La Santa Guerrera

Aquellos monstruos gigantes que viajaban en manada sin un destino específico, empujaban los árboles abriéndose paso.

"Hemos entrado en territorio enemigo, esten alerta" mencionó el Duque haciéndole señas escondidas al capitán pero laila logró darse cuenta y entendió a lo que se refería.

Laila le susurró al oído del toro "Que tus chicos rodeen a los caballeros, vigilen si algo sucede, ¿está bien?" él asintió.

***Estúpida madame Sonia, no puedo protejer a mi padre así, pero tampoco podía rechazar la oferta, necesito ver de qué soy capaz con este cuerpo.

Aunque no soy débil, no tengo la suficiente agilidad para moverme como con mi otro cuerpo.

Las marcas en mi anterior cuerpo eran debido a mi entrenamiento, debido a mis misiones, me hacían recordar quién era en verdad. Pero las cicatrices en este cuerpo tienen un significado diferente, ser maltratada no te hace recordar quién eres en realidad, te hace odiar y querer venganza***.

Ella sabía la gran diferencia en esas cicatrices, su espalda a pesar de ser suave y brillosa, tenía partes que la habían marcado de por vida.

A la antigua Laila le preocupaba quien sería su pareja y si podría mostrarle esa espalda lastimada.

Emanaba odio hacia su madrastra, sin embargo, nunca hizo nada para detenerla "no me creerán".

Aquella niña abrazada de sus rodillas, sangrando de la espalda, seguía sonriendole a su padre y tratando de llamar la atención de sus hermanos, quiénes no eran muy cercanos a ella. No la odiaban, simplemente sentían una gran tristeza al verla puesto que se parecía a su madre, así que la evitaban enfocándose en estudiar y después en trabajar.

Laila siempre estuvo sola, su madre murió al darle a luz, su padre la ama pero no siempre estaba en casa, su madrastra la maltrataba y sus hermanos la ignoraban.

"Sé que están ahí, salgan" Pronunció el Duque mirando hacia los árboles, sólo él había notado la presencia de aquellas personas.

Eran bandidos, pero por miedo a los toros que acompañaban a los caballeros y cargaban libremente a una dama, no se habían atrevido a salir de detrás de los árboles.

Comenzaron a lanzar flechas hacía los caballeros quienes trataban de bloquearlas con sus espadas.

"¡Cubranlos!" ordenó Laila a los toros.

Pusieron sus gigantes manos sobre las cabezas de los caballeros cubriéndolos de las flechas, laila escaneó la dirección en dónde venían y se dirigió ahí sin ser vista, paso por detrás de uno de los toros y brincó hacía los árboles.

Cortó el cuello de una de las personas encapuchadas que lanzaba flechas, estaban lo bastante dispersos como para saber de dónde venían todas esas flechas.

El cuerpo del encapuchado cayó y las flechas se detuvieron, habían matado a uno de ellos.

Estaban tan concentrados en lanzarles flechas a los caballeros que no se dieron cuenta de que la dama que cargará el toro, ya no estaba.

La buscaron con la mirada hacía el lugar desde donde había caído aquél hombre, el Duque notó lo distraídos que estaban y aprovechó para salir y ayudar a Laila, atacó a otro de frente y éste también cayó, solamente su grito antes de ser cortado por el cuello se escuchó.