Alfa Vendido: Cadenas Rotas

Me cuesta un montón levantarme hoy. Toda la semana hemos estado entrenando con los chicos, y yo, ilusa, pensé que sería algo como los entrenamientos con Ramón. ¡Qué ingenua! Me duele hasta el alma. Tora está como si nada, claro, tiene parte lobo y eso le da una resistencia que yo no tengo.

Después de desayunar, me obligo a ser productiva. Me encierro en la oficina que era de mi abuelo —ahora mía, aunque todavía me cuesta decirlo así— y me pongo a revisar archivos y libros sobre especies, aliados y amenazas potenciales. Algunas manadas, clanes y aquelarres están en la lista de "amistosos", mientras que otros figuran como "precaución extrema" por su poder o sus alianzas peligrosas.

Por la tarde, doy una vuelta por el pueblo, que está habitado mayormente por hombres lobo. Me enteré de que, al ser menos de 40, no se les considera manada sino clan, aunque aquí ni eso aplica, porque no tienen alfa. Eryk, Leandro y Briam son quienes organizan todo, pero sin un líder real, no logran sentirse completos. No pueden comunicarse por el vínculo, y evitan transformarse porque pierden el control.

Lo que heredé no fue solo una isla ni una organización. Heredé una responsabilidad. Mi abuelo hizo algo increíble al crear este refugio, pero no puedo dejar de pensar que falta algo. Que todavía puedo hacer más por ellos.

No quiero que esta isla sea su cárcel dorada. Quiero que sanen, que encuentren su propósito, que se reconecten con su esencia, que descubran sus dones y se sientan libres otra vez. Que se enamoren, que tengan amigos, que rían sin miedo. Y para eso, esta debe dejar de ser solo una fortaleza. Quiero convertirla en un verdadero centro de rehabilitación y reintegración: ofrecer terapia, educación, entrenamiento, y actividades que les permitan reconstruir su identidad.

Después de pensarlo días, hablo con Briam y Ramón. Al inicio no están del todo convencidos, porque eso significaría traer gente de fuera. Pero les propongo algo concreto: visitar una manada aliada y ver si hay miembros con formación en salud mental que quieran colaborar. A partir de ahí, evaluar a los nuestros y formar una red de apoyo.

Carmine pertenecía a MoonSong, su compañero anterior, un lobo cruel de otra manada, la maltrataba y la mantenía prisionera. Briam la rescató. Ella podría hablar con su antiguo alfa y abrirnos las puertas. Decidimos ir a visitar a la MoonSong el fin de semana. Remy nos abre un portal y llegamos cerca del territorio. En el jeep vamos Tora, Briam, Carmine y yo. Estoy nerviosa. Es mi primera vez en una manada. No sé cómo nos recibirán.

Cuatro guardianes nos interceptan. Tienen cara de "no pasas", pero uno de ellos reconoce a Carmine y nos deja entrar con una sonrisa amplia. Nostalgia en los ojos. A veces los lazos antiguos son mejores que una carta de presentación.

El lugar es hermoso: la mansión mezcla lo rústico con lo moderno, y todo está impecable. Hay chicos entrenando, niños jugando, guardias atentos... se siente armonía. Familia.

Nos reciben el alfa Simón y su luna, Isabel. Parecen tener treinta años, aunque probablemente tienen más de cien. Se miran como si fueran uno solo.

—Bienvenida, señorita Hartman —dice el alfa con amabilidad, estrechando mi mano.

—Por favor, solo Serena —respondo con una sonrisa.

—Encantada, Serena —añade Isabel, abrazándome con dulzura.

—Gracias por recibirnos. Es un honor estar aquí.

—Tu abuelo hizo mucho por nosotros. Es lo mínimo que podíamos hacer.

—¿Lo conocieron?

—Sí. Una vez unos renegados secuestraron a omegas de nuestra manada. Tus abuelos y Ramón llegaron antes que nosotros, acabaron con los humanos y se enfrentaron a los lobos. Me impactó ver a un par de humanos y un híbrido luchar así.

—No sabía que mi abuelo supiera pelear.

—Ramón era el músculo, tu abuela levantaba escudos mágicos, y tu abuelo era un francotirador letal —añade Briam, con orgullo en la voz.

—Ya tendrás tiempo de escuchar más historias —dice el alfa—. Mientras tanto, tengo una lista de diez personas que pueden ayudarte: psicólogos, sanadores, profesores...

—¡Increíble! ¿Cuándo podría reunirme con ellos?

—Vendrán mañana por la mañana.

Justo en ese momento entra una chica. Piel pálida, ojos grises, cabello casi plateado. Irradia calma, pero también firmeza.

—Quiero presentarte a alguien —dice el alfa—. Tu abuelo la conoció de niña. Rescató a su madre, y ella creció con nosotros, entrenando como loba. Pero en realidad, es una bruja blanca.

—Buenas tardes. Me llamo Bianche —dice ella, con una voz suave y segura.

—Serena. Encantada de conocerte —le respondo, notando algo especial en ella.

—Soy bruja, pero también estudié medicina. Me encantaría ayudar. Tu abuelo fue muy importante para mí y para mi madre. Él financió mis estudios.

—Creo que podrías ser de gran ayuda —le digo—. Pero no quiero pedirte que dejes tu vida aquí. Aún creo que eres muy joven...

La veo bajar la mirada. Me apresuro a corregir.

—Tal vez podrías venir por temporadas.

—Quiero ayudar todo lo que pueda. Y sobre lo de joven... tengo cincuenta años —dice con una sonrisa divertida.

—Perdona. Es que aún me sorprende cómo todos ustedes lucen como adolescentes y tienen décadas a cuestas. Juro que no aparentas más de diecisiete.

—No hay problema —dice, aún sonriendo.

—Entonces ¿Me ayudarías mañana a entrevistar a los candidatos?

Espero su respuesta, sintiendo algo en el pecho. Algo que me dice que esta chica, esta bruja blanca, va a ser muy importante en nuestras vidas.