Arabela es una adolescente que la mayor parte del tiempo se la pasa perdida en sus pensamientos, tratando de entender el interés que despertó en una de sus compañeras de salón, cuando antes de jugar botella ambas eran invisibles en la vida de la otra.
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CAP 12. LO DESCONOCIDO
Me levanté arreglando un poco mi cabello y abrí la puerta de mi cuarto.
—¿Qué te he dicho de la puerta? —me cuestionó papá.
—Estoy haciendo tarea —traté de convencerlo. Agradecí que no se pudiera ver lo que estaba ocurriendo entre mis piernas.
—¿Quieres que le diga a tu mamá que has quedado embarazada?
—¡Felicidades! vas a ser abuelo. Acabo de quedar embarazada de mi compañera de trabajo.
—No bromees con eso.
—Justo es lo que estás haciendo.
—Tú y tu compañera vengan a cenar —dijo después de dar un gran suspiro. Antes de irse puso la mano en la puerta cuando traté de entrecerrarla—. sin seguro.
—Bien —remilgué. Papá se fue y me giré hacia Rebeca, quien estaba sentada sobre la cama abrazando su rodilla y acariciando su labio inferior.
—¿Te quedas a cenar?
—¿Cómo van? —preguntó papá a Rebeca estando en la mesa. La chica rebelde terminó de dar el bocado y se giró hacia él.
—Ya casi acabamos. Las ecuaciones son complicadas, pero Arabela me está ayudando.
Vigilé las palabras de papá.
—Me refería a ustedes dos —mencionó señalando con su tenedor. Rebeca se incorporó como una zarigüeya apenada. El rubor de sus mejillas la delató, la joven con cachetes de manzana bajo la mirada.
—Ya es un poco noche. ¿Vives muy lejos de aquí?
Creí que la pregunta de mi progenitor era para borrar su entrometimiento.
—No tanto, pero me quedaré a dormir para terminar lo que nos falta.
—¿En serio? No sabía, porque Arabela no arregló el cuarto de invitados —conspiró papá. Rebeca se vio encarcelada.
—¡Mamá! Dile que pare — le pedí —no hay cuarto de invitados, está jugando contigo —me dirigí a Rebeca.
—Ernesto, deja de molestarla. Le creo cuando dice que estaban haciendo tarea. El otro día yo me acerqué y esos números raros sí se veían difíciles.
Papa le sonrió a Rebeca, pero a mí me lanzó una de esas miradas de "estás advertida".
—No se duerman muy noche —sugirió.
Después de lavar los platos volvimos a mi cuarto. Claro que ya no trabajaríamos en el proyecto, pero fue una buena excusa para que Rebeca se quedara.
Nos preparamos para dormir. Le presté ropa cómoda: un short y una camiseta. En lo que fui al baño a cambiarme, poniéndome una playera y un pantalón ligero, Rebeca ya estaba en la cama completamente cubierta con el edredón.
Apagué la luz y tomé el lado izquierdo de la cama de prisa.
—Buenas noches —dije antes de voltearme y darle la espalda.
—Arabela —me llamó, pero no respondí, quería que pensara que no la escuché.
—Arabela —mencionó en voz baja y sentí estirarse algunos de mis cabellos. No creo que ya te hayas dormido —seguí sin contestar.
—¡Nerd! —exclamó en voz baja.
—No me llames así —reclamé, girándome.
—¿Por qué no? —nuestras voces susurraban.
—No me gusta que tú...
—¿Que yo? —la contemplé sin confesarlo, pero parecía que lo había entendido.
—Bueno, no es agradable que te pongan una etiqueta.
—Como "chica rebelde" —me sentenció con la mirada. Le sonreí apenada.
—Dime, ¿qué necesitas? —se lo pregunté porque después de su acusación no quitaba la vista de mi boca.
—Sabes lo que necesito —se acercó y me atrajo a ella poniendo su mano por detrás de mi oreja.
—Lo siento por Marlen, pero solo quiero besarte —y lo hizo. El beso no fue completo porque en mis labios se dibujó una sonrisa, haciendo que los suyos apenas y tocaran el centro de mi boca.
—¿De qué te ríes? —preguntó contagiada por mi sonrisa.
—Marlen y yo solo somos amigas —Su cara se llenó de felicidad.
—Ahora no habrá nada que me impida besarte toda la noche —abrí los ojos como dos platos.
—¿En serio?, ¿toda la noche?
—Somos jóvenes, ¿por qué no ocupar nuestra energía en cosas que nos satisfagan?
Se aproximó sin prisa hasta que sus labios cubrieron los míos.
—Espera —pronuncié limpiando mi saliva de su boca —¿Tú y César?
—Ya no andamos.
—¿Segura?
—Sí, ya te lo había dicho.
—Y ¿lo que pasó en la hora libre?
—¿Qué pasó? —preguntó como si no supira de lo que le estaba hablando.
—No te hagas.
—No tengo idea.
No sabía cómo decírselo.
—Has estado con varios chavos, ¿no?
—Sí...—respondió tratando de descifrar lo que yo quería decir.
—Entonces, estuviste con César.
—¿Por qué me preguntas eso en este momento?
—Responde.
—Sabes que sí, todas en el salón lo saben.
—¿Entonces?
—Ya te dije que no estoy con él —se comenzó a poner seria.
—¿Estás enojada?
—Es que no sé qué es lo que quieres saber.
Alcé mi torso.
—En la hora libre volviste con el hombro mojado, tenías el pelo amarrado y bueno, el pantalón de César se veía humedo de la pierna.
Su cara se fue relajando.
—¿Crees que yo? —se soltó a reír mientras la miraba sin reaccionar.
—Arabela, me amarré el cabello porque fui a resolver los ejercicios. No quería molestarte más si no te interesaba, pero te prometí no fallarte, así que salí a las bancas del patio y César se puso pesado. Tratando de que le hiciera caso, se sentó a lado mío y no me dejaba concentrar, entonces cuando estaba a punto de tomar de su botella, la apachurré y me cayó en el hombro y a él le mojó la pierna —Pasó su dedo pulgar por mi labio inferior.
—Nunca se lo he hecho a un chavo— volvió a tomar mi nuca, y llevó a mi oído hasta su boca —pero quiza lo haga contigo.
Me aparté para mirarla a los ojos, me sonrió. Su sonrisa era tan tierna, sincera, ¿cuándo había visto que le sonriera a César de esa manera? Me estaba obsequiando toda su calidez.
—Arabela — pronunció con una voz embelezada. La miré atenta —. Me encanta besarte, no puedo parar de pensar en tus besos. Me muerdo los labios cada que no te tengo cerca, escribo en cada clase lo mucho que deseo besarte. Y cuando me rechazaste, sentí un vacío y tristeza porque ya no podría volverlo a hacer.
—¿Por eso me trataste mal? —pregunté en un susurro.
Me jaló del cuello y pronto su boca se hundió en la mía. Los movimientos eran lentos, pero de un momento a otro Rebeca aumentó la intensidad, pegó su cuerpo al mío, parecía querer devorarme en caricias, mordiéndome, saboreando mi lengua, chupando cualquier rincón que cubriera su superficie. Su respiración aumentó, lo supe porque sus exhalaciones eran continuas y me provocaban tanto y cuando hablo de tanto, quiero decir que me robaban el aliento, apretaban mi estómago, mi pelvis y más abajo. Inhala, suspira, muerde, saborea, disfruta, ¿qué era esa sensación exquisita de no querer detenerme? Seguir, seguir, hasta alcanzar lo desconocido, aunque mi cuerpo parecía saber lo que buscaba.
¿Qué éramos? Ella era mi compañera, no, amiga, no, ¿soy de una noche?, ¿solo quiere esto? Yo no lo quiero, sí lo quiero, muchas veces, repetidas veces, tantas hasta perderme en aquello que mi cuerpo anhelaba.