El padre mafioso de mi hija

Al día siguiente, cuando Sabrina llegó a su trabajo, escuchó rumores acerca de lo acontecido con Agatha, pero le resultaba increíble. En aquel día, Agatha no estaba trabajando y la supervisora de Sabrina estaba de pésimo humor; Sabrina tuvo que lidiar con pilas tras pilas de sábanas, tanto así que al final del día tenía ampollas en las manos debido a la tarea repetitiva.

Optó por no hacer horas extras y salir temprano. Al abandonar el resort, vio a Don Mauricio a lo lejos dirigiéndose hacia su coche y prefirió ocultarse, no deseaba ser vista por él y que le acarreara más problemas. Cuando confirmó que él se había alejado en su coche con sus guardaespaldas, continuó su camino hacia la parada del autobús y, por fortuna, uno pasaba justo cuando ella llegaba.

Sabrina se bajó cerca de la casa de Ieda y, mientras caminaba, decidió pasar por la frutería y comprar algunas fresas que a Mavie le encantaban, tomó también flores y siguió rumbo a su hogar. Al entrar, encontró a Mavie en el suelo de la sala, apoyada en la mesita y ensamblando un rompecabezas, mientras que Soraia estaba en la cocina, ocupada preparando la cena.

- Mamá\, ya llegaste – Mavie se levantó y corrió a abrazar a su madre en la entrada.

- Hola hija\, he llegado más temprano para estar contigo – dijo Sabrina\, arrodillándose para abrazar a su hija con amor.

- ¿Yupiii! ¿Vienes a armar el rompecabezas conmigo? - propuso Mavie tras besar a su madre.

- Claro\, hija – Sabrina respondió\, levantándose y cerrando la puerta detrás.

- Hija\, has llegado temprano hoy\, qué bien – comentó Soraia mientras se dirigía a la sala.

- Sí\, mamá\, necesito descansar un poco. Te traje estas flores – Sabrina dijo\, ofreciéndoselas a Soraia.

- Ay\, hija\, son hermosas\, gracias – agradeció Soraia con una sonrisa\, recibiendo las flores.

- ¡Vaya\, qué lindas flores\, abuela! - expresó Mavie\, también sonriente.

- Mamá\, te traje fresas\, las lavaré y prepararé primero\, y podrás comértelas después de la cena – dijo Sabrina mostrando el paquete.

- ¡Qué rico\, mamá\, gracias! – exclamó Mavie con una sonrisa.

- De nada\, hija – respondió Sabrina\, colgando su bolso\, quitándose los zapatos y guardando las compras.

- Hija\, la cena está casi lista – informó Soraia\, poniendo las flores en un florero y situándolo sobre la mesa.

- Huele maravilloso\, mamá. ¿Dónde está Ieda? – preguntó Sabrina\, preparando las fresas en un recipiente con agua y bicarbonato.

- Ieda está arreglándose en su habitación\, ha dicho que tiene una cita esta noche\, así que cenaremos las tres solas – explicó Soraia\, volviendo a la cocina.

- ¡Qué bien\, mamá! Voy a jugar un rato con Mavie – dijo Sabrina\, dirigiéndose al salón y sentándose en el suelo con su hija para ayudarla a terminar el rompecabezas.

Ieda bajó las escaleras hermosamente ataviada, con un precioso vestido, tacones y maquillaje.

- ¡Guau\, Ieda\, qué hermosa estás! – exclamó Sabrina al ver a Ieda.

- Te ves hermosa\, tía Ieda – agregó Mavie\, sonriendo.

- Gracias\, chicas – respondió Ieda\, contenta\, dándoles una vueltecita.

- Amiga\, estás deslumbrante – dijo Soraia\, admirando a Ieda.

- ¿Quién es el afortunado\, Ieda? – preguntó Sabrina.

- Un chico que conocí en Tinder\, es chef de cocina y muy atractivo. Vamos a cenar en el restaurante donde trabaja esta noche – Ieda explicó mientras se miraba al espejo y retocaba su lápiz labial rojo.

- ¿Tinder? No sabía que usabas esas aplicaciones – comentó Sabrina\, entre risas.

- Claro que sí\, le he sugerido a tu madre que también la pruebe y tú deberías hacerte una cuenta\, Sabrina; es bueno conocer gente nueva – sugirió Ieda\, arreglándose el pelo.

- No tengo tiempo para eso\, Ieda. Todo mi tiempo es para Mavie – dijo Sabrina\, acariciando el cabello de su hija.

- Yo también lo dedico todo a Mavie. Vamos a cenar\, chicas. ¡Buena cita\, Ieda! – dijo bromeando Soraia.

- Vale\, me voy que él ya llegó – Ieda revisó el mensaje en su celular y salió de la casa después de despedirse con besos de las mujeres.

Soraia, Sabrina y Mavie cenaron juntas. Luego, mientras Soraia recogía la cocina, Sabrina bañó y acostó a Mavie para dormir, notando que su hija tenía un poco de fiebre y ello le preocupó.

Camila trabajó un poco más de lo normal esa noche. Estaba apagando su ordenador cuando Felipe entró en su oficina y la miró intensamente.

- Buenas noches\, Camila. ¿Acabando ya la jornada? – dijo acercándose a ella.

- Sí\, Felipe\, me he pasado de mi horario – contestó\, evitando su mirada mientras recogía sus cosas.

- Lo había notado\, ya es tarde. ¿Te llevo a casa? – ofreció\, fijándose en el escote de ella.

- Tengo mi coche\, no hace falta – replicó\, tomando su bolso y levantándose.

- ¿No me vas a agradecer por conseguirle el trabajo a tu amiga? Sabes que estamos con la plantilla completa\, lo hice por ti – dijo\, deteniéndola y metiendo las manos en los bolsillos.

- Gracias\, Felipe – dijo ella\, mirándolo a los ojos.

- ¿Eso es todo?

- ¿Qué quieres\, Felipe? – preguntó Camila.

- Tú sabes lo que quiero\, Camila – insinuó acercándose tanto que sus labios casi se tocaban.

- Te quedarás con las ganas – respondió ella\, apartándose y saliendo con un andar provocativo.

'Qué mujer más increíble', pensó Felipe, observando cómo Camila se alejaba caminando.

Ese es Felipe, de 33 años, consejero y mano derecha de Don Mauricio, un asesino cruel y extremadamente peligroso, quien siempre había estado locamente enamorado de Camila.