COMPRARÉ UN ESPOSO.

... Unos minutos después, Dalia está al teléfono con Julieta, contándole lo que acaba de pasar. Internamente su amiga se alegra, le da gusto que Alonso esté cuerdo, cualquier otro hombre en su lugar hubiera aceptado sin pensar.

— ¿Cómo se atrevió a decirme que no? — Dalia habla enfadada.

— Parece que no es interesado.

— Yo creo que lo que ofrecí no le pareció suficiente. ¿Debería ofrecer más?

— Lo que debes hacer es dejar de pensar tonterías. Cásate con alguien que conoces.

— Conozco a Alonso. Ya hemos compartido tiempo juntos. El es hombre perfecto.

— ¿Qué te hace pensar eso? Dime qué ha pasado. ¿No me digas que te empiezas a enamorar de el?

— No digas tonterías. Si ese fuera el caso no sería perfecto.

— ¿Entonces que ha pasado? Dímelo ya.

— Cada vez que lo veo a los ojos el agacha la cabeza, me obedece en todo y es muy eficiente.— Julieta respira con tranquilidad. Luego habla.

— Por qué es tu empleado.

— Y ya lo elegí cómo marido.

— Deberías reconsiderarlo. Si ya te dijo que no una vez, ¿por qué cambiaría de opinión?

— Por qué lo voy a convencer. Alonso será mi esposo. Ya lo verás. — Dalia se muestra muy segura. Esa misma tarde va a su escritorio y lo observa fijamente. El al darse cuenta pega un salto.

— Señorita, no la sentí. ¿Qué está haciendo aquí?

— Es mi empresa.

— Lo se. Pero, ¿necesita algo?

— Qué te cases conmigo.

— ¿Por qué sigue haciendo bromas de ese tipo?

— Nada es ninguna broma.

— ¿Por qué una mujer cómo usted querría casarse con alguien cómo yo?

— Conveniencia.

— Yo no soy rico.

— No es ese tipo de conveniencia, es más personal.

— ¿Y por qué a mí? habiendo tantos hombres en esta empresa. ¿Qué tengo de especial?

— Nada. — Alonso la observa incrédulo. — ¿Qué pensaste? ¿Qué te daría una lista de todas tus virtudes? — Dalia ríe burlonamente.

— No. Yo sólo...

— No te quiero para tener hijos y pasar el resto de mi vida a tú lado. Lo único que quiero es que seas mi escudo

— ¿Escudo contra quién?

— Mi familia, la sociedad, los que se hacen llamar mis amigos, y quizás alguien más.

— ¿Alguien más?

— Es alguien que debo alejar. Es todo lo que debes saber. Si me ayudas, sabes lo que ofrezco.

— Es una oferta tentadora. Le juro que si, pero mis principios...

— Aleja tus principios. Dime qué pero me pones. Soy bonita, inteligente y rica.

— Pero no será mi esposa de verdad.

— ¿Acaso quieres que lo sea? — Alonso se queda callada.

— ¿Te gustó? — El se pone nervioso.

— Usted es hermosa. ¿A qué hombre no le gusta?

— No me refiero a eso. ¿Sientes algo más por mi? ¿algún sentimiento extraño?

— No.

— Uff. — Dalia suspira. — Menos mal. Me habías asustado.

— Señorita. Yo no...

— Acepta, no voy a interferir en tu vida, te dejaré salir con quién lo desees, claro que deberás ser discreto. Debemos aparentar tener un matrimonio estable.

— Señorita, no se con que clase de hombres acostumbra a tratar, pero yo no soy como ellos.

— ¿Acaso idealizas el matrimonio? ¿piensas en esas tonterías de compartir tu vida con una persona para siempre?

— Yo pienso que debes casarte con alguien que amas y te ama, de lo contrario serás infeliz.

— Tienes esa boca llena de razón. — Dalia piensa en los matrimonios que ha visto. — Sin embargo, lo nuestro más que un matrimonio, será un contrato laboral.

— Uno que no deseó.

— Piénsalo bien. Y no compartas tus pensamientos con nadie, en tu contrato dice que todos los asuntos tratados aquí, no deben salir de aquí, de lo contrario pagarás una multa que no podrías pagar. Adiós. — Dalia toma su bolso y se va.

... Unas horas después, Alonso llega a casa de su madre, ella lo nota preocupado así que pregunta la razón. El recuerda lo que Dalia le dijo, acerca de no compartir sus pensamientos con nadie, pero en su madre confía ciegamente, ella siempre ha sido discreta con sus asuntos.

— Una chica hermosa me propuso matrimonio. — Una sonrisa aparece en el rostro de su madre.

— ¿Así que por fin tendré nietos? Qué alegría. — Ella abraza a su hijo. Al separarse nota que el no está muy contento. — ¿Qué sucede? No te ves feliz.

— Madre no comprendes. Ella no me quiere para ser un marido de verdad.

— Explícate.

— Tan sólo me quiere utilizar para que su familia y la sociedad la dejen en paz.

— ¿Qué hiciste para que ella pensara así de ti? — Ahora el tono de voz cambia a uno de regaño.

— Mamá te juro que no hice nada. Ella simplemente llegó y lo propuso. Además de dejarme claro que no quiere más que un matrimonio de apariencia.

— ¿Qué clase de persona es esa chica? ¿Cómo puede tomarse tan a la ligera un asunto así?

— Mamá no te enojes. Y por favor no hables de esto con nadie, firme un contrato de confidencialidad. Si ella se entera que le conté a alguien me irá muy mal.

— ¿Quién es esa mujer? ¿Ha? ¿Dime quién es? ¿por qué te hace firmar cosas?

— Es mi jefa.

— ¿Qué? — Su madre muestra una expresión muy sorprendida. — ¿Dalia Lazcano te propuso matrimonio? — Alonso asiente. — ¿Cómo paso eso? ¿acaso coqueteaste con ella?

— Madre, ¿no escuchaste lo que dije? No quiere que yo sea su marido de verdad, quiere usarme. Graba eso en tu cabeza.

— ¿Y acaso no quieres ser usado por ella?

— Mamá.

— ¿No te esforzaste en entrar a esa universidad para conocerla? ¿No llegaste feliz el día que te contrato?

— Mamá por favor, ella nunca me notó. Estuve cerca de ella tres años y nunca se dió cuenta de mi existencia.

— Ahora lo hizo. No pierdas esta oportunidad.

— ¿Crees que ésto es una oportunidad?

— Por supuesto que si. Dios y la vida te está dando una oportunidad. No la desperdicies. Acepta su propuesta.