Ming ha amado a Valentina Jones, su mejor amiga, toda la vida, pero nunca se ha atrevido a decirle lo que siente. Cuando su madre, que está muriendo por un cáncer, le pide como último deseo que despose a Valentina, Ming pierde la cabeza. Esa locura temporal lo arroja a los brazos de Valentina, pero el miedo a decirle la verdad arruina todo.
Ahora su mejor amiga cree que la está usando y se niega a escuchar la verdad.
¿Podrá el destino unirlos o las dudas terminarán separándolos aún más?
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Tormenta
Ming
Suspiro aliviado cuando las enfermeras acomodan a mi madre en su cama antes de salir de la habitación.
Tomo su mano y la llevo a mis labios. –Lo lograste, mamá.
–Lo hizo –dice Val mientras acomoda las vías de mamá.
Todos me dijeron que trasladarla de vuelta a casa era una muy mala idea, pero me negué a escucharlos. Mi madre tiene que estar en su casa. Sobre todo, si está viviendo sus últimos momentos.
–No podía dejar que muriera en un hospital y mucho menos en otro país –me justifico ante Val, quien también se opuso al principio.
–Lo sé. Lo veo ahora. Tomaste la decisión correcta, cariño –devuelve antes de sentarse a mi lado y apoyar su cabeza en mi hombro–. Se ve tan en paz.
–Lo está –le aseguro–. La única preocupación que tenía era sobre nosotros. –Sonrío antes de besar la mejilla de Val–. Sobre mi incapacidad de decirte cuánto te amo –puntualizo–, pero creo que, cuando le dijimos que nos casaríamos, su corazón por fin pudo descansar.
Mi chica seca sus lágrimas y me mira preocupada. –¿Estás preparado…?
–No –respondo sinceramente–. Nunca estaré preparado para dejar ir a mi mamá. No ahora, ni en cinco minutos, ni en veinte años.
–Sé como se siente –susurra mientras acaricia mi mejilla y me acerca por un beso, que me sabe a gloria pura.
–Supongo que tengo suerte. Por lo menos la vida me dio un período para prepararme, consideración que no tuvo contigo –digo cuando recuerdo el día que Val llegó a mi casa llorando y me dijo que sus padres habían muerto en un accidente.
Suspira y mira por el ventanal hacia el enorme jardín. –Tienes razón, la vida no tuvo esa consideración conmigo. Se sintió como si alguien me arrancara el corazón del pecho –susurra. Tiemblo al escucharla. Sé que perder a mamá se sentirá mil veces peor de lo que espero–. El dolor fue tan grande que por meses no pude sentir nada. Imagino, que de alguna manera, ese horrible dolor me anestesió.
–Quizá me ocurra lo mismo a mí –digo mientras observo a mi madre respirar gracias al tubo que tiene en su garganta. Es una imagen dolorosa, pero escuchar el sonido que emite la máquina, y ver el subir y bajar de su pecho, me tranquiliza. Mamá todavía sigue aquí.
Val toma mi mano y me obliga a mirarla. –No, Ming. Cuando pierdas a Mei tienes que permitirte a ti mismo sentir y extrañarla. Porque la anestesia termina, y cuando lo hace. –Tiembla y cierra los ojos–, se siente horrible. Alejar el dolor se siente como luchar por mantenerte fuera del alcance de una terrible tormenta. Estás seco y abrigado, pero muy dentro de ti sabes que no podrás mantenerla alejada por siempre. –Suspira y vuelve a recostarse sobre mi hombro–. Y una noche esa tormenta encontrará la forma de caer sobre ti con toda su fuerza, y será en el peor momento, cariño. Será cuando estés más débil, y se asegurará de que no puedas huir. –Beso la cima de su cabeza y la abrazo para pegarla más a mi cuerpo–. Dejará caer sobre ti con furia toda la lluvia, todos los granizos y todos los rayos de los que estuviste escapando, y se sentirá como si enormes rocas cayeran sobre tu cuerpo… No quiero que perder a Mei se sienta así.
Tomo su barbilla y beso sus dulces labios para consolar el dolor que veo en sus ojos y para acallar el ruido de esa tormenta, que estoy seguro, todavía puede escuchar por las noches.
–Te amo –susurro–. Tanto. Gracias por estar conmigo.
–Yo también te amo, Ming –devuelve–. Y estaré a tu lado como tú lo estuviste cuando perdí a mis padres. Siempre has sido mi mayor apoyo –susurra–. Y sé que contigo no tengo que fingir. Sé que puedo decirte cuando me siento mal y cuando quiero mandar todo al demonio, y sé también que siempre me dirás lo que necesito escuchar.
–Siempre –juro antes de volver a besarla.
–Mei fue muy feliz –dice y yo hago una mueca–. Sé que sientes que los últimos años no borran décadas de horrores, pero creo que estás equivocado. Le entregaste el mundo en una bandeja de plata en cuanto pudiste hacerlo, a pesar de que lo único que Mei quería era verte feliz. –Sonríe–. Me consta que fue muy feliz.
Beso una vez más a mi chica antes de levantarme y besar la frente de mi mamá.
–Te amo, mamá –susurro–. Y te agradezco todos los sacrificios que hiciste por mí. Quiero tenerte a mi lado por años y quiero que sostengas a tus nietos en tus brazos, pero sé que estoy siendo egoísta. No quiero que sufras más dolor, suficiente de eso has tenido en tu vida –digo tomando su mano y pegándola a mi mejilla–. Si tienes que irte, lo entiendo –agrego y lucho contra la presión en mi pecho–. Yo estaré bien, lo juro. Ya no tienes que preocuparte por mí. No quiero que te preocupes por mí. –Beso sus nudillos–. Vuela alto, mamá. Sé que algún día nos volveremos a ver y podrás abrazarme como siempre lo has hecho. Sé que, no importa lo lejos que te vayas, seguiré sintiendo tu amor por mí, porque es tan grande que, estoy seguro, cruzará dimensiones, y sé que tú podrás sentir mi amor también. Siempre te llevaré conmigo y le contaré mis hijos todas nuestras historias. Me aseguraré de que te conozcan y te amen tanto como yo. –Carraspeo cuando mi voz se quiebra–. Vuela alto, mi viejita preciosa.
Su pequeña y pálida mano se aferra a mis dedos con fuerza.
–Val –la llamo, con la peligrosa llama de la esperanza quemando mi pecho, pero se apaga de inmediato cuando su mano cae contra la cama y todas las máquinas comienzan a hacer un ruido infernal.
Me levanto para tratar de ayudar, pero Val niega con su cabeza y me abraza mientras su cuerpo rompe en sollozos.
–Mei se fue.
Me aferro a mi chica. –Te amo, mamá –digo mirando al cuarto, esperando que pueda oírme.
Sonrío cuando siento en mi pecho una paz que nunca he sentido antes. Val me abraza con más fuerza y miro el cuerpo de mi madre en esa cama, con la certeza de que ya no está ahí.
Mamá está volando muy lejos de aquí.
Espero que esto no cambie nada los resultados🥺😬