Nica es el fruto de un rico hacendado, dueño de muchas tierras productoras de caña y algodón, y de un amorío con una de sus esclavas.
Y aunque su padre prometió protegerla, no vivió mucho para cumplir su promesa.
Apenas su padre murió, su tío y sus primos se encargaron de hacerle la vida un infierno. Le recalcaba a cada momento que ella solo era una sucia esclava con sangre impura corriendo por sus venas.
Y qué por lo tanto, su vida no valía nada.
NovelToon tiene autorización de KLRESPLANDOR para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
El Señor Angeli.
Los días en la casa de los Montalván se volvieron estresantes, la servidumbre no podía dejar de realizar una tarea tras otra. El verano estaba haciendo estragos en las cosechas de cacao, aumentando la presencia de plagas y maleza que dañaban la producción.
Nica no la tenía menos complicada, su trabajo era ayudar en la limpieza de la casa grande mientras su prima se encontraba de voluntariado en la escuela de la iglesia. Y cuando Lilianne estaba en casa, Nica la ayudaba a organizar las clases y los libros.
Por suerte, Antonio no había causado incidentes últimamente, aunque Marú nunca dejaba de advertirle que durmiera con un ojo abierto. Era preferible saber que hacía tu enemigo, a no verlo.
Hoy en especial, el señor Armado Hurtado se mostraba estresado como nunca. Tenía una reunión con un importante inversionista para salvar sus cosechas, y la casa se encontraba descuidada debido a que Doña Laura llevaba días en cama.
La señora dejó de asistir con Lilianne a la iglesia después de que se desmayó de una fiebre, y desde aquel día no se ha levantado. A Nica le remordía de enojo como su esposo podía ser tan incomprensible con la salud delicada de su esposa.
Al parecer el maltrato era de familia.
—¡Concepción! —Los gritos de don Armando rebotando en las paredes de la casa eran un verdadero tormento. —¡¿Dónde está mi mujer, Concepción?!
La esclava agachó la cabeza, y al igual que todos los presentes no supo contestar.
—¿Te cortaron la lengua, india? ¡¿Por qué Laura no ha bajado?!
—Madre se siente mal. —Intervino una delicada voz juvenil.
El tercero de los Hurtado, Mateo, llegó a salvarlas. Nica podía admitir que el hijo menor era el único que mostraba ser respetuoso con los demás, a pesar de que por esa actitud fuese blanco de burlas.
—¿Se siente mal? ¿No será una de sus malditas huelgas?
—No, no, padre. —Insistió Mateo. —Yo mismo la vi, tenía fiebre y mucha tos.
—Desgraciada, agarró justamente el peor día para enfermarse. —Don Armando escupió disgustado. —Lo que faltaba, si no está besándole las faldas al cura está inválida en cama, ¡Todo menos al servicio de esta casa!
Las esclavas se quedaron escuchando las quejas de su señor un rato más, hasta que por fin se resignó y fue a buscar al señor Angeli sin ayuda de su esposa. Nica no sabía quien era ese hombre, ni mostraba interés en conocerlo. De seguro se trataba de otro ricachón europeo qué no sabía que hacer con tantas monedas.
La esclava sintió la necesidad de buscar a Lilianne, no le gustaba perderla de vista por mucho tiempo. Abandonó la sala principal, y al pasar por los pasillos que llevaban a la cocina, un montón de vidrios rotos la exaltaron.
En conjunto a la destrucción, se escucharon unas quejas provenientes de Lilianne.
Nica corrió hacia la cocina, consiguiendo a Lilianne junto a un desconocido, y parecían sostener una discusión. Su primer impulso fue intervenir, aunque de inmediato se le cruzó el pensamiento de que se le estaba haciendo mala costumbre encontrar a Lili en situaciones comprometedoras con un hombre en la cocina.
—¡Detengase!
—¡Nica! —Exclamó Lilianne, deteniendo instantáneamente su prima. —¡Por favor, no agarres un cuchillo!
—¿Cuchillo? —El hombre a un lado abrió los ojos perturbado. —Oigan, yo solo quería ayudar a recoger el tiradero, no hace falta que me apuñalen si no quieren...
—¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí? —Lo interrogó Nica, a la defensiva.
Por obvias razones no era un esclavo de la hacienda, aquel hombre tenía los ojos verdes oliva y un tono de piel trigueño, además de una impresionante musculatura cubierta por ropa de cuero.
—Lo siento... —Y su voz tenía un acento proveniente de islas caribeñas, bastante exótico. —Es la costumbre.
—¿Costumbre de qué? —Nica arrugó el ceño. —¿Maltratar mujeres?
—Calma Nica, él no me hizo nada. —Lilianne la tomó de los hombros. —Fue mi culpa, yo soy la imprudente que tiró el jarrón.
—No se lamente señorita, soy yo el que no está acostumbrado a este tipo de ambiente. —Se excusa el muchacho.
Nica no entendía si esos dos tenían una especie de complicidad, o eran tan tontos como para culparse por quien había tirado el jarrón. Igual alguien debía recogerlo, y la afortunada era Nica por obvias razones. No obstante, el chico insistió no dejó de molestarla hasta permitir que la ayudara.
—¡Lilianne!
La voz de Antonio y sus pasos aproximándose alertaron a Nica, quien aun seguía limpiando los rastros de cerámica.
—Nica, vete de aquí. —Le pidió su prima.
—Pero...
—Vete, no me hará nada. —Insistió. —Por lo contrario, si él te ve...
Nica no lo pensó así, pensaba que la escena se vería mejor si fueran ellos tres en lugar de los dos solos. Pero aquel pedido se volvió una orden, y Nica no dudó en dedicarle una última mirada amenazante al chico de ojos verdes antes de irse.
O eso le hizo creer, pues se escondió a pocos metros detrás de un muro en caso de que a Antonio se le metiera el demonio. Para su sorpresa, Angeli trató de recoger la mayor cantidad de cerámica posible.
—Esa chica te protege mejor que un soldado. —Rió el muchacho.
—No ha visto nada. —Suspiró Lielianne.
De repente, Antonio cruzó la puerta acompañado de su padre, el primero se reflejó extrañado a diferencia del mayor.
—¡Señor Angeli! ¡Aquí está! —Exclamó don Armanda, abriendo los brazos. —¿Cómo está? Espero muy bien... ¡Venga! Le presento a mi hijo y heredero, Antonio Hurtado.
Antonio empezó a sospechar de la situación, lo que temía Nica especialmente, pero ante la presión de su padre tuvo que dejar su mal humor de lado y saludar al Señor Angeli. La esclava se esperaba que fuera un viejo excéntrico, no alguien tan joven y apuesto...
—Lilianne, ¿Qué haces aquí sola? —Le preguntó Antonio.
—Bebía un poco de agua, y por accidente... —Lilianne miró apenada los trozos de cerámica en el suelo.
—¡Oh, todo este desorden es culpa de mi mujer! —Alardeó don Armando, cosa que lograba agobiar al invitado. —Lleva días postrada en cama, no tiene la decencia de recuperarse.
«Como si eso dependiera de ella.» Pensó Nica. De seguro si él fuese el enfermo, estaría con un pie en el más allá y pediría comprensión.
—No se preocupe señor Hurtado, lo mejor será dejarla descansar. —Respondió el Señor Angeli, sereno. —Puede ser el virus que da antes de la temporada de lluvias.
—Tiene razón, igual esperaba darle una mejor bienvenida. —Admitió el viejo. —Venga, la merienda está servida.
Don Armando convidó al señor Angeli al jardín. En cambio, Lilianne tomó el brazo de Antonio y le dedicó una sonrisa, la cual no lo despejó de las sospechas, pero le permitió mantener las cosas en paz por el momento.
Todos se retiraron de la cocina, permitiéndole a Nica salir de su escondite. Tal vez se mostraba más respetuoso que los otros hombres de esa casa, pero de igual forma no le daba buena espina ese tal señor Angeli.
nunca más te leo. q falta de respeto son indeseable, engañan al lector.
el señor Angeli de Liliana 🙈
Carajo, me estoy poniendo del lado de los padres... ¿Ahora que hago?
Y alto... ¿En ese entonces existía la gasolina? o.o