Mandarins Deceit

El sobre que tanto esperaba finalmente llegó. Apenas lo abrí, mis ojos recorrieron las hojas con rapidez. Nada interesante. Un joven de 26 años, aún en la universidad, trabajando medio tiempo en una granja de cítricos. Tan mundano...

Mis dedos jugueteaban con las páginas mientras seguía leyendo. No tenía pareja conocida, ningún registro de sus padres. Curioso. Era como si alguien hubiera borrado su existencia a propósito, una desaparición tan meticulosa que resultaba sospechosa. Ni siquiera se sabía si era alfa, omega o beta. Era un completo enigma.

Suspiré, frustrado. Toda esa espera y lo único que tenía eran horarios y algunas visitas esporádicas de amigos. Al menos, había algo útil: los fines de semana frecuentaba una tienda de conveniencia, donde pedía cerveza y aperitivos. Aislado, sin familia, pero se le veía con amigos de vez en cuando.

Un detalle llamó mi atención. Su cumpleaños había sido hace poco. Lo vieron con un amigo, en lo que parecía ser una reunión muy amigable. Demasiado amigable, quizás. El amigo había salido de su casa en la madrugada y vivía en otra ciudad, pero al parecer lo ayudaba de vez en cuando, facilitándole lo necesario para subsistir.

Me recliné en mi silla, los pensamientos comenzaban a entrelazarse en mi mente. No era mucha información, pero suficiente para comenzar. Había lagunas en su vida, vacíos que yo podría llenar. Me intrigaba su existencia tan borrosa. Algo en mí se encendía con la idea de desentrañar sus secretos, de descubrir lo que realmente ocultaba.

Si no hay registros, podría ser más fácil jugar con él. Sin familia, sin vínculos sólidos... Sería mío. Puedo moldearlo, puedo llevarlo a donde quiera que vaya. Las piezas empezaban a encajar lentamente en mi mente. El destino no había sido generoso con este chico, pero tal vez yo podría serlo.

Solo tenía que esperar el momento adecuado para actuar. El juego había comenzado, y yo tenía la ventaja. Sería cuestión de tiempo antes de que lo atrapara.

Y antes de perder la cordura una vez más, tomé mis medicamentos. Sentí cómo poco a poco la tormenta dentro de mí empezaba a calmarse, aunque el eco de mis pensamientos aún resonaba en mi cabeza. Respiré hondo, decidí que era hora de trazar mi plan.

Me guié por su rutina, los horarios que tenía marcados. Esperé el fin de semana, el momento perfecto para encontrarlo en su instante de debilidad, cuando estuviera solo, relajado, con la guardia baja. Sería más fácil entonces, cuando ya hubiera bebido lo suficiente, acercarme y hacer que todo parezca una coincidencia.

La lluvia caía en grandes gotas, empapando mi camisa blanca hasta que se volvió casi transparente, pegándose a mi piel.

Dejé escapar un pequeño rastro de feromonas, con la esperanza de que su instinto, ya fuera alfa u omega, se despertara ante mí. La idea de que fuera un beta cruzó por mi mente, pero la descarté rápidamente. Si lo fuera, todo se arruinaría. No, tenía que ser algo más.

Cuando lo encontré, estaba exactamente donde esperaba: solo, con una cerveza en la mano. Me acerqué lentamente, fingiendo desmayo justo antes de que pudiera pedir otra ronda.

Sentí sus brazos rodeándome, alzándome como si no pesara nada. Fue más fácil de lo que había imaginado. Mientras fingía estar inconsciente, pude escuchar su respiración y el suave murmullo de sus palabras. Buscó en mis bolsillos, pero no encontró nada. No llevaba identificación, ni dinero, ni siquiera un celular. No tenía forma de saber quién era yo.

Me llevó a su casa, dejándome en su sofá mientras él se daba una ducha. Cuando salió, me miró con curiosidad, como si intentara descifrar mis intenciones. "Ya estás despierto", dijo con un tono neutral. "Es hora de que vuelvas a casa antes de que pienses que te secuestré".