Amor en Éxtasis

Rogelio. – Eso era diferente y lo sabes no había opción había que desaparecerlo, porque no solo yo estaba en juego si no tú también, el daño colateral no fue responsabilidad mía que la esposa, cambiara su rutina a última hora.

Jessica. – Lo sé querido, pero piénsalo, nos conviene a ambos, ella no será de ninguna forma la primera dama y no será la primera esposa de algún político que muera de cáncer de la noche a la mañana, o tenga un accidente

Alejandro Rey…

“Aprendí que el coraje no es la ausencia

de miedo sino el triunfo sobre él. El hombre

valiente no es aquel que no siente miedo,

sino el que conquista ese miedo.

Nelson Mandela.

Claro que me sentía diferente y aun hoy en día no sabría describir cómo es que me sentía, eran sentimientos encontrados, Fernando era todo para mi significaba tanto en mi vida, había sido un complemento, representaba un amanecer distinto, en muchos sentidos, una parte de mi quería salir corriendo a buscarlo, pero la razón se negaba hacerlo, por lo que lo estuve evadiéndolo, aunque en el fondo a quien evadía realmente era a mí mismo.

Aquella respuesta que había estado buscando por mucho tiempo había llegado sin imaginarlo, él representaba un antes y un después, y yo no tenía idea de cómo es que iba a enfrentar mi vida ahora, aun cuando tenía un montón de ideas revoloteando en mi cabeza, sin imaginar que la tormenta estaba por azotar tierra, con la diferencia que esta vez la afrontaría de frente con un coraje que hasta yo desconocía que lo tenía, tal vez siempre estuvo ahí aletargado, esperando aquella gota que terminará por derramar el vaso, un Alejandro muy distinto, un Alejandro que sorprendería a todos a mi alrededor, en aquel momento deje de ser Alejandro para algunos, Alex para otros, el momento en que mi apellido tomaría fuerza e importancia, donde de hoy en adelante todos me conocerían y llamarían simplemente por Rey.

Isaac. – ¡Hey quítate de nuestra mesa…!

Erick. – ¡Lárgate, cab-ron que esperas…!

Recuerdo que levante la mirada desafiante, cansado de aguantar, y sin razonar ni dudar un segundo, aquel Alejandro indefenso e inseguro aquel muchacho infeliz que siempre salía corriendo, aquel que siempre lloraba de todo y por todo, aquel pobre que se refugiaba en su incondicional almohada, ya no existía más… porque ese Alejandro había muerto.

Alejandro. – ¿Tú mesa, pues cuanto te costó?

Isaac. – ¡Bájale de huevos c-abron que no estoy de humor…!

Erick. – ¡Se está alebrestando el p-uto! mira que no está la Claudia, ni el pu-tito que viene por ti para que te defiendan… Jajaja

Isaac. – ¡Yo creo que el pen-dejo quiere que le parta su madre Jajaja…!

Todos le temían a ese par de idiotas, todos se aterraron y hasta se compadecieron de mí, todos sabíamos de lo que eran capaces esos dos, el silencio invadió la cafetería, nadie se atrevió a meterse y menos decir algo, pero fui yo quien rompió con aquel silencio, me levanté y con los puños cerrados levante la mesa al tiempo que la a ventaba…

Alejandro. – ¡Ahí está tu p-uta mesa levántala si la quieres…!

Sin dudar Isaac aventó su mochila y se me fue encima como perro rabioso, los cuchicheos se dejaron escuchar, así como las lamentaciones de lastima hacia mi persona, sin embargo, hubo alguien, quien salió corriendo a pedir ayuda, al ver que su grito de desesperación, pidiendo porque alguien me ayudara se perdiera en la nada, pero esta vez el rostro de Isaac se encontró con mi puño que salió de la nada para reventarle la nariz al instante vaya que no lo vio venir, Erick no perdió la oportunidad de tomarme por detrás para inmovilizarme los brazos.

Erick. - ¡Levante wey ya lo tengo pártele su madre al p-uto!

Cual toro en brama se me dejo ir pero levante las piernas apoyado en el cuerpo de Érick para aventar a Isaac, a tal grado que nosotros caímos de espalda pero aun así él no me soltó seguía aferrado a mí, forcejeámos, yo buscando liberarme y él a no soltarme para darle la ventaja a su inseparable amigo, mi mano dio con un tenedor lo tome con fuerza y sin dudar aseste el golpe justo en su muslo derecho la sangre empezó a brotar , fue la manera en que me soltó para revolcarse cual lombriz en sal, sin dejar de gritar pidiendo ayuda pero nadie metió la mano por ellos, en ese momento fue que mi apellido tomo fuerza y respeto cuando en coro lo repetían ¡Rey, Rey, Rey! Aun cuando lo vi tirado sin clemencia le solté dos patadas en el costado tenía tanta rabia acumulada que era el momento de hacerles saber a ese par de idiotas ¡quien era Alejandro Rey.!

La verdad es que me sentía grande y poderoso al escuchar cómo es que me veían a partir de ese momento de gloria, Isaac se resistía a tal humillación y trato de golpearme, pero volví a darle de puñetazos hasta recargarlo en una pared apretándole el cuello.

Alejandro. – ¡Te vuelves a meter conmigo hijo de perra o con alguien más y juro por Dios que no voy a tener contemplación de ti…!

Isaac. – ¡Ya, ya estuvo wey…!

Alejandro. – ¡Ningún wey, fíjate lo que vas a decir ya estuvo Rey…!

Isaac. – ¡Ya estuvo… Rey… ya estuvo!

. – ¡Aguas viene el director…!

. – ¡Por acá Rey ven rápido…!

No esperaba que fueran a protegerme, el director se fue para atrás cuando encontró a esos dos como santo cristo, sabía de sus abusos, pero como nadie se atrevía a denunciarlos seguían impunes al menos hasta ese día, y menos daba crédito que Alejandro Rey hubiera sido quien los había puesto en su lugar, un chico que no daba problemas, un chico que en pocas palabras era invisible para todos, y menos porque nadie avalo las palabras de esos dos.

Pedro. – ¿Donde esta Rogelio?

Martha. – Llega tarde querido suegrito, se fue hace una hora seguramente con su amante al final de cuentas tiene de donde heredar lo sínico y patán…

Pedro. – ¡No te equivoques conmigo Martha y deja tu sarcasmo aun lado y sobre todo deja de hacerte la víctima! recuerda que te advertí en donde te estabas metiendo, pero tu ambición por nuestra fortuna era más grande que tu amor hacia mi hijo… y si Rogelio busco una amante era obvio querida mírate vieja, acabada y de pilón borracha Jajaja claro lo ¡desgraciada nunca se te ha quitado…!

Cristina. – ¡No abuelo, no te equivoques, lo desgraciado viene de los Sanmillán…!

Pedro. – ¡Para ti soy don Pedro…!

Cristina. – ¡La verdad es que no es un orgullo decir que eres mi abuelo! así que despreocúpate, es algo que tan poco me agrada, abuelo perdón, ¡Pedro…!

Pedro. – ¡Don Pedro, aunque te cueste más trabajo…!

Cristina. – En realidad no es algo que me cueste trabajo, pero el don te queda muy grande a decir verdad…

Pedro. – ¡No hay duda que eres una desgraciada igual que tu madre…!

Cristina. –¡Que no te quede duda de eso, pero te repito lo desgraciada es gracias a ti y a todo lo que representas…!

Pedro. - ¡Cállate cabron-a…! Que no sabes hasta donde puedo llegar, nada me gustaría más que reventarte la boca a punta de cachetadas….

Cristina. – ¡Y a mí nada me gustaría más que siquiera lo intentaras, para demostrarte que por mis venas corre sangre Sanmillán!

Martha. – ¡Sera mejor que termine por irse, en cuanto llegue Rogelio le digo que lo busque!

Pedro. –Sí, es lo mejor porque aquí ¡el aire apesta…!

Cristina. – ¡Seguramente porque te estas pudriendo en vida y no te has dado cuenta Pedro…!

Pedro. – ¡Hija de la chi-ngada! ¿Pero cómo te atreves hablarme así?

Cristina. – ¡De la misma manera que tú te atreves, quieres respeto gánatelo Pedro! con permiso te quedas en tu casa Pedro...

Martha. – ¿Y aun dudas que sea hija de Rogelio si es igual a ustedes…?

Pedro. – ¿Y cómo no dudar si ibas a fugarte con aquel imbécil?

Martha. – ¡Si, pero cuando supe de mi embarazo, desistí de esa idea, pero usted escucho lo que quería escuchar, jamás me dejo explicarle, no sabía nada de, él jamás volví a saber de, él!

Pedro. – Sabes de haberlo sabido hubiera sido más fácil, yo mismo te hubiera ayudado, así mi Roger no sería como tú y los tuyos, si esta escuincla fuera hombre otra cosa seria, dile a Rogelio que necesito verlo….