Enzo Y Lori

El despertador de Lori sonó más temprano de lo habitual, la luz grisácea del amanecer apenas se filtraba por la ventana, pero ella ya estaba en pie. Tenía que terminar un cuadro para una clase y quería asegurarse de que cada detalle fuera perfecto.

La mañana era fresca, y la paz de la hora temprana la ayudó a concentrarse. Se sentó en su caballete, el lienzo en blanco esperándola, y se perdió en el proceso, dando los últimos toques a una obra abstracta que, sin saberlo, reflejaba la tormenta en su interior.

Estaba tan absorta en sus pinceladas, en la danza de los colores oscuros y vibrantes que daban forma a su angustia, que no escuchó el sonido de los pasos en el pasillo. La puerta del estudio se abrió lentamente, y ella levantó la vista. Ahí estaban, Enzo con Irina a su lado.

Él le sostuvo la puerta, una simple muestra de cortesía que a Lori le pareció una intimidad desgarradora, no era solo un gesto; era la confirmación silenciosa de su cercanía, de su unión inquebrantable.

Por un momento, el mundo se detuvo, el pincel se le resbaló de la mano, manchando el lienzo con una gota de pintura negra, los ojos de Lori se abrieron con asombro ante lo ocurrido, rápidamente se levantó y tomo un trapo intentando quitar la mancha.

Irina sonrió, una expresión tan dulce que por un segundo Lori casi se permitió creer en su sinceridad.

—¿Estás bien? Preguntó Enzo, pero fue interrumpido antes de que terminara de hablar.

—Enzo, cariño —dijo Irina con voz suave, sin dejar de mirar a Lori—, ¿serías tan amable de dejarnos solas un momento? Me gustaría hablar con Lori y de paso felicitarla por su trabajo, es una artista tan talentosa.

Enzo asintió con una sonrisa.

—Claro, pero no tardes, te espero en la cafetería —respondió él, dándole un rápido beso a Irina en la frente antes de cerrar la puerta tras de sí.

Apenas se escuchó el clic del cerrojo, el semblante de Irina cambió por completo, su sonrisa se borró, reemplazada por una frialdad calculada. Se acercó al caballete, sus tacones resonando sobre el suelo de madera, y miró el cuadro con un desdén apenas disimulado.

—Me encanta este, Lori —dijo, arrastrando las palabras—. Parece un buen reflejo de ti. Un poco... oscuro, ¿no crees?

Lori sintió un nudo en la garganta, pero se obligó a mantenerse firme.

—¿De qué quieres, Irina? —preguntó con voz temblorosa.

Irina se cruzó de brazos, su mirada evaluadora recorriendo a Lori, desde el pelo enmarañado hasta la ropa manchada de pintura.

—Solo quería asegurarme de que entiendes las cosas —murmuró, su voz ahora un susurro venenoso—. He notado que siempre buscas a Enzo, debes entender que él está muy ocupado con el baloncesto, tiene una gran oportunidad y tú... Cómo decirlo... Lo distraes. Eso me hace pensar que no quieres que tenga un futuro en una buena universidad.

—Enzo y yo somos amigos —logró decir Lori.

Irina dejó escapar una risita seca, como el crujido de hojas secas.

—Lo sé cariño, es por eso que debes dejarlo concentrarse, ¿sabes? Le da pena dejar a sus 'amigos' pero seamos sinceras, Lori, nunca lo logrará si continúa perdiendo el tiempo, es muy talentoso además de atractivo, esta muy enamorado de mi y muy pronto, seremos algo mucho más formal, está ansioso por compartir su vida a mi lado, es por eso que debo pedirte que dejes de buscarlo o de preocuparlo.

—Enzo realmente me importa. Dijo Lori.

Irina se acercó un paso más, y Lori sintió el hedor del perfume caro y la burla.

—Mírate, estás cubierta de pintura, y... bueno, siempre has sido tan... simple, es normal que te aferres a él. Después de todo, ¿quién más te vería? Enzo necesita a alguien que brille a su lado. Alguien que lo complemente, no alguien que lo arrastre a la oscuridad. Alguien como yo, no puedes negar que nos vemos muy bien juntos.

Cada palabra era un puñal que se clavaba en el pecho de Lori. Su amistad, la única cuerda que la mantenía a flote, estaba siendo desmantelada frente a sus ojos.

—Así que, querida Lori, sé una buena amiga y déjalo ir—concluyó Irina con una falsa dulzura que le revolvió el estómago—. Mantente en tu lugar, por el bien de todos.

Dicho esto, Irina se acercó al caballete y en un movimiento repentino lo empujó sutilmente, Lori se aventó en un intento por impedir que se callera golpeando con el brazo la paleta de colores que accidentalmente cayó sobre de ella.

Irina se dio la vuelta y se fue como si nada hubiera pasado, dejando a Lori con el sabor amargo de la humillación.

Una vez que salió, los ojos de Lori se llenaron de silenciosas lágrimas, un dolor punzante se instaló en su pecho, era la misma punzada que sintió en el pecho el día que los vio juntos por primera vez, ahora ese dolor se había expandido, consumiendo todo su ser.

Era el mismo dolor sordo que había sentido con su fractura de tobillo tres años atrás, solo que esta vez la herida era emocional, y dolía aún más profundamente.

Lori se quedó petrificada, se miró en el espejo, y la chica que vio de vuelta parecía rota, su corazón hecho pedazos, las palabras de Irina resonaban, eres tan simple, quién más te vería. La cercanía de Enzo e Irina ya no era solo un recordatorio de lo que había perdido, sino la confirmación de lo que ella era a ojos de los demás.

Avergonzada de que la vieran en ese estado, se levantó de un salto, ignorando el cuadro y las pinturas. Corrió sin mirar atrás, con las lágrimas cayendo por su rostro, hasta que se refugió en el baño.

Mientras tanto, en el pasillo, Ron caminaba hacia el estudio de arte. Había escuchado la voz de Irina, primero suave y luego cortante, y se había detenido. No había querido interrumpir, pero cada frase que captó lo había dejado helado. Escuchó la risa cruel de Irina, tras caerse las cosas y el silencio aplastante que siguió. Luego, el portazo y el sonido de alguien corriendo.

Ron apretó los puños, no dijo nada en ese momento. No era su lugar, y sabía que un enfrentamiento abierto solo empeoraría las cosas para Lori. Pero la imagen de su amiga, destrozada y humillada, se quedó grabada en su mente. Esperó unos minutos, le dio tiempo a Irina para alejarse y a Lori para encontrar un refugio.

Luego, con una determinación tranquila, fue a buscarla. La encontró en el pasillo, de espaldas a la pared, con los hombros temblando. Se acercó despacio.

—Lori —dijo en voz baja, sin intentar tocarla.

Lori se sobresaltó y se giró, su rostro un desastre de lágrimas y pintura.

—Ron... ¿qué haces aquí?

—Vine a buscarte —respondió él, sus ojos amables y sin juicio—. Escuché una conversación accidentalmente.

Lori rompió a llorar de nuevo, un sollozo desgarrador. Ron se acercó un poco más y se sentó a su lado, en el suelo frío.

—Ella se equivoca —dijo con firmeza —Está celosa, eres la persona más noble y brillante que conozco, Lori. Y tu arte... tu arte lo demuestra. No dejes que sus palabras te toquen, ¿de acuerdo?

Lori no respondió, solo se apoyó en su hombro, buscando el calor y el consuelo que le brindaba su amigo. Por primera vez en la mañana, sintió un pequeño resquicio de paz. Enzo había sido su ancla,

quizás había llegado el momento de soltarlo, de vivir sin él.