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El Calabozo De Moff.

El Calabozo De Moff.

Status: En proceso
Genre:Yaoi / Comedia / Ángeles / Mundo mágico / Mitos y leyendas / Fantasía LGBT
Popularitas:6.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Xie Lian.

BL.

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Capítulo 12: Las despedidas no son para siempre.

🌼

24/05/2025

Cinco días después de esa extraña conversación con Mairy, finalmente habían divisado tierra, mejor dicho, un muelle con forma de media luna. Ahora entendía por qué Ara le había dicho que se llamaba Puerto Menguante.

Por suerte, su viaje no había tenido más inconvenientes.

El barco no tardó en llegar. Tirando el ancla y atando los espolones al muelle, descendieron. Alfred volteó a ver a la mujer que cargaba a su hijo en brazos y les sonrió.

—Gracias por traernos. ¿Estarán bien con Deep por las aguas?

—Un gusto. Recuerda lo que te dije —asintió, por supuesto que no se olvidaría de ello—. Y por supuesto, ese bastardo no me va a provocar.

No estaba muy seguro de ello.

—Tío, ¿tienes que irte?

—Prometo que iré a visitarte —le revolvió el cabello.

—Pero no sabes dónde vivo.

Alfred señaló a Hugo, el cual estaba hablando con uno de los tripulantes.

—Mi hermano sabe. Tu mamá y él son amigos. Le preguntaré.

El niño parecía satisfecho con esta respuesta y estiró sus pequeños brazos. Alfred lo cargó y le dio un fuerte y cálido abrazo, para después devolverlo con su madre. Se acomodó la mochila y comenzó a alejarse mientras movía su mano a modo de despedida. Pudo ver desde la distancia cómo Johnny enterraba su rostro en el cuello de su madre y su cuerpo se sacudía levemente. La mujer comenzó a frotarle la espalda. Sabía que el niño estaba llorando y se había contenido frente a él para no ponerlo triste.

En verdad era un buen niño.

—Te lo dije —mencionó su hermano cuando se dio cuenta de la situación que se desarrollaba.

—Cállate —resopló—. Jamás te lo pregunté, ¿pero cuál es el destino principal al que se dirige Mairy?

—Arel.

Alfred se detuvo en seco. Volteó a ver el barco; algunos marineros aún estaban bajando algunas cajas tapadas con lonas. Un carro grande, tirado por caballos, había aparecido y las estaban metiendo dentro.

—¿¡Qué!? ¿¡Y llevará a Johnny con ella a ese lugar!? —estaba alarmado.

—Ey, cálmate. Arel ya no es lo que solía ser —Alf lo miró con incredulidad, y las palabras de su hermano flaquearon—. Sí, es cierto que quizá aún queda mucho por mejorar, pero el rey Olt se está encargando.

—Solo espero que lleguen y se vayan de ese lugar bien —murmuró para continuar caminando. Buscó en su bolsillo el mapa que Bea le había dado hace un tiempo. Desde el comienzo del viaje siempre lo llevaba con él. Desplegó el papel amarillento, la tinta negra formaba trazos exquisitos dibujando bien los lugares para que se entendiera de qué se trataba. Alfred miró la línea roja que Ara había dibujado con su viejo dedo.

Eres genial, gracias.

No pudo evitar elogiar a Alfred para sus adentros. Gracias a su amiga (y a Ara, que le había proporcionado la información del muelle en donde tenían que descender —váyase a saber dónde hubieran terminado—) ahora estaban más cerca. Su tiempo estimado de búsqueda se había reducido enormemente, por lo cual estaba seguro de que en pocos días ya irían a Moff, aunque aún no estaba seguro de cuánta seguridad tendría ese lugar. Después de todo, la montaña era un lugar prohibido. Esperaba que nadie los descubriera de inmediato; si no, se meterían en grandes problemas.

Hugo, a su lado, hojeó el mapa un par de veces, mientras que de vez en cuando miraba a su alrededor. Las calles estaban llenas de vendedores ambulantes y otros sobre las veredas. Cada cuatro casas había un puesto vendiendo pescado. Su nariz se arrugaba por el olor acre que estos desprendían. Sin duda Moet era un país bastante rico, pero aun así las personas parecían muy pobres. ¿Qué estaba pasando?

Según las anotaciones en el papel, la posada de Kerba quedaba al terminar la calle.

Alfred ya había guardado el mapa hace unos minutos y no pudo evitar dirigir su vista hacia donde su hermano estaba mirando. Una mujer con dos niños estaba sentada en la vereda de la calle, con una pequeña canasta vendiendo comida. Su corazón se amargó un poco ante la vista. Los niños vestían harapos y estaban sucios, aun así, sus rostros estaban adornados con brillantes sonrisas.

—¿Estás pensando lo mismo que yo? —preguntó de repente Hugo.

—Parece que la mayoría de la población es pobre.

—Exacto, ¿qué está pasando?

Alfred miró a su hermano con algo de seriedad. Tenía una respuesta formada y esperaba estar rotundamente equivocado. No podían estar ante un caso de corrupción y robo, ¿verdad?

¿Qué tal entonces si esa supuesta posada de Kerba no contaba con el dinero?

—Al parecer el rey disfruta de muchas riquezas a costillas de la gente.

—Mairy me dijo hace unos días que estaba enfermo.

—¿Qué?

—Al parecer está postrado en cama. Intentaron envenenarlo.

No se sorprendió en lo más mínimo. En cuanto a quién intentó matarlo: no le importaba en lo absoluto.

—Hugo —conocía muy bien la expresión que su hermano tenía en ese momento—. Quieres saber más. Eres demasiado chismoso. No te metas en nuevos problemas, porque soy capaz de darte una patada en el culo e irme.

—No me hables con esa estatura —se burló deliberadamente, recibiendo un golpe por parte de Alfred en su hombro.

—Ayo, bien, bien. No indagaré, tsk.

—Bien —no le creía ni una palabra.

Ambos continuaron caminando hasta casi llegada la noche; supuestamente, la posada debía de estar cerca del muelle. ¡Pero estaba realmente lejos!

La calle parecía interminable.

Para este punto ya se encontraban sudados; hacía calor. Alfred estaba un poco asqueado consigo mismo en ese momento, ¿por qué carajos tenía que sudar tanto? La sensación de la ropa pegada al cuerpo era horrible, e incluso su cabello se había esponjado más y se pegaba a su frente.

—¿Es esa? —Hugo jadeó cuando preguntó. Su dedo señaló una construcción de material y roca de color gris, con tres pisos. En el segundo piso había un largo balcón que estaba dividido por vigas de madera que desaparecían al llegar al piso superior, el cual solo tenía una ventana bien cerrada con puertas de madera talladas con patrones de rosas. En cambio, el segundo piso tenía unas cinco ventanas a la vista; solo una estaba abierta. La madera no mostraba signos de haber sido tallada, era extremadamente lisa. La cortina evitaba que alguien pudiera ver hacia el interior. Finalmente, en el piso inferior se encontraba la entrada con un umbral de granito perfectamente tallado con dos columnas. En la parte superior se enredaba como si simulara alguna enredadera. A ambos lados de la puerta de abeto había dos lámparas de aceite. La luz cálida le daba un aspecto amarillento y grasiento a la roca sin vida y al granito blanco, haciendo que el lugar, desde el exterior, pareciera bastante acogedor y agradable a la vista. Alfred recordó la biblioteca, y cómo esta en la entrada también tenía una. Se sintió levemente nostálgico. El suave viento nocturno movió dos carteles de tela colgados en ambas esquinas del lugar. Estaban escritos con la caligrafía de Moet, por lo cual no sabía muy bien qué decían, pero logró identificar algunos caracteres que hacían referencia a algún alojamiento. Él mismo se sorprendió; jamás había estado en ese lugar, así que no esperaba "entender" su caligrafía.

—Al parecer, por fin hemos llegado —. La construcción era imponente, y una vez que alguien la miraba sería difícil despegar la vista de ella. Las escaleras, también de granito, eran una invitación activa a que subieran y entraran.

Ambos soltaron un suspiro de alivio. Alfred subió las escaleras; cada paso era una agonía. Tomó el pomo de la puerta; este estaba frío al tacto. Intentó abrirla, pero no pudo. ¿El lugar estaba cerrado?

Estaba reacio a creer eso después de haber recorrido tanto estuviera cerrado. No se daría por vencido frente a una maldita puerta, así que con el dorso de su mano golpeó la madera con suavidad. Unos instantes después la puerta se abrió, dejando al descubierto el rostro brillante, con una sonrisa, de un joven rubio y pecoso.

Alfred parpadeó varias veces. ¿Su vista estaba mal?

Estuvo en una especie de shock por unos segundos, hasta que el chico frente a él se movió un poco inquieto, sacándolo de su inicial aturdimiento.

—¿¡Andy!?

¿¡Qué estaba pasando!?

—¡Alfred, te estaba esperando!

¿Qué mierda?

Estaba muy desconcertado; de repente, los hilos sueltos se ataron en su mente.

—¡Tú fuiste el que entró a nuestra casa! ¡También dejaste el diario! —No era una pregunta, sino una acusación. El rostro del contrario se puso rojo. Hugo miró a su hermano sin comprender.

Su cabeza nuevamente comenzaba a doler.

—¿Cómo que entró? ¿De qué hablas? —Después de todo, Alfred jamás le dijo que un extraño se había colado en su hogar.

Alfred estaba tres partes molesto y seis sorprendido. Se dio media vuelta con la intención de irse.

Renunciaría a todo.

En ese momento, ya no le importaba la recompensa o la absurda leyenda. ¡Se sentía engañado! Antes de que su pie tocara el primer escalón de la escalera, su brazo fue sujetado con suavidad. Giró su rostro y se encontró con los ojos de su hermano.

—Cuéntame lo que está pasando, no entiendo nada.

—Lo explicaré —. Los ojos del joven miraron nerviosamente al hombre de cabello rizado—. Solo pasen y hablemos, ¿sí?

—No.

—Bien.

Habían hablado Alfred y Hugo a la vez. Los ojos color miel y marrón se miraron sin parpadear, como en una discusión visual. Andy no se atrevió ni a respirar al ver a estos dos hermanos así.

Alfred comenzó a tener una corazonada, y su expresión se volvió de entera sospecha mientras miraba a Hugo. Pero en cambio, le habló a Andy.

—¿Cómo sabías en dónde vivía?

—Si entras, te diré.

Maldición.

—Tu ganas —. Andy se hizo a un lado y entró. La posada contaba con varias sillas y mesas de madera de abeto, pero por alguna razón el lugar estaba desierto, apenas iluminado por unas pequeñas luces en el techo. Un sutil aroma a sándalo invadió sus fosas nasales antes de que su vista se dirigiera a un incienso casi consumido que estaba sobre el mostrador. La ceniza formaba un camino recto hasta la varilla.

Alfred tomó asiento en una silla, no sin antes quitarse la mochila, la cual dejó a su lado. Suspiró con cansancio.

—¿Esta posada es de tu propiedad?

—Sí —. Andy, seguido por Hugo, se sentaron a su alrededor. Quizá el chico pecoso se sentía avergonzado, porque su cara estaba de un color rojo intenso. Sabía que había molestado a Alfred y estaba dispuesto a contestar todas sus preguntas para remediar su error, error que no estaba arrepentido de cometer—. Mi hermana y yo somos propietarios.

—¿Por qué dejaste ese diario en mi casa? Aún más importante: ¿cómo sabías en dónde quedaba nuestro hogar?

—Hugo me lo dijo.

El nombrado se atragantó y Alfred lo miró con sorpresa. ¿Su hermano había hecho qué? ¿Otra vez metiéndolos en problemas?

—Hugo, quiero una explicación. ¿Por qué no me lo dijiste antes? —Su voz salió baja, casi como un gruñido. El moreno rápidamente se tensó y sintió miedo.

—No lo sé.

—¿No lo sabes?

—Él estaba borracho —. Se apresuró a decir Andy. Su voz sonaba bastante nerviosa, pero rápidamente respiró hondo y se calmó. Alfred le echó una mirada y se resignó a su destino. Estaba dispuesto a escucharlo—. En realidad, esa noche que te conocí no me fui a casa como lo hice ver. Esperé a que te fueras para volver a entrar. Hugo estaba concentrado bebiendo y apostando, apestaba a alcohol, y sabía que sería fácil que respondiera mis preguntas. Así fue como conseguí la dirección.

Alfred miró con reproche a este hermano suyo que podría vender fácilmente a las personas bajo un estado de intoxicación.

—Pero yo me fui antes. ¿Cómo es que llegaste a mi casa antes de mí?

—¿No lo recuerdas? —Alfred negó, sintiéndose un poco confundido—. Te quedaste un largo tiempo apoyado contra un costado de la posada cuando saliste. Cuando yo me iba, te vi con los ojos cerrados; supuse que estabas aclarando tus sentidos.

—Oh —. Así que había sido en ese momento. ¿Tanto tiempo fue? Alfred había sentido que solo habían pasado unos minutos. Bien, su hermano y él tenían la culpa esta vez. Si no se hubiera detenido, quizás hubiera atrapado a Andy infraganti; si su hermano no hubiera bebido, no hubiera hablado de más—. ¿Por qué motivo dejaste el diario?

Esta vez Andy guardó silencio. Alfred podía jurar que oía el sonido de las cenizas del incienso ya casi agotado caer sobre la suave madera.

—Eso..., por lo que me contaste.

—¿Es así? —Estaba escéptico—. ¿Por lo que te conté sobre que desmentimos leyendas? ¿Tu intención es que desmintamos esta? —Andy asintió. Alf se burló en su corazón. ¿Por qué hacer esto tan complicado?— ¿Por qué no me la diste directamente?

—No lo pensé.

¿Por qué molestarse por este asunto tan absurdo?

Claramente, lo que decía Andy estaba lleno de incoherencias. No sabía qué pensar al respecto.

La irritación dio paso al cansancio de la caminata y el anterior viaje. Se sentía muy fatigado y estaba seguro de que su hermano estaba igual.

—Bueno, ya estamos aquí —Hugo rompió el silencio—. Vamos a ir a Moff —. Miró atentamente a Andy—. ¿La recompensa es real?

—Sí.

Por lo menos..., algo bueno.

ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ

Unos minutos después Andy los instaló en una habitación del segundo piso. El lugar era espacioso y estaba bien amueblado. Alfred aún estaba un poco molesto por lo que había pasado. Miró al rubio con algo de recelo, pero sin rencor. Después de todo, él categorizaba a Andy como su menor, un niño que actuaba por mero impulso.

—Todo va por mi cuenta.

—¿Ah?, ¿qué? —Alfred y Hugo se miraron. El mayor frunció sus labios y negó rotundamente—. ¿En qué estás pensando, Andy?, claro que no. Nosotros nos hospedaremos y pagaremos.

—Me temo que no podrán pagarlo.

Alfred recibió un golpe en su cara cuando le recordaron en qué estado de pobreza se encontraba.

—¡Genial, gracias por su amabilidad! —Hugo se apresuró a hablar cuando notó que el rostro de su hermano no se veía muy bien —además, no desaprovecharía la oportunidad de no pagar—. Al parecer, estaba conteniéndose para no decir algo fuera de lugar. Andy les regaló una sonrisa antes de indicarles dónde estaba el baño y la cocina. Después se despidió para dejarlos descansar.

—Mañana hablaré con él.

—¿Por qué tienes que ser tan terco? Nos queda poco dinero después de haberle pagado a Mairy. Acepta por una vez la amabilidad de otros —. Quería hacerlo entrar en razón, y lo único que recibió por la parte contraria fue una mirada fulminante. Suspiró—. Sé que en primer lugar esto es mi culpa, pero no seas así.

—¿Así cómo? —Se burló.

—Tan reservado, terco y cortante.

Al carajo todo, ya no tenía ganas de escucharlo.

Realmente estaba cansado.

Alfred tomó ropa limpia de su mochila, le dio la espalda a su hermano mientras iba directo al baño para tomar una ducha.

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Niiiniiiiiiii👋
💋🤫
Niiiniiiiiiii👋
Ay, el amor 😻😻😻
Niiiniiiiiiii👋
O POR DIOSSSSSS, AHHHHHHHH
Niiiniiiiiiii👋
Nmms, yo tenía razón. Hugo si le tenía ganas a Alfred 😭😭😭😭
Niiiniiiiiiii👋
😭💔
Niiiniiiiiiii👋
Estoy chillando ya, lptm
Niiiniiiiiiii👋
Oh, no. Oh, no, esto está muy mal....
Niiiniiiiiiii👋
Mrd
Niiiniiiiiiii👋
ESPERA, HUGO. QUE
Niiiniiiiiiii👋
ESPERA, QUE
Niiiniiiiiiii👋
Ehhhhhhh
Niiiniiiiiiii👋
xd
Niiiniiiiiiii👋
JAJJAAJAJAJJAJA, AY ALFRED, T AMO
Niiiniiiiiiii👋
AHHHH,ALFRED TOMO LA INICIATIVA, QUE. AHOAKSLAKSJAKAKSKSKSNSNSKSLSKSKS😍😍😍😍🥰🥰🥰🥰👌💋😘
Niiiniiiiiiii👋
😭😭😭😭😭😭😭😭😭
Niiiniiiiiiii👋
Ya ni sufrir dejan 😞
Niiiniiiiiiii👋
Se me están por salir unas cuantas lágrimas
Niiiniiiiiiii👋
Dios :(
Niiiniiiiiiii👋
El título del capítulo ya me da miedo
Niiiniiiiiiii👋
Alfred imponiendo autoridad 😘
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