Volvi de la muerte, solo para vengarme de los que me lastimaron, tuve que cambiar y volverme fuerte para no sucumbir ante el amor, ese amor que nunca fue y nunca será, mi único objetivo es recuperar lo que un día fue mío.
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Capitulo XII El encuentro
Los días seguían pasando y Diana cada vez más se ganaba el corazón de Emir.
— Hola, bonita!, te gustaría salir a cenar esta noche?. — pregunto Emir desde el otro lado de la línea.
— Buenos días, señor Figueroa, es muy tentadora su oferta, pero ya tengo planes. — respondió Diana mirando por la ventana de su oficina.
— Entiendo, entonces nos vemos otro día. — dijo Emir decepcionado.
Después de despedirse, Emir siguió con su trabajo, no quería pensar mal de Diana, pero cada vez que la invitaba a cenar, ella siempre lo rechazaba, él entendía que su ahora novia tenía una hija y a lo mejor era por la niña que nunca aceptaba salir a cenar con él, pero no era solo las cenas, tampoco le aceptaba almuerzos ni desayunos, ellos se veían únicamente cuando Emir iba a su empresa o Diana iba a la suya, así nunca floreceria esa relación.
Por otro lado, Diana se encontraba reunida con Gustavo quien la había ido a visitar, él planeaba quedarse para ayudarla a recuperar lo suyo y precisamente esa noche saldrían a cenar en familia.
— Espero y te gusté el lugar. — comento Gustavo entrando al restaurante del brazo de Diana y de Abi.
— Está muy bonito abuelo, pero me hubiera gustado más comer pizza. — dijo la pequeña haciendo pucheros.
— ja, ja, ja Abi no es bueno comer chatarra. — contesto Gustavo riendo a carcajadas.
— Pero la pizza no es chatarra, es comida y por cierto muy buena. — contesto Abi muy seriamente.
— Abigaíl ya no más, siéntate y come lo que se te ponga en el plato. — regaño Diana a su pequeña niña.
— Está bien mamá, no discutiré más. — respondió Abi molesta.
— Son cosas de niños, no te enfades hija. — dijo Gustavo sonriendo.
Los tres se encontraban cenando sin percatarse de la presencia de Emir, él había llegado al restaurante en compañía de su padre, después de hablar en la mañana con Diana Ernesto le pidió a Emir que lo acompañará a una cena de trabajo y como ya él no tenía planes para esa noche acepto sin problema alguno.
— Acaso aquella no es Diana Sandoval?. — pregunto Ernesto mirando detrás de Emir.
Emir volteó a ver de quién se trataba y en efecto ahí estaba su novia, compartiendo la cena con otro hombre, al que no podía ver bien. Desde su posición no se veía la pequeña Abi, simplemente se veía a Diana muy sonriente, el corazón de Emir se sintió engañado.
— Vayamos a saludar, hijo. — Ernesto se puso de pie y llamo a Emir para qué lo acompañará.
Emir acepto ir, ya que quería desenmascarar a la traicionera de Diana, él no iba a permitir que nadie se burlara de él.
— Buenas noches. — saludo Ernesto mirando a Diana.
Diana los vio y se sorprendió mucho que estos dos estuvieran en ese restaurante.
— Buenas noches, señores. — contesto Gustavo viendo a Diana.
Él ya sabía quienes eran esos dos, solo miró a Diana para ver su reacción y como sospechaba su hija aún sentía algo por el padre de Abi.
— Señores Figueroa, buenas noches, que sorpresa verlos por aquí. — contesto Diana con mucho profesionalismo.
— La sorpresa es nuestra. — respondió Emir mirando a Abi quien estaba sentada a la mesa comiendo sin prestar atención a los adultos.
— Bueno, no nos vas a presentar a tus acompañantes?. — pregunto Ernesto muy interesado en Abigaíl.
— Un gusto, soy Gustavo Sandoval, el papá de Diana. — respondió Gustavo quitando la atención de Ernesto de Abi.
La cara de Emir cambio de rabia a vergüenza en unos instantes, él ya se había imaginado que este hombre al lado de Diana era algo más que un amigo, pero nunca imaginó que fuera su padre.
— Un gusto conocerlo señor Sandoval. — intervino Emir extendiendo su mano a Gustavo.
— El gusto es mío. — respondió Gustavo mirando a Emir con resentimiento.
— Mami, quiénes son estas personas?. — pregunto Abi en su inocencia.
Ernesto centró su atención nuevamente en la pequeña Abi, está niña atraía su atención, ya que le recordaba a alguien, pero no lograba descifrar a quien.
— Tienes una hija?. — pregunto Ernesto incrédulo.
— Así es, ella es mi hija, ahora sí nos disculpan estamos cenando en familia. — Diana adoptó una posición defensiva, ella sabía de lo que era capaz Ernesto Figueroa y no le permitiría acercarse a su hija.
— Lo sentimos, ya nos retiramos. — dijo Emir algo desconcertado.
Cuando Diana vio que los dos hombres se retiraban fue cuando al fin pudo soltar el aire que tenía contenido en sus pulmones.
— Estás bien Diana. — pregunto Gustavo preocupado.
— Sí, debemos irnos de aquí, Ernesto no puede estar cerca de mi hija. — respondió Diana temerosa.
— Hija, cálmate, si salimos en este momento podríamos levantar sospechas, mejor esperemos otro rato más. — indico Gustavo con calma.
— Tienes razón, no nos apresuremos, pero no me gusta nada que ese hombre haya visto a Abi. — explico Diana preocupada.
— Lo sé y te entiendo, pero tenemos que ser más inteligentes que él. — contesto Gustavo sonriéndole a Abi que estaba algo confundida por la actitud de su mamá.
Media hora después del infortunado encuentro, Diana salió del restaurante junto a Gustavo y su hija, durante su estadía en el lugar, Ernesto no les quitaba la vista de encima, ese hombre era muy peligroso y seguramente ya estaba planeando algo para que Emir y ella se casaran.
Mientras que Diana estaba preocupada por lo que haría Ernesto, los dos hombres de la otra mesa discutían.
— Dónde está el cliente que veríamos esta noche?. — pregunto Emir de mal humor.
— Cancelo de última hora, sabes cómo son estos sujetos. — respondió Ernesto restándole importancia al mal humor de su hijo.
— Sabes que me molesta perder el tiempo, mejor me marcho. — contesto Emir levantándose de su silla.
— Eres un perdedor, seguramente ahora te vas a encerrar en tu casa a seguir llorando por una mujer que ya no está, en vez de buscar a la que si está. — Ernesto era un descarado, él sabía muy bien cuál fue la causa de aquel accidente.
— Déjame en paz, acaso no viste la actitud de Diana, a ella no le interesó ni un poquito. — respondió Emir molesto.
— Yo solo vi a una mujer rebelde, que necesita ser domada, pero veo que te quedó grande.
Emir no quiso seguir escuchando a su padre, así que el simplemente siguió su camino dejando a Ernesto con una sonrisa sarcástica en los labios.