Violeta, La Nueva Esposa Del CEO

Capítulo Trece

Llegamos a la mansión con Ignacio después de que la lluvia nos tuvo demorados unas cuantas horas en el tráfico. Fui a darme una ducha, ya que él me pidió que cenáramos juntos. Además, quería ver cómo iban mis pinturas. Pareció que ese contrato ayudó a romper el hielo entre nosotros. Eso me hizo feliz, aún debía leerlo, pero estaba segura de que él no iba a engañarme. Parecía muy sincero cuando estuvimos en el restorán.

—Señora, el señor la espera para cenar —dijo una de las mucamas que entraba a mi cuarto.

—Claro, dile que en un minuto estaré con él —le indiqué.

—Los dos se ven muy felices, que bueno que se reconciliaran —dijo ella mientras salía.

Me hizo reír, yo nunca estuve peleada con Ignacio. Solo no supe qué hacer cuando sus padres se fueron porque parecía que tenía mucho trabajo y volvía tarde de la empresa. Además, había comenzado con el tratamiento que indicó el médico; después de que la enfermera me asistía debía quedarme en la cama con las piernas para arriba. Algo vergonzoso y gracioso a la vez.

Bajé al comedor Y me sorprendí al ver donas y chocolate caliente. ¿José Ignacio había solicitado que prepararan eso para nosotros?

—¿Te gusta lo que pedí para la cena? —me preguntó sonriendo—. Quería disculparme por mi actitud. He pasado por un momento difícil y no he tenido la intención de ser mal esposo.

—¿Por qué dices eso? —pregunté mientras miraba las delicias sobre la mesa.

—Creo que debería valorar más lo que haces por mí —dijo él y lo miré por un instante.

—Está bien. Comprendo tu situación, estás bajo mucha presión. Relajémonos —le dije y no pude evitar tomar una dona.

Él y yo nos sentamos a beber chocolate y comer estas deliciosas rosquitas. Me contó que la empresa de su familia estaba haciendo muchos negocios en el extranjero y tal vez deberíamos viajar unos días el próximo mes para poder seguir con el tratamiento médico. Le volví a agradecer lo que hacía por mí y recordé a Mario.

—¿Puedo hacerte una pregunta indecorosa? —pregunté y me miró sorprendido—. Es sobre Mario.

Pareció algo tenso cuando le dije eso. Aun así, me preguntó de qué se trataba y le conté que él deseaba estudiar administración de empresas y que si trabajaba como mi chofer no podía hacerlo y me preguntaba si cabía la posibilidad de que yo me manejara en taxi en el horario que él tuviera que ir a la facultad.

—¿Te gusta Mario? —me preguntó sin ningún tipo de filtro.

—Claro que no. Podría ser mi hermano menor. ¿Qué cosas dices? —le pregunté alterada.

—¿Y por qué quieres ayudarlo? —me preguntó serio.

—Creo que sería una alegría para su padre ver que su hijo se está esforzando para ser una mejor versión de sí mismo y tal vez no lo vea graduarse, pero si comenzar —dije feliz por pensar en eso.

—¿Sabías que eres una persona maravillosa? —me preguntó y me empezó a hacer cosquillas.

—No me hagas eso —dije sin poder dejar de reír.

—Claro que puede estudiar. Lo ayudaré con lo que pueda. Si me da un horario fijo usaremos a mi chofer cuando él no pueda hasta que consigamos a otro. Además, preguntaré cuanto sale su matrícula y se la pagaré para que no tenga que preocuparse por el dinero —dijo Ignacio y lo abracé con fuerza.

—No puedo creerlo. Eres muy generoso —dije sin darme cuenta de que era irrespetuosa con él.

—Lo soy con quien se lo merece —me dijo y me di cuenta de que estábamos demasiado cerca.

Nos miramos por más tiempo del que esperaba. Nuestros rostros estaban casi pegados y sentí cómo mi corazón empezaba a latir con fuerza. ¿Qué me pasaba? No estaba bien sentirme así. Él miró mis labios. ¿A caso pretendía besarme? Sentí cómo su respiración se aceleraba y el aire caliente rozaba mi rostro. No pude evitar cerrar los ojos para dejar de pensar; sin embargo, Alisé entró al comedor y ambos nos separamos. Yo más avergonzada que nunca.

—Señor —dijo y se detuvo, parecía asustada.

—Habla Alisé —dijo mi esposo con voz seca, se notaba que él estaba molesto.

—La enfermera dijo que no podía venir. Está atorada en el tráfico —dijo ella.

Automáticamente, Ignacio y yo nos miramos. Hoy era una fecha importante en mi ciclo y si no lo hacía podíamos perder la oportunidad de embarazarme. Él se puso de pie y tras llamar al médico me pidió que fuera a su dormitorio.

—Escucha Vi, el médico cree que es necesario que hagamos el procedimiento hoy, pero sin la enfermera no tenemos muchas opciones —me dijo nervioso.

—Lo haré yo misma. Me pondré frente a un espejo y lo haré —le aseguré. No podía ser tan difícil.

—¿Estás segura? —me preguntó y le dije que si—. Entonces puedes esperar abajo si quieres. Voy a preparar el frasco.

—Está bien. Iré a mi cuarto a preparar las cosas —dije y salí, pero antes él tomó mi mano y me abrazó.

—Gracias por todo lo que estás haciendo —dijo y después me soltó.

Los nervios se apoderaron de mí. No sé por qué me puse así después de que me abrazara. La última vez que me sentí así fue en brazos de Juan Manuel. No podía ser, no era posible. ¿A caso me estaba enamorando de él?

No, claro que no. ¿Amar? ¿Enamorarme? No. Yo estaba segura de que no era por eso. Seguramente la situación era la causante, era muy estresante ser una buena esposa con estos contratiempos.

—Deja de pensar tonterías Violeta y has lo correcto —me dije y busqué todo lo que necesitaba en el baño. Desde ahí lo haría.

Ignacio golpeó la puerta y cuando le dije que podía pasar me vio con un vestido de verano.

—Es más cómodo —dije avergonzada. Me aseguró que no se había dado cuenta, aunque era obvio que si lo había hecho.

—Aquí está. ¿Quieres que te ayude a colocarlo en la jeringa? —me preguntó y le dije que no era necesario—. Te molesta si me quedo cerca. Es solo por si me llamas en caso de necesitar ayuda.

—Podré hacerlo sola, pero quédate si quieres.

Fui al baño y tras intentarlo de mil maneras me di cuenta de que no podía hacerlo. Podía tirarlo y decir que lo había hecho y él no se daría cuenta. La otra opción era dejar que él lo haga, ya que ni Alisé sabía la verdadera razón por la que la enfermera venía. ¿Qué debía hacer?

Autora: Osaku