Safira, una joven de veinte años que no tiene más esperanzas en la vida. Tras un trauma en su infancia, su psicológico se vio afectado y como siempre mal tratada por quien le amaba y protegía, su capacidad de lucha se vio afectada.
Con una hermana mayor que es la preferida de su madre, pero vendida por su padre, a un hombre temido por todos, conocido por ser implacable y cruel. Samira acabará casada con Alejandro Torreto, que tampoco está nada contento con esta unión.
Ahora Safira tiene que descubrir qué hacer y confirmar por sí misma si la fama de los Torreto es un hecho o sólo una leyenda...
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12 capítulo.
Alejandro.
Regresamos a la mansión y noto que Samira no se siente cómoda aquí, y debe ser por mi padre, él está diferente, esta obsesión suya no terminará bien, hará daño a mucha gente en el camino.
Alejandro: ¿Estás bien?
Ella asiente con la cabeza, tendré que aprender este lenguaje de señas.
Salimos del coche y agarro las bolsas, yo entro primero y ella detrás, mirando a los lados buscando a mi padre y Margarida aparece desde la cocina.
Margarida: Ya llegaron, qué bueno, el almuerzo está casi listo.
Alejandro: ¿Y mi padre?
Margarida: Se cambió de ropa y salió de nuevo, creo que fue a la fábrica.
Alejandro: Mejor, así se ocupa y deja de hacer tonterías, Margarida, ya bajamos, vamos a tomar una ducha y bajamos a almorzar.
Margarida: Está bien.
Alejandro: Vamos, conejita.
Samira me mira sorprendida por el apodo y Margarida abre grandes los ojos.
Alejandro: ¿Qué, no te gustó el apodo? Desde ahora te llamaré conejita por esa ropa con orejas.
Margarida: ¿Qué ropa es esa, niño?
Jaja, ver la malicia en los ojos de Margarida y el asombro en Samira me hace sonreír, ella está pensando en tonterías, pero quién sabe, tal vez algún día la vea vestida de conejita, no en ese suéter sino algo sexy con orejas, Alejandro, en qué estás pensando, necesitas una ducha para enfriar esa cabeza y otras partes que solo de pensar ya me da calor.
Alejandro: ¿Qué, Margarida? Es el suéter que compramos, tiene orejas de conejo en la capucha, incluso compré uno para mí, no pienses tonterías.
Margarida: Y quién dijo que estaba pensando tonterías, eh.
Alejandro: Tu cara lo dice todo, vamos, conejita.
Subo las escaleras y después de un tiempo ella me sigue, abro la puerta de su cuarto y coloco las bolsas sobre la cama, ella mira y yo llevo dos conmigo.
Ella hace señas y yo no entiendo.
Alejandro: No entendí.
Entonces ella agarra el celular y escribe.
¿No dijiste que las bolsas eran tuyas?
Alejandro: Las mías están aquí.
Le muestro y ella pone la mano en la cintura y asiente con la cabeza.
Sonrío con su manera de ser.
Alejandro: Bueno, paso aquí en un rato para que almorcemos, conejita.
Ella escribe.
¿Me seguirás llamando conejita?
Alejandro: Sí, ¿no te gustó?
Ella se sonroja y escribe.
Me gustó, pero me da vergüenza.
Alejandro: Entonces solo te llamaré conejita cuando estemos los dos solos, ¿está bien?
Ella asiente con la cabeza, encuentro tan hermoso ese modo tímido suyo cuando su rostro se sonroja es sexy cómo muerde sus labios y frota sus manos nerviosa, es tan inocente y yo aquí pensando tonterías, ¿qué me pasa?
Alejandro: Te veo en un rato.
Salgo de su cuarto hacia el mío, me tiro en la cama boca arriba, Alejandro, supongo que estás necesitado, estoy seguro, necesito tener sexo, ya estoy alucinando con Samira de conejita cogo la almohada y la pongo en mi cara, mala idea llamarla conejita, quito la almohada de mi cara pero a ella le gustó y la cara de Margarida fue lo mejor.
Alejandro, Alejandro, cobra sentido.
Me levanto y voy a la ducha, por ahora es lo único que me calma, la ducha.
Safira.
Miro estas ropas que él compró para mí, los 5 suéteres que elegí y además 5 conjuntos que él escogió, 3 de pantalón y blusa y 2 de short y camisa sin mangas, ¿en qué estaba pensando al escoger esos dos aquí? Son tan lindos, pero no me veo dentro de ellos, me siento tan fea de cuerpo además de estas cicatrices en mi brazo que me recuerdan todos los días lo que mi hermana me hacía.
Por cada cosa que hacía o decía y a ella no le gustaba era un corte en mi brazo, paso la mano por las cicatrices son pequeñas pero están aquí y cada vez que me cortaba sentía que cortaba mi corazón junto, cómo una hermana puede hacer eso a otra.
Además, tengo esta aquí, paso la mano por la muñeca, para recordarme todos los días que mi vida es miserable, sin amor, sin afecto, sin nadie, no sé qué sigo haciendo en este mundo.
Mejor me baño que dentro de poco Ale estará tocando la puerta, voy a usar este aquí, el que él escogió para mí, es un rosa pastel hermoso.
Salgo para bañarme y me arreglo, cuando estoy arreglando mi cabello oigo a alguien tocar la puerta, siempre uso mi cabello suelto no me gusta recogerlo, tengo vergüenza de mi rostro, cuanto más me escondo, más segura me siento.
Abro la puerta y Ale me mira de arriba abajo.
Alejandro: Quedaste hermosa en él.
Digo Gracias en señas.
Alejandro: ¿Gracias?
Asiento con la cabeza que sí.
Alejandro: Este sí que acerté jaja.
Sonrío para él.
Alejandro: Te ves tan hermosa cuando sonríes.
Lo miro.
Alejandro: Bueno, vamos a almorzar porque tengo hambre, esos biscochos no fueron nada.
Asiento con la cabeza y él sale delante de mí siempre manteniendo una distancia segura de mí, me gusta eso, significa que me entiende y me respeta.
La mesa está servida y él tira la silla para que me siente, él también se sienta, no me gusta comer aquí prefiero la cocina con Margarida, no quiero ver a ese hombre, el padre de él, le tengo pavor a ese hombre, solo de pensar en él ya tiemblo toda.
Margarida trae la comida y estaba deliciosa después del almuerzo intento ayudarla a ordenar la cocina y ella no deja, Alejandro está en la cocina.
Hablo con señas y ni Alejandro ni Margarita entienden nada hasta que James ve y dice.
James: Está diciendo que ustedes no la dejan hacer nada.
Continúo.
James: Yo quería ayudar, por favor.
Alejandro: ¿Cómo entiendes?
James: Tengo un sobrino sordo, por eso sé el lenguaje de señas.
Alejandro: ¿Es difícil aprender?
James: Al principio sí, después coges el truco y fluye naturalmente, como si ella estuviera hablando.
Alejandro: Entonces, ¿me vas a enseñar?
James: ¿Yo, señor?
Alejandro: Sí, quiero aprender para poder hablar con co... con Samira.
James: Por supuesto, señor.
Alejandro: Te daré un bono a fin de mes.
James: Está bien, será un placer.
Margarida: Yo también quiero.
Alejandro: ¿El bono?
Margarida: No niño, aprender para hablar con Samira también.
Alejandro: Jaja está bien, Margarida, tú también aprendes y te daré el bono también.
Verlos queriendo aprender el lenguaje de señas solo para entenderme me emociona tanto que se me llenan los ojos de lágrimas.
Alejandro: ¿Qué pasó Samira, todo bien?
Hago señas.
Todo gracias por esforzarse en comprenderme, estoy muy agradecida y me emocioné un poco, lo siento.
James traduce para ellos.
Margarida la abraza.
Margarida: Qué eso, hija, no te preocupes, solo queremos entenderte, va a ser un honor para nosotros ¿verdad, niño?
Alejandro: Claro, bueno, yo voy al despacho, cualquier cosa mándame un mensaje.
Él sale de la cocina, James va a almorzar y yo subo a mi cuarto, me pongo a mirar el celular y acabo quedándome dormida.