Alejandro es un político cuya carrera va en ascenso, candidato a gobernador. Guapo, sexi, y también bastante recto y malhumorado.
Charlotte, la joven asistente de un afamado estilista, es auténtica, hermosa y sin pelos en la lengua.
Sus caminos se cruzaran por casualidad, y a partir de ese momento nada volverá a ser igual en sus vidas.
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Primeros días y cuchicheos
Capítulo 7 : Primeros días y cuchicheos
El edificio del comité de campaña de Alejandro Montalbán ocupaba un antiguo palazzo restaurado, de fachada color terracota y balcones con flores que contrastaban con el movimiento constante de los periodistas en la entrada. Cada mañana, autos oficiales, asesores y voluntarios iban y venían, y el aire olía a café recién hecho y a urgencia política.
Charlie llegó temprano. Era su primer día oficial en el equipo y había decidido vestirse de manera sobria, llevaba unos jeans negros y una blusa beige, combinado con zapatos bajos. No quería verse demasiado formal ni demasiado casual. Aunque más que todo, no quería dejar de ser ella misma. Caminaba con paso seguro, aunque por dentro intentaba controlar el torbellino de nervios y curiosidad.
El recepcionista la saludó y la reconoció apenas la vio, era la chica del día anterior —la misma que los periodistas habían confundido con “la nueva conquista del candidato”— y le indicó con discreción que debía ir al tercer piso. El murmullo de las conversaciones, el repiqueteo de teclados y el olor del papel impreso la recibieron como una ráfaga de actividad organizada.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, Alejandro ya la esperaba.
Estana de pie junto a la gran mesa de reuniones, vestía un traje gris oscuro y corbata azul marino. No necesitaba alzar la voz para imponerse: bastaba la serenidad con que se movía, el modo en que su sola presencia ordenaba el ambiente. Era un hombre de mirada profunda, con ese tipo de elegancia que no necesita esfuerzo; todo en él parecía medido, desde la manera en que abotonaba el saco hasta el modo en que sostenía un vaso de agua.
—Señorita Rossi —la saludó con una leve inclinación de cabeza—. Me alegra verla llegando puntual.
—No pensaba empezar mi primer día dando una mala impresión, señor —respondió ella, con una media sonrisa que rozaba la ironía.
Alejandro asintió, sin dejar traslucir demasiado.
—Bien, entonces comencemos a trabajar.
La condujo hacia la mesa principal, donde unas diez personas los esperaban con carpetas abiertas, tazas de café y una mezcla de curiosidad y expectativa. Entre ellos, dos mujeres se miraron entre sí con una sonrisa que no llegaba a los ojos: Giulia Ferri, jefa de prensa, y Paola Ricci, su asistente.
Luego de mirar al grupo y saludar a todos con un suave "Buenos días", Charlie se sentó frente a una carpeta con el logo del comité. En la primera página, un encabezado: “Conferencia de prensa – Sábado 10:00 AM”. Debajo, una lista interminable de pendientes: pauta visual, mensaje central, disposición de cámaras, protocolo de seguridad.
Respiró hondo. Eso no era exactamente lo que ella esperaba, pero tendría que adaptarse si quería trabajar allí.
—La conferencia será nuestra primera gran aparición pública después del anuncio de la precandidatura —explicó Giulia, mientras hacía girar un bolígrafo entre los dedos—. Todos los medios nacionales estarán presentes, así que no hay margen de error.
—Y mucho menos para improvisaciones de último minuto —añadió Paola, lanzando una mirada fugaz a Charlie antes de volver al papel.
Charlie observó y escuchó con serenidad.
—Entonces lo ideal será revisar los puntos visuales del evento. El fondo del escenario, el logotipo, los colores de la iluminación... —dijo, y luego miró a Alejandro—. Y su vestuario, claro. Todo comunica, incluso cuando uno guarda silencio.
Algunas cabezas se giraron hacia ella. Giulia arqueó una ceja, sorprendida por el comentario directo. Alejandro, en cambio, mantuvo la compostura.
—¿Qué sugiere? —preguntó él, con genuino interés.
—Neutralidad sin rigidez —respondió sin dudar—. Los tonos claros lo acercan a la gente, pero necesita un acento de autoridad. Azul marino o gris medio. Corbata sin estampado, de seda mate. Y nada de banderas detrás del atril —añadió, hojeando la carpeta—. Transmite agresividad política, no conexión emocional.
Hubo un breve silencio. Luego, uno de los asesores rompió la tensión con una sonrisa aprobatoria.
—Me gusta. Tiene razón —murmuró.
Alejandro la observó con atención, como si midiera no solo sus palabras, sino la seguridad con la que las pronunciaba.
—Hágamoslo —ordenó finalmente—. Señorita Rossi, quiero que coordine con comunicación visual y se encargue con ellos de la puesta en escena completa.
Charlie asintió.
—Por supuesto.
Durante el resto de la reunión, escuchó, observó y anotó. Descubrió que cada persona en esa mesa tenía una agenda distinta. Giulia dominaba la conversación con su voz suave pero controladora, siempre dejando entrever que era la mano derecha del candidato. Paola intervenía solo para reforzar sus ideas. Los demás orbitaban entre la obediencia y el miedo.
Cuando la reunión terminó, Giulia se acercó con una sonrisa impecable.
—Bienvenida al equipo, señorita Rossi.
—Charlotte —dijo ella.
—Ok, Charlotte —repitió Giulia, aunque en un tono que a Charlie le supo extraño —Le aviso que trabajar con Alejandro no es sencillo, pero si sigue mis pasos, todo será más fácil.
Charlie sostuvo su mirada con educación.
—Aprecio el consejo. Aunque prefiero encontrar mi propio ritmo.
Giulia ladeó la cabeza, aún sonriendo.
—Claro… —su voz bajó apenas un tono—. Solo recuerde que aquí cada detalle cuenta. Y que el candidato no suele repetir equipo si algo sale mal.
Charlie comprendió la advertencia disfrazada.
—Tendré eso muy presente.
Mientras los demás salían, Alejandro permaneció en la sala, revisando unos papeles. Cuando levantó la vista, la encontró aún de pie, observando el plano del salón donde sería la conferencia.
—¿Algún problema? —le preguntó.
—No, ninguno. Solo estoy concentrada, hay que entender cómo respira cada ambiente —respondió ella—. Y este respira política, control y… un poco de desconfianza.
Alejandro rió suavemente, el sonido breve pero sincero.
—Una buena lectura. Aunque la desconfianza aquí es una forma de respeto.
Ella alzó una ceja.
—Interesante forma de verlo.
—Aprenderá rápido —dijo él, dejando los papeles sobre la mesa—. Giulia puede ser insistente, pero es eficiente. No deje que su personalidad la intimide.
—No lo hará. Estoy acostumbrada a los entornos donde la gente sonríe mientras mide el terreno.—dijo ella —Además, ¿cree usted que algo pueda intimidarme?
Él la observó con un destello de aprobación, y en su rostro se dibujó una media sonrisa.
—Yo creo que sobrevivirá.
Charlie sonrió, recogió su carpeta y se dispuso a salir.
—Nos vemos para la revisión de la escenografía, señor Montalbán —dijo.
—Estaré aquí —respondió él.
Al salir del salón, el murmullo de las oficinas volvió a envolverla. Dos pasantes cuchicheaban junto al ascensor.
—Dicen que el candidato la trajo personalmente.
—Sí, yo escuché por ahí que no es solo su asesora de imagen…
Charlie pasó junto a ellas sin detenerse. Sonrió apenas, consciente de que los rumores eran inevitables. En política, el silencio siempre se llenaba con sospechas.
Esa tarde, cuando el edificio quedó casi vacío, ella volvió al salón de conferencias para medir la luz. A través de los ventanales, el sol se filtraba en tonos dorados. Sobre la mesa había quedado una taza de café, aún tibia. La de él.
La miró unos segundos, pensativa.
Era solo el primer día, y ya intuía que nada en ese lugar sería tan simple como parecía. Pero ella no era fácil de intimidar.