La Princesa Maxine Colette Benoit del Reino de las Brujas regresó en el tiempo justo cuando el Imperio destruyó por completo su amado reino, ahora sólo quiere dos cosas:
no repetir su tragedia y vengarse.
¿Podrá la princesa cumplir su objetivo?
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En el comedor Real
Me encuentro sentada en el majestuoso Gran Comedor del palacio imperial, junto al Emperador Donato. La opulencia del lugar me abruma, con sus altos techos ornamentados, las elegantes columnas que se alzan a nuestro alrededor y la suave iluminación que emana de las lámparas de cristal. A nuestro alrededor, los sirvientes se mueven en silencio, atentos a nuestras necesidades, mientras esperamos el inicio del desayuno.
Mis pensamientos se ven interrumpidos cuando los sirvientes ingresan al comedor, llevando exquisitos platos que emanan aromas deliciosos. El sonido de la vajilla y los murmullos de los sirvientes llenan el aire, creando una atmósfera de anticipación.
El Emperador, sentado a mi lado, se voltea hacia mí con una mirada expectante. Sé que llegó el momento en que él me cuestionará sobre mi motivo para haber venido a la capital. Mi corazón late con fuerza mientras tomo una respiración profunda, preparándome para darle una respuesta que revele mi verdadera identidad y mis intenciones.
Donato inclina ligeramente la cabeza hacia mí y con voz grave y autoritaria pregunta:
— Princesa Maxine Colette Benoit, creo que es el momento adecuado para que me platique sus razones de su inesperada visita.
Mi mirada se encuentra con la suya, sus ojos reflejando una mezcla de curiosidad y cautela. Mantengo la compostura, dejando que mis palabras fluyan con determinación.
— Su Majestad, le hablaré con la más absoluta sinceridad y respeto. He venido aquí movida por la necesidad de cambiar el futuro. Como bruja, he vislumbrado acontecimientos desafortunados que acechan a nuestro imperio. Deseo prevenir calamidades y garantizar un porvenir mejor para todos.
El Emperador escucha atentamente mis palabras, sus cejas fruncidas levemente mientras procesa la información. Puedo notar el rastro de sorpresa en su rostro, mezclado con una chispa de interés. Su respuesta determinará si puedo ganarme su confianza y colaboración en mi misión.
— ¿Calamidades en el futuro? –El Emperador deja sus cubiertos y su expresión se torna seria. –¿Hablas de posibles guerras o una traición a la corona? Princesa, le solicito una respuesta clara y precisa. - Ordena impaciente, demandando una explicación inmediata.
Reúno valor y respondo con determinación, consciente de que debo revelar la verdad, aunque sea dolorosa.
— Sí, Su Majestad. He presenciado visiones de un futuro marcado por desgracias. Lamentablemente, usted está dentro de esas desgracias, pues he visto cómo será traicionado por uno de sus propios hijos. –Una punzada de angustia me atraviesa al mencionar al traidor, pues es su hijo más cercano y heredero al trono. –Y tristemente, ese acto de traición resultará en su fallecimiento dentro de un año. Después de su trágica muerte, mi reino sufrirá una serie de infortunios gradualmente, hasta llegar a su destrucción.
El Emperador se queda en silencio, su rostro reflejando una mezcla de incredulidad y consternación. Sus ojos escudriñan los míos en busca de cualquier indicio de engaño.
— ¡Suficiente! – exclama el Emperador, su voz cargada de sorpresa e incredulidad. Sus ojos se entrecierran mientras procesa mis palabras, y puedo sentir el peso de la tensión en el aire. El Gran Comedor se sume en un silencio sepulcral, solo interrumpido por el suave tintineo de los cubiertos sobre los platos.
Mis manos se entrelazan en mi regazo, esperando ansiosamente su reacción. El Emperador Donato, con su expresión seria, parece luchar internamente entre la incredulidad y la cautela. Finalmente, toma aliento y me dirige una mirada intensa.
— Princesa Maxine Colette Benoit, tus palabras son audaces y sus implicaciones son de una magnitud inimaginable. Pero sé reconocer la valentía cuando la veo. Si lo que dices es cierto, debemos tomar medidas para evitar el destino que nos espera.
Su respuesta me llena de alivio y renovada determinación. Aunque sabía que mis visiones podrían ser difíciles de aceptar, la voluntad del Emperador de escucharme y considerar mis advertencias es un paso crucial hacia la salvación de nuestro imperio.
— Estoy dispuesto a escucharte con atención y evaluar todas las opciones que tengamos a nuestra disposición – continúa el Emperador, su voz llena de seriedad y compromiso. – Pero necesito pruebas de la veracidad de tus visiones, así que dime, ¿cómo sabes con certeza que eso va a suceder?
Dudo por un momento antes de revelar la verdad sobre cómo obtuve conocimiento del futuro. El zicen es un secreto celosamente guardado en nuestro reino, conocido solo por unos pocos. Sin embargo, frente a mí está el Gran Emperador, el gobernante de todos los reinos de Drakoria. Si mi plan tiene éxito, contar con su apoyo será invaluable. Lo miro fijamente, evaluando su mirada y su aura, siento que puedo confiar en él.
— Conozco el futuro porque tuve acceso a un artefacto sagrado de nuestro reino, conocido como el zicen – revelo con cautela, midiendo cada palabra. – El zicen es…
— Conozco el zicen. – El Emperador me interrumpe con una sonrisa enigmática y un gesto de complicidad.
— ¿Perdón? — Pensé que había escuchado mal, ya que él zicen es un artefacto que sólo conocen los habitantes de mi reino y nadie más — ¿Cómo es que lo conoce?
— No sea ambiciosa, princesa. Un secreto por día – susurra, guiñándome el ojo.
Me queda claro que guarda sus propios secretos y que en algún momento compartirá sus conocimientos conmigo. Sin embargo, rápidamente pasa al siguiente tema, revelando su preocupación más apremiante.
— Ahora, dígame, ¿cuál de mis catorce hijos me traicionará? – su voz adquiere una seriedad imponente, mientras sus ojos escudriñan mi rostro en busca de una respuesta.
— No sea ambicioso, Su Majestad. – Le respondo con la misma moneda. – Un secreto por día.
El Emperador Donato irrumpe en una risa estruendosa, llenando el comedor con su sonido resonante. Sus carcajadas llenan el espacio y reverberan en mis oídos, haciendo eco de su deleite. Me quedo perpleja ante su reacción, sin comprender del todo su inesperada respuesta.
— Princesa Maxine, su sinceridad y valentía son verdaderamente refrescantes – dice entre risas, mientras recupera la compostura. – Me complace tenerla aquí en el palacio imperial. Su presencia es una grata adición a nuestra reunión.
— Agradezco sus palabras, Su Majestad. Es un honor estar en su presencia y ser testigo de su sabiduría y liderazgo - respondo con una sonrisa diplomática, ocultando mi verdadera aversión hacia Alessio. – Mi deseo es servir al imperio y contribuir en lo que esté a mi alcance para su grandeza y estabilidad.
Mi mente se agita, consciente de que revelar la verdad sobre Alessio podría desencadenar una serie de consecuencias indeseadas. La sospecha recaería sobre mí y mi lealtad sería cuestionada. Aunque mi repulsión hacia Alessio es evidente, sé que debo mantener la calma y contener mi ira en esta delicada situación.