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Lo Que Debía Permanecer Oculto

Lo Que Debía Permanecer Oculto

Status: Terminada
Genre:Romance / Época / Fantasía épica / Edad media / Completas
Popularitas:590
Nilai: 5
nombre de autor: MIS HISTORIAS

Kaela Norwyn nunca buscó la verdad. Pero la verdad la encontró a ella.
Tras la muerte de su madre, Kaela inicia un viaje hacia lo desconocido, acompañada por un joven soldado llamado Lioran, comprometido a protegerla… y a proteger lo poco que queda de un apellido que muchos creían extinto. Lo que comienza como un viaje de descubrimiento personal, pronto se transforma en una carrera por la supervivencia: antiguos enemigos han regresado, y no todos respiran.
Perseguidos por seres que alguna vez estuvieron muertos —y no por decisión propia—, Kaela y Lioran desentrañan un legado marcado por pactos silenciosos, invocaciones prohibidas y una familia que hizo lo impensable para mantener a salvo aquello que debía permanecer oculto.
Entre la lealtad feroz de un abuelo que nunca se rindió, el instinto protector de un perro que gruñe antes de que el peligro se acerque, y el amor contenido de un joven

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Capitulo 12

La tarde en Velkaris comenzaba a teñirse de dorado cuando Darel, luego de cerrar las cortinas de su tienda, los condujo a una pequeña sala trasera. Estaba forrada de estanterías con rollos de tela, libros antiguos y pequeños cofres con candados delicados. Nada en el lugar parecía relacionado con los muertos, ni con secretos oscuros. Pero Darel cerró la puerta con llave, y su voz cambió de tono.

—Lo que estás buscando no es solo un vestido, Kaela —dijo, dejando de lado toda cortesía social—. Has venido siguiendo un mapa, ¿no es así?

Kaela se tensó.

—¿Cómo lo sabe?

Darel alzó una caja del fondo de un estante y la dejó sobre la mesa. El polvo se alzó con suavidad.

—Porque tu abuela me lo dijo.

Lioran se cruzó de brazos.

—¿Cuánto sabe exactamente?

Darel lo miró sin molestarse.

—Todo lo que necesito saber para advertirles… que lo que buscan no puede enfrentarse con fuerza bruta. Ni con nombres antiguos. Ni siquiera con buenas intenciones.

Abrió la caja. Dentro había una hoja de papel grueso, amarillento, con la misma escritura elegante que habían encontrado en el diario de Aelira.

—"Si mis nietos sobreviven, si mi sangre alcanza el Vado Gris, sabrán que deben buscar la torre. Pero que no lo hagan solos." —leyó Darel en voz baja—. "Llévalos tú, Darel. Protégelos. Ayúdalos a recordar lo que yo misma debí olvidar."

Kaela apenas podía respirar.

—Entonces… ¿eres tú?

Darel asintió.

—El hombre que vive cerca de la Torre de Arkenhill. El que puede ayudarles a detener a quienes alzan a los muertos.

—¿Eres un invocador? —preguntó Lioran con suspicacia.

—No —respondió Darel con calma—. Soy quien aprendió a cerrarle la boca a los invocadores.

El silencio en la sala fue total.

Kaela miró a Lioran, luego a Niebla, que observaba a Darel sin gruñir.

—Entonces es contigo que debemos ir.

Darel asintió lentamente.

—Pero no mañana. Velkaris es una ciudad observadora. Necesitamos discreción. Y antes de eso… necesitaremos un vestido que distraiga lo suficiente para que nadie se pregunte qué están ocultando bajo la tela.

Por primera vez, Kaela sonrió.

Y Lioran… no supo si sentirse más preocupado por los muertos, por los pretendientes vivos, o por el vestido que pronto aparecería.

**

La noche en Velkaris era silenciosa, casi demasiado. El bullicio de las tiendas y los carruajes había cedido al murmullo de las lámparas de gas y al sonido lejano de pasos apresurados por las calles empedradas. En la trastienda del taller de Darel, Kaela y Lioran intentaban descansar en una habitación improvisada entre estantes de tela, mientras Niebla dormía a los pies de la puerta, siempre alerta.

Darel, por su parte, cerraba las últimas persianas cuando algo lo detuvo.

Un crujido.

No de madera, ni del viento. Algo distinto. Como si algo hubiera sido desplazado… sin manos vivas. Se giró de inmediato, y su instinto —afilado por años de secretos— le advirtió: no estaban solos.

—Niebla —susurró Lioran al oír el gruñido sordo del animal.

El gran San Bernardo se incorporó como una sombra. Sus ojos, antes serenos, ahora eran dos brasas encendidas.

—Kaela, levántate —dijo Lioran, desenvainando la espada.

Desde el otro lado del taller se oyó un golpe seco. Luego otro. Como si algo —o alguien— se arrastrara por el suelo de piedra.

Darel no perdió el tiempo. Tomó una vara corta de su escritorio, la sostuvo con firmeza y giró hacia una puerta lateral.

—Nos han encontrado.

—¿Los invocadores? —preguntó Kaela, ya lista para correr.

—O quienes trabajan para ellos —respondió Darel—. No importa si están vivos… o lo estuvieron.

Un ventanal del fondo se quebró con violencia.

Una figura cruzó el marco. No era un hombre. Era un cuerpo, sí… pero vacío por dentro. Ojos sin alma, piel ceniza, uñas ennegrecidas. Vestía como un mensajero, pero se movía como un animal guiado por instinto ajeno.

Niebla se lanzó.

El impacto fue brutal. La criatura cayó, pero no soltó ni un grito. Luchaba sin sonido, sin miedo. Más crujidos comenzaron a oírse desde los pisos superiores.

—¡Nos rodean! —gruñó Lioran.

Kaela tomó su bolso sin pensarlo. Darel se acercó a una compuerta oculta en el suelo.

—Por aquí. Es un pasaje de servicio. Nos lleva fuera de la ciudad, hacia el viejo camino de carretas.

—¿Estás seguro?

—Lo construí por si algún día… alguien recordaba lo que fui.

Sin mirar atrás, los tres descendieron al pasadizo. Niebla fue el último en bajar, justo cuando otra figura cruzaba la puerta detrás de ellos, arrastrando una sombra demasiado larga.

Ya en el túnel, iluminados solo por una lámpara de aceite, Darel habló sin girarse:

—Nuestro viaje empieza esta noche. Ya no hay tiempo para vestidos ni despedidas.

Kaela asintió, el corazón golpeando como un tambor. Lioran caminaba junto a ella, la espada aún en mano.

—Querían tomarnos por sorpresa —dijo él—. Pero olvidaron algo.

Miró a Kaela, luego a Niebla, que avanzaba delante como un centinela silencioso.

—Nunca estamos solos.

Y así, antes de lo previsto, bajo tierra y entre sombras, comenzaba el verdadero viaje hacia la Torre de Arkenhill.

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