Hasta Que La Venganza Nos Separe

El jardín de la villa estaba iluminado por faroles antiguos que proyectaban una luz cálida y acogedora. Alessandro y Chloe conversaban animadamente sobre los planes del día siguiente, mientras Camila revisaba su teléfono, soltando de vez en cuando una risa discreta. Gustavo, que se había mantenido en silencio, no apartaba los ojos de ella, aunque fingía estar concentrado en la copa de vino que sostenía.

Un mensaje en particular llamó la atención de Camila: era de Cristian, invitándola a salir al día siguiente para explorar Verona. Camila no pudo ocultar una ligera sonrisa, lo que encendió una chispa de incomodidad en Gustavo.

—¿Quién te escribe, Camila? —preguntó Chloe, aparentemente casual, pero con una sonrisa cómplice que sólo Camila entendió.

—Un nuevo amigo —respondió Camila, sin levantar la vista de la pantalla.

Gustavo apretó la mandíbula. La paciencia que había tratado de mantener durante todo el viaje estaba comenzando a desmoronarse.

—¿Un nuevo amigo? —repitió Alessandro con interés, ajeno a la tensión.

—Sí, Cristian Santini, el chico del Jardín Giusti —respondió Camila con indiferencia, mientras escribía un mensaje.

Alessandro soltó una carcajada.

—Verona está haciendo efecto. Atrae romances como si fuera un imán.

Gustavo se removió en su asiento, intentando concentrarse en la conversación de Alessandro y Chloe, pero los dedos de Camila escribiendo en el teléfono eran una distracción constante. Cada vez que ella sonreía o soltaba una pequeña risa, sentía que algo dentro de él se rompía.

Chloe, que observaba la escena, no pudo evitar admirar lo bien que Camila manejaba la situación. Aunque su amiga parecía concentrada en su conversación con Cristian, era evidente que sabía exactamente lo que estaba haciendo: presionando las cuerdas de los celos de Gustavo con precisión quirúrgica.

—¿Qué tanto te escribe tu "nuevo amigo"? —preguntó Gustavo finalmente, incapaz de contenerse. Su tono era más cortante de lo que había planeado.

Camila levantó la mirada por primera vez, disfrutando el leve temblor en la voz de Gustavo.

—Oh, nada importante. Me estaba preguntando si estoy libre mañana para salir. Que quiere llevarme a conocer un hermoso y romántico lugar. - dijo Camila con una sonrisa pícara.

El silencio que siguió fue palpable. Chloe tomó un sorbo de vino, entretenida con el espectáculo, mientras Alessandro parecía ajeno a la batalla de voluntades que se desarrollaba frente a él.

—¿Y lo estás? —preguntó Gustavo, su voz contenida pero con un filo evidente.

Camila dejó el teléfono sobre la mesa y lo miró directamente, con una sonrisa inocente que contrastaba con la chispa traviesa en sus ojos.

—No lo sé todavía. Quizás lo considere. ¿Por qué? ¿Tienes algo que decir?

Gustavo sostuvo su mirada, pero no respondió de inmediato. Estaba atrapado entre el orgullo y el deseo, entre dejar que Camila hiciera lo que quisiera y confesar de una vez que no soportaba verla con alguien más.

Chloe intervino antes de que la tensión se disparara.

—Bueno, sea lo que sea, mañana todos tenemos que aprovechar el día. Verona es hermosa, pero también agotadora si planeamos verlo todo.

La conversación volvió a relajarse, pero Gustavo y Camila continuaron enfrentándose en silencio. Camila volvió a tomar su teléfono y comenzó a escribir nuevamente, consciente de que Gustavo la observaba.

"Esto será interesante", pensó Chloe, disfrutando de la estrategia de su amiga. Camila estaba decidida a darle a Gustavo una lección, y si alguien podía doblegar al obstinado de Gustavo, esa era ella.