Aun cuando los años pasen como un río imparable, la verdad se abre paso como un rayo de luz entre la tormenta, para revelar lo que se creía sepultado en las profundidades del silencio.
Así recaería, con el peso de una tormenta anunciada, la sombra de la verdad sobre la familia Al Jaramane Hilton. Enemigos de antaño, armados con secretos y rencores, volverían a tambalear la paz aparentemente inquebrantable de este sagrado linaje, intentando desenterrar uno de los misterios más sagrados guardados con celo... Desatando así una nueva guerra entre el futuro y el pasado de los nuevos integrantes de este núcleo familiar.
Aithana, Aimara, Alexa y Axel, sobre todo en la de este último, donde la tormenta haría mayor daño.
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CAPITULO 11
Nuevas Reglas
Anna
Justo cuando estoy por salir de la cama, la puerta de la habitación se abre, dejándome ver a mi vida entera: mi esposo y mis hijos. La luz del pasillo se filtra en la habitación, iluminando sus rostros, y mi corazón se llena de una mezcla de amor y preocupación.
Las chicas son las primeras en apresurarse hacia mí. Abro mis brazos y las envuelvo por completo, sintiendo su calidez y la familiaridad de sus abrazos.
Es un momento que atesoro, un refugio en medio de la tormenta que se avecina. Axel se queda junto a su padre, que tiene una expresión seria que me deja saber que hay mucho más de lo que parece.
—¿Cómo te sientes, mamá? —pregunta mi hijo, acercándose también, su voz llena de preocupación.
—Siempre que los tenga a ustedes junto a mí, estaré bien —respondo, abriendo los brazos tanto como puedo para abrazarlos a los cuatro, como cuando eran niños.
Deseo en el fondo poder devolver el tiempo y meterlos en una cápsula de cristal para que nadie les haga daño. La idea de protegerlos de cualquier mal es un instinto que me consume.
Recuerdo el horror de cuando los secuestraron siendo bebés, y el miedo se apodera de mí cada vez que salgo de casa. Es un fantasma que nunca se aleja del todo, siempre acechando en las sombras de mi mente.
—Siempre estarán a tu lado, mi amor, yo me aseguraré de eso —dice Axel, su voz firme y reconfortante. Intento aferrarme a sus palabras, confiando en que así como los trajo a mis brazos años atrás, lo volvería a hacer si se presentara la situación.
El abrazo se siente como un escudo, y aunque la realidad de la amenaza que enfrentamos se cierne sobre nosotros, en este momento, me aferro a la esperanza. La familia es mi fortaleza, y mientras estemos juntos, sé que podemos enfrentar cualquier cosa.
—¿Qué ha pasado? —pregunto, sintiendo que la preocupación se asienta en mi pecho. La seriedad en el rostro de Axel me dice que hay más de lo que me imagino.
—Hablaremos de eso más tarde, cariño —responde, su mirada intensa y protectora—. Primero, necesitamos asegurarnos de que te sientas mejor.
Asiento, sintiendo que la incertidumbre se apodera de mí. No puedo dejar que el miedo me consuma. Debo ser fuerte por ellos, por nuestra familia. Mientras miro a mis hijos, veo la luz en sus ojos, y eso me da la fuerza que necesito para enfrentar lo que venga.
Aithana
La tensión se sigue sintiendo en el aire, aunque ya sea mitad de la tarde. Mamá se ha quedado dormida después de hablar, no sé qué con papá, cuando salimos de su habitación por la mañana.
El movimiento en la casa es muy notorio; hombres vestidos de negro comienzan a ubicarse en distintos puntos de la propiedad. Papá está más agitado que cuando tiene algún negocio grande en la empresa. Sé que habla otros idiomas, como cada uno de nosotros, pero no es muy usual verlo hacer esto. Sin embargo, aquí está, hablando en árabe con no sé quién, mientras Jhirot por su lado hace lo mismo.
Ambos parecen personas completamente diferentes...
—Preciosa —me susurra de repente Jared—. Nuestros padres tienen historias; esto no es nada nuevo para ellos —dice con calma.
Me giro hacia él y me guiña un ojo, siguiéndolo hasta que se dirige a la cocina.
Comienzo a seguirlo para que me explique bien lo que acaba de decir; odio que me hable en claves.
Cierro la puerta de la cocina detrás de mí, y él está frente al fregadero con una manzana metida bajo el agua. Sus manos se mueven rápido y luego se la lleva a la boca, dándole una mordida.
—¿A qué te referías con lo que me has dicho? —pregunto, sintiendo que la curiosidad me consume.
—Amor, ellos no siempre han sido palomas mansas —dice con ironía—. Por ejemplo, mi padre era alguien muy conocido y fuerte en el bajo mundo y...
Se calla cuando las puertas se abren y entra una de las mujeres que se ocupa de la cocina. Esta se apresura a servir una bandeja de café antes de volver a salir.
Me vuelvo hacia el rubio, que ha terminado de comerse la manzana y ahora tiene unas fresas en las manos.
—¿Estás hambriento? —le pregunto, y él sonríe.
—Casi no he probado bocado hoy, no te metas conmigo.
—Esto es muy raro, la verdad —soy sincera. Con frustración, me echo el cabello que me cae en la cara hacia atrás.
—Tranquila, preciosa, todo estará bien —se acerca hasta mí y acorta el resto del espacio, atrapándome entre su cuerpo y el mesón.
—¡Hazte para allá! —le digo, pero no se mueve.
Se lleva una fresa a la boca y deja la mitad afuera antes de acercarse a mí para que la coma también. Es estúpido, pero lo hago, y la forma en que aprovecha para besarme me saca una sonrisa. Su mano se posa sobre mi cintura y me aprieta con delicadeza, mientras la otra se cuela por el ruedo de mi falda, haciendo que mi piel se erice, más aún con los recuerdos de lo que ocurrió en la madrugada.
—Me encantas tanto, Aithana Al Jaramae, mi preciosa —suelta, y desde mis labios lleva sus labios a mi frente, dándome un beso tierno que contrarresta la forma en que me está acariciando.
Con mis brazos lo envuelvo, pegándolo más a mí, y más que un contacto físico, busco la seguridad que me ofrece el estar en sus brazos. Saca las manos de donde las tenía y me abraza con fuerza.
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—¿Qué creen que nos dirá papá? —pregunta Alexa, quien está sentada en la silla de papá con los pies sobre el escritorio, los cuales no baja por más que Aimara la regañe.
—No lo sé, pero tiene que ser algo importante —apunta Axel.
—Sigo sin poder creer lo que ha dicho papá sobre sus hermanos —dice Aimara.
Así es ella, le cuesta ver, o mejor dicho, comprender a las personas que hacen daño a otros.
—Jamás llegaremos a entender las cosas que ocurren en nuestra vida, hermana —le dejo saber, y ella asiente.
Cuando la pelinegra va a decir algo, las puertas del despacho se abren, dejando ver a nuestro padre. Su expresión sigue neutra, lo que me deja claro que lo que diga en esta situación no podrá ponerse en discusión.
—Las cosas van a cambiar a partir de ahora, hijos —dice serio.
—No entiendo nada.
—Tendrán seguridad las veinticuatro horas del día —suelta, y ya cobra sentido todos los hombres que están en la casa.___ Cada uno tendrá dos guardias que serán sus sombras.
—No saldrán a ningún lado sin ellos —sentencia—. A partir de ahora, cualquier mensaje, llamada o lo que sea que reciban y sea de extraña procedencia, tendrán que hacérmelo saber. ¿Entendido?__Todos asentimos a la par.
—Alexa, queda prohibido compartir o exhibir cualquier cosa de la familia en redes —demanda, y mi hermana asiente.
—Aimara, tendrás vigilancia en la clínica a toda hora; incluso los pacientes que recibas serán revisados por los guardias —Aimara lo ve y asiente, aunque no muy convencida. Conocemos muy bien a nuestra chica, y sabemos que atendería a cualquier persona, así fuera el criminal más peligroso.
—Aithana, no saldrás a ningún viaje de negocios a menos que yo vaya contigo —renegar, es estúpido basándome en la determinación de mi padre al hablar, así que al igual que las otras dos, asiento.
—Axel —mi hermano se endereza en la silla donde está sentado junto a Aimara—. Me mantendrás informado cada vez que salgas de casa, incluso si se trata de ir a casa de tus abuelos.
Axel asiente como todas las demás.
—Las cosas van a cambiar, hasta que no dé con el responsable de esta amenaza —espeta—. Las fiestas se quedarán suspendidas hasta que tenga la respuesta que busco, y ni una sola palabra a nadie de lo que aquí ocurre —demanda con firmeza.
—Y por último, nadie, ninguno de ustedes, por ninguna razón, volverá a aparecer ante la prensa.
—De acuerdo, papá —dice Axel—, pero por favor, también te pediremos un par de cosas.
Mi papá lo mira con curiosidad, a la espera de lo que tiene que decir.
—Nos tendrás informados de todo lo que descubras, y no volverás a mentirnos bajo ninguna circunstancia. ¿De acuerdo? —Papá asiente ante nosotros.
—Los amo con todo mi ser —suelta papá mientras abre los brazos, y ninguno duda en irse contra él. __Sin duda, me convertiría en un demonio si algo les llegase a pasar.
Reconozco la sinceridad de sus palabras, y me es inevitable no traer a la mente lo que me ha dicho Jared. La realidad de nuestra situación se cierne sobre nosotros, y aunque el miedo se siente como una sombra, la unidad de nuestra familia es la luz que nos guiará a través de la oscuridad, apostaría a ello.