendo la verdad y el dolor que él había estado ocultando.
—Gabriel, lo que pasó no fue tu culpa. Las peleas entre hermanos son normales, y estoy segura de que tu hermana sabía cuánto la amabas. No puedes seguir castigándote por algo que no pudiste controlar.
Gabriel asintió lentamente, sus ojos aún llenos de emoción.
—Lo sé, Emma. Pero es difícil dejar ir la culpa. Aun así, hablar contigo me hace sentir un poco más ligero. Gracias por estar aquí para mí.
Emma sonrió, sintiendo una profunda conexión con Gabriel en ese momento.
—Siempre estaré aquí para ti, Gabriel. Juntos, podemos enfrentar cualquier cosa.
Mientras el sol se ocultaba detrás de las montañas, bañando el valle en tonos dorados y púrpuras, Emma y Gabriel se sentaron en silencio, disfrutando de la serenidad del momento. Aunque el camino hacia la sanación era largo y arduo, sabían que, con la verdad al descubierto y con el apoyo mutuo, podían enfrentar cualquier desafío.
A medida que las estrellas comenzaban a brillar en el cielo nocturno, Emma y Gabriel se sintieron más unidos que nunca. La verdad en los ojos de Gabriel había revelado no solo su dolor, sino también su valentía y su capacidad para seguir adelante. Y Emma, con su inquebrantable apoyo y comprensión, sabía que juntos podían encontrar la paz y la esperanza que tanto anhelaban.
