Mi novio comparte techo con su ex (él insiste en que son solo amigos). Las discusiones son frecuentes y mi intuición me alerta, aunque sin evidencias. Además, un niño con tendencia a los incidentes ha entrado en mi vida y ahora soy su tutora. ¿Por qué este joven ocupa tanto mi mente?
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Gran noticia
Las horas de estudio se evaporaron más rápido de lo esperado. Leo, como un resorte, se estiró con un exagerado "aaahhh", liberando la tensión de enfrentarse a los misterios de la matemática básica.
—¡Por fin! Sentía que mis últimas dos neuronas estaban a punto de declararse en huelga—se quejó Leo, dejando caer el lápiz como si quemara y girando en la silla con un suspiro exagerado.
—Apuesto a que para tu cerebro privilegiado fue un paseo por el parque numérico.
—Créeme, hoy me pusiste a sudar la materia gris. Tuve que... ¡pensar!—sonreí ante su admisión.
—Al fin una pequeña victoria en esta guerra de cerebros—hice una pausa antes de ponerme seria—. Pero hablando en serio, Leo. Con la constancia que estás mostrando, ese examen de admisión va a temblar ante tu genio numérico.
—Eso suena... bien, supongo—respondió con una dosis de escepticismo adolescente—. Oye... ¿ya te vas a esfumar?—lo miré por un instante. Estaba jugueteando con sus dedos, la mirada fija en mí.
—¿Alguna duda existencial sobre la universidad?
—No. Bueno, sí. Quería lanzarte una pregunta al respecto.
—Soy toda oídos, genio.
—Anoche estuve averiguando sobre eso de las carreras y encontré un par que no me hicieron salir corriendo. Quería tu veredicto—juraría que era la primera vez que veía ese brillo de interés genuino en sus ojos cuando se trataba de estudios. Sacó una hoja arrugada de su cuaderno, con algunas anotaciones garabateadas, y me la extendió con un ligero rubor en las mejillas—. No te vayas a reír de mis elecciones... mi ego es frágil.
En la hoja, tres aspiraciones profesionales: Nutrición, Fisioterapia y Educación Física.
—A ver, a ver... ¡interesante selección! Creo que cualquiera encaja con tu energía y tu... aversión a estar quieto. Van de la mano con lo que te gusta y estoy segura de que podrías encontrarle el lado divertido a cualquiera. ¿Alguna te guiña el ojo más que las otras?
—Nutrición. Siento que es la base secreta de todo atleta.
—Y si ya tienes a tu predilecta, ¿qué esperas que te diga exactamente? ¿Que te cases con esa idea?—dije con una sonrisa.
—Solo quería... tu sello de aprobación. ¿Eso es mucho pedir?—desvió la mirada, con un atisbo de vulnerabilidad.
Me detuve un segundo para ordenar mis pensamientos.
—Pienso que es una excelente decisión. Me da paz mental saber que estás tomando en serio tu futuro. Pero ojo, ¡sigue sacándole provecho a esos libros! Nutrición es una carrera con mucho potencial, te lo aseguro. ¿Alguna otra inquietud existencial antes de que me vaya?
—Sí—dijo rápidamente, como si se arrepintiera de preguntar—. Hmm... ¿tienes planes para más tarde?
—No tengo una cita con la Reina de Inglaterra, si a eso te refieres. ¿Por qué?—Leo saltó de la silla con la agilidad de un gato y corrió hacia un mueble donde había dos mandos de consola.
—¡Modo gamer activado!—sugirió, entregándome uno de los controles con una sonrisa traviesa.
Acepté el desafío. Ambos nos acomodamos en la cama. Elegimos un juego de lucha virtual. Yo presumía de algunas victorias pasadas, pero él parecía tener un joystick mágico. Las horas se esfumaron entre combos, risas y gritos de victoria, principalmente de él. Hasta que apareció Iván, irrumpiendo en la habitación como un torbellino, trayéndonos de nuevo a la realidad.
—Leo. Esto supera cualquier cosa que imaginé. ¡Papá está al borde de un ataque de nervios!
—¿De qué demonios hablas?
—¡De mamá, Leo! ¡Está embarazada!—Leo se quedó completamente inmóvil, la boca y los ojos abiertos en una perfecta "O". Para ser un chico que no solía exteriorizar mucho, su cara lo decía todo. Incluso yo, que no tenía nada que ver, sentí un escalofrío. Estaba pálido como un fantasma.
De un salto, se levantó de la cama y salió corriendo hacia el salón. Iván y yo lo seguimos de cerca.
—¿Estás de broma, mamá? Esto tiene que ser un chiste de mal gusto—tal como lo temía, su reacción no fue precisamente efusiva.
—Leo, ese tono con tu madre no te lo permito—intervino el padre, poniendo orden.
—¿Un bebé? ¿En serio no pensaron que quizás no era la mejor idea?
—¿Por qué no lo sería, hijo? Un bebé es una alegría. Y aunque fue una sorpresa, tu padre y yo estamos muy emocionados—respondió la señora Hirma con una sonrisa dulce.
—¡Mamá! ¡Ya no estás en edad para estas cosas! ¿Te parece normal tener otro hijo después de... aquello? ¿No tenemos suficientes problemas económicos como para añadir una boca más que alimentar?—la señora Hirma, con una rapidez inesperada, le dio una bofetada en la mejilla.
—Jamás pensé que eras capaz de pensar así, Leo. Creí que te alegraría la noticia de tener un hermano. Pero veo que me equivoqué. Soy una mujer adulta y sé lo que hago. No necesito sermones tuyos como si fueras mi padre. Los problemas de esta casa no incumben a una criatura que aún no ha nacido. Tu padre y yo ya lo hemos hablado y vamos a salir adelante. Esto no va a perturbar tu vida ni tus estudios. Querer participar en todo esto es tu decisión. No te vamos a obligar, aunque me duela y me decepcione. No voy a discutir contigo por esto. No me hace bien. Tu padre ya me contó lo del colegio hoy. A partir de ahora, no llevarás el móvil al instituto durante dos semanas. Es tu castigo por tu comportamiento—su madre se giró hacia mí, con los ojos enrojecidos—. Y perdóname, Helen, de verdad. No tienes por qué pre
senciar estas discusiones familiares.
—No se preocupe, señora. Al contrario, quiero felicitarla y desearle lo mejor durante el embarazo. Lo importante es que ese bebé nazca sano y fuerte.
—Gracias, mi niña. ¿Ya te ibas a casa? Dile a Iván que te acompañe.
—Yo la llevo—saltó Leo, con un humor de perros.
En silencio, volví a su habitación a recoger mis cosas. Durante el camino a mi casa, no pronunció una sola palabra. Yo tampoco me atrevía a romper el silencio con algo que pudiera empeorar su ánimo. Pero al final, me arriesgué.
—Oye. ¿Tienes planes para el sábado? Digamos que tengo algunas cosas que hacer y no me gustaría estar sola. ¿Te apuntas?
—Veré—respondió secamente.