**La vida perfecta no existe, y menos cuando la creamos basándonos en otras personas. Soy Elena Hernández, una mujer común que se enamoró del hombre perfecto. Juntos soñabamos con salir adelante y poder emprender nuestro propio negocio. Pero, para que esto pudiera ocurrir, uno de los dos debía sacrificar sus sueños. ¿Y adivinen quién se sacrificó?**
**Vivía en una burbuja que pronto me reventaría en la cara, haciéndome caer en el más profundo abismo. ¿Seré capaz de salir adelante? ¿Podré alcanzar mis propias metas? Acompáñame en este nuevo inicio y descubramos juntos de qué estoy hecha.**
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Capítulo VI Tentación
Punto de vista de Elena
No podía creer que ese asqueroso quisiera abusar de mí; solo pensar en que hubiera logrado lo que se proponía me daba asco. En ese momento, solo pensaba en mi bebé. Había soñado tanto con tener a mi hijo que la idea de perderlo me aterraba; por culpa de ese desgraciado, estuvo en riesgo. La idea de perderlo me lleno de rabia. Sin embargo, en mi situación actual, tuve que cambiar rápidamente mis pensamientos, ya que el padre de mi hijo fue precisamente quien me salvó de las garras del gordo asqueroso de mi exjefe. Había decidido que no lo buscaría, pues podía sacar adelante sola a mi bebé. Además, temía que si el papá de mi bebé se enterara de su existencia, quisiera que interrumpiera mi embarazo o quizás quisiera quitármelo. Estaba aterrada ante esa posibilidad, por las noches tenia pesadillas en las que mi desconocido aparecia y me quitaba a mi bebé ya nacido y ahora mi mayor pesadilla se estaba haciendo realidad, el hombre con el que soñaba estaba a mi lado y su presenciame llenaba de temor. Iba en el mismo auto de aquella noche, en la que perdí por primera vez mi juicio y me dejé llevar por el momento. "¿Qué quiere de mí?", pregunté, rompiendo el silencio dentro del auto.
"Si te digo, te puedes molestar", respondió mi desconocido con el cinismo marcado en esa sonrisa que me derretía.
"No le entiendo, pero tampoco quiero entenderlo", respondí indiferente, aunque sabía bien de lonqje hablaba.
"¿Entonces para qué preguntas si no quieres saber?". Rodé los ojos ante el descaro de mi apuesto desconocido. No podía negar que sentir su aroma tan cerca me estaba haciendo sentir calor en mi cuerpo. "Reacciona, Elena, pareces gata en celo", me regañé mentalmente.
"Primero salgamos del asunto de tu exjefe y luego nos sentamos a hablar como los adultos que somos". Mis ojos se fijaron en los de él, haciendo que el calor subiera a mis mejillas. Era una tonta; soy una adulta, ¿cómo puedo sonrojarme con tan solo una mirada? Llegamos a la estación de policía siendo recibidos por el mismísimo capitán de esta estación. Quedé sorprendida ante esa situación.
"Señor Villalobos, bienvenido", el capitán lo recibió visiblemente emocionado ante la presencia de mi desconocido. Al parecer el era alguien importante.
"Gracias, capitán. Como sabe, hemos venido a poner una denuncia y espero que el proceso sea corto, ya que mi mujer está agotada después del mal momento que ese asqueroso le hizo pasar". Abrí los ojos al escucharlo llamarme su mujer. No podía creer que el muy imbécil me presentara de esa manera; o sea, ¿estaba loco o qué? Solo estuve con él una noche y ya se siente con derechos sobre mí.
"Elena, reacciona; debes ir a dar tu declaración", dijo mi descarado abogado desconocido, pero que ahora dice que soy suya. Sali de mi ensimismamiento echándole una mala mirada a mi supuesto abogado. "¡Ah!, y no se te ocurra desmentir que eres mi mujer; si lo haces, el proceso se hará más lento", añadió el muy descarado.
"¿Puedo saber el nombre... bueno, de lo que seas?", pregunté molesta.
"Claro que sí, cariño. Me llamo Leonardo Villalobos". De repente Leonardo tomó un mechón de mi cabello mostrando una escena muy intima entre los dos, lo pasó por detrás de mi oreja; el toque de sus manos sobre mi piel hizo que una corriente eléctrica recorriera todo mi cuerpo. Me estremecí al instante. Leonardo se dio cuenta de mí reacción y mostró una encantadora sonrisa derritiéndome una vez más.
"Cómo deseaba que me llevarara de nuevo a la cama", pensé. Rápidamente volví en mí y me aparté de él; no entendía qué hacía ese hombre en mí ni cómo podía hacerme sentir tantas emociones en tan poco tiempo. Centré mis pensamientos y procedí a dar mi declaración. En la estación me trataron bien; era casi de la realeza para esas personas. Me sentí mal por aquellas víctimas a las que no escuchan solo por no considerarse importantes. Después de dar mi declaración, salí de la oficina del capitán. Leonardo seguía esperando por mí; pensé que se iría, pero por lo visto estaba empeñado en hablar conmigo.
"Llamaré a mi amiga para que venga por mí. Gracias por su ayuda", dije mientras sacaba el teléfono del bolso. Rapidamente Leonardo dio un paso hacia adelante y su expresión se tornó seria.
"Espera un momento, Elena", dijo con voz grave. "Sabes que tenemos que hablar, necesito saber quién es el padre del bebé que esperas". Me quedé paralizada por un instante. El aire entre nosotros se volvió denso y las palabras parecían atoradas en mi garganta. Mirarlo a los ojos era como enfrentar una tormenta: había tanto deseo como incertidumbre en su mirada.
"¿Por qué te importa?", respondí finalmente, intentando ocultar la vulnerabilidad en mi voz.
"Porque quiero protegerte... quiero proteger al bebé y si es mío lo quiero a mi lado". Su sinceridad me sorprendió y sentí un torbellino de emociones dentro de mí: miedo, deseo y confusión.
"No puedo decirte quién es... no puedo arriesgarme a perderlo", murmuré mientras miraba al suelo. Leonardo dio un paso más cerca y extendió su mano hacia mí.
"Elena, confía en mí. No estoy aquí para hacerte daño". A pesar del temor latente en mis palabras, algo dentro de mí empezó a ceder ante su insistencia...
"Este no es el mejor lugar para hablar de esto", mire a mi alrededor dando a entender que no estaba cómoda ahí.
"Vayamos a mi apartamento, ahí nadie nos molestará".
Pensar en estar en un lugar a solas con ese hombre que me derretía con solo una mirada me ponía nerviosa, últimamente mis hormonas estaban desatadas y algunos de mis sueños terminaban con este hombre encima de mí, pensé que no sería buena idea ir a su apartamento, no estaba segura de poder controlarme.
Estaba muy confundida, nunca antes me sentí así ante la presencia de ningún hombre; ni siquiera por Andrew quien había sido mi esposo por cinco años.