 
                            Después de perderlo todo Isabela decide reconstruir su vida.
Entre lágrimas y aprendizajes, descubre que el destino puede sorprender con un nuevo amor y una nueva vida…
Uno capaz de sanar su corazón y enseñarle que siempre es posible volver a soñar y a vivir.
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Capitulo:11
ISABELA:
Abro la puerta de mi apartamento y le doy el paso a los visitantes para que entren.
—¿Dejaste de vivir en una gran mansión para vivir esta porquería de apartamento?
Pregunta mi madre mirando todo el lugar con desagrado.
Mi padre me mira como siempre me ha mirado, un cero a la izquierda.
—No seas así mamá, el lugar es lindo y tranquilo.
...Dice mi hermano tomando asiento en el sofá mientras me mira de arriba abajo....
—Te miras más brillante, aunque te vez agotada... La verdad es que creo que te ha sentado bien el divorcio.
Él levanta ambos pulgares y yo sonrío. En mi familia es el único que me ha brindado su apoyo, aunque no somos tan cercanos.
—No digas tonterías Liam, tu hermana es una mujer de edad, que no tuviera hijos era una vergüenza, pero que ahora esté divorciada es peor.
La mujer que me dió la vida toma asiento junto a mi hermano y mi padre hace lo mismo.
—Toma asiento Isabela.
Dice mi padre con voz demandante como siempre.
Hago lo que pide y me siento frente a ellos.
—¿Qué piensas hacer?
Me pregunta y lo miro sin comprender.
—¿A qué te refieres padre?
—Una mujer sola no vale nada, y a tu edad es difícil ya encontrarte un marido, quizás un hombre mayor viudo, pero lo dudo, ya eres una mujer muy adulta y esos hombres buscan mujeres jóvenes y brillantes.
—Que vuelva con Jhon, vamos suplícale y si es necesario arrodíllate ante él aquizás te escuche y quiera volver a acogerte en su casa.
Dice mi progenitora y me río, si comienzo a reír en medio de la conversación de mis padres.
—A ver si entendí... Desde joven me ordenaron casarme con ese mal nacido y así lo hice como toda una estúpida... He vivido una completa amargura durante todos estos años, cosa que a ustedes nunca les importaron ni en lo más minimo y a mis treinta y cinco años... ¿Creen que tienen derecho de mandar en mí?
—¡Isabela! Esas no son maneras...
—¡Lárguense!
Corto el discurso de mi padre que me mira con ira y desaprobación.
—¿Qué crees que estás haciendo?
Pregunta la señora alarmada.
—¿No lo ves? ¿Estás sorda? Estoy haciendo lo que debí haber hecho desde hace mucho tiempo... El árbol genealógico también hay que podarlo cuándo sus ramas están podridas.
Ambos se ponen en pies con ira.
—Vas a lamentar esto maldita mal agradecida.
Dice mi madre y me levanto de mi asiento.
—Lo que voy a lamentar es no haberlo hecho desde antes, ahora lárguense de mi casa o de lo contrario llamo a la policía.
Me mantengo firme en mis palabras y los miro sin temor, una nueva vida crece en mi vientre y no voy a permitir que nada ni nadie haga que se desarrolle en un ambiente podrido como el que he vivido todos estos años.
Ambos salen de mi casa dando un portazo y observo como mi hermano me mira sorprendido.
—Vaya, nunca pensé que llegaras a hacer es... ¿Puedo volver a visitarte? Tengo pensando independizarme de mis padres y vivir en esta ciudad.
—Serás bienvenido cuándo guste hermanito.
Él sonríe mirándome con cariño y antes de marcharse deja un beso en mi mejilla y se va.
Quedo de pies en medio de la sala por un largo rato hasta que el sonido de mi celular me saca de mis pensamientos.
Miro la pantalla y observo el número de Amelia. Alzando las cejas lo decuelgo.
—¿Diga?
—Isabela... Quiero disculparme por mi comportamiento en la oficina... Es que las hormonas a veces hacen de las suyas.
Escucho como trata de limpiarse y una sonrisa amarga se forma en mis labios.
—¿Para qué me llamas Amelia?
Pregunto directa y por algunos segundos escucho silencio.
—Haré una fiesta de compromiso el sábado en la noche, estás invitada, no quiero que faltes por favor.
Escucho cada palabra y no puedo creer que nunca me di cuenta lo cínica que es... ¿Acaso estaba ciega?
—Como no me respondes lo tomaré como un sí, te mandaré la invitación por correo…
No dejo que termine de hablar y cuelgo la llamada para luego proceder y bloquear su contacto... Estoy harta de todas estas personas.
Mi celular vuelve a sonar y un número desconocido alumbra mi pantalla.
Dudo por unos momentos para tomarlo, pero lo descuelgo.
—¿Diga?
—Disculpame si estoy molestando Isabela.
Escucho la voz de mi jefe y me sorprendo.
—No, no... ¿Se le ofrece algo?
—Le tengo una propuesta fuera de lo laboral ¿Puedo ir a su casa?
—¿Una propuesta?
Arrugo el ceño con duda.
—No es nada descortés no se preocupe.
Dice y respiro con más tranquilidad.
—De acuerdo ¿Cuándo viene?
—Estaré allá en dos horas.
—Bien, aquí lo espero.
 
                     
                     
                     
                     
                     
                     
                     
                     
                    