Martina, una joven de 18 años, cree haber encontrado el amor en Sebastián, un hombre cinco años mayor que la deslumbra con su encanto en un concierto de rock. Sin embargo, lo que comienza como un romance apasionado pronto se convierte en una pesadilla. Sebastián resulta ser un manipulador y maltratador que, además de humillarla, la traiciona con su mejor amiga, Nora.
Devastada pero con el apoyo incondicional de su familia, Martina emprende un camino de autodescubrimiento y empoderamiento. Mientras Sebastián y Nora se sumergen en una relación tóxica llena de engaños, Martina renace, aprende a amarse y se reconstruye desde las cenizas. Su mayor venganza no será la ira ni el rencor, sino su felicidad y éxito personal.
Cuando la verdad finalmente sale a la luz y Nora queda embarazada de otro hombre, Sebastián recibe su merecido, quedándose solo y derrotado. Martina, en cambio, encuentra un amor verdadero y aprende que la única validación que necesita es la suya.
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CAPÍTULO XI
Los días pasaban lentamente para Martina. Desde que había decidido observar en silencio, sentía que su relación con Sebastián era una obra de teatro mal ensayada. Cada palabra, cada gesto de él, le parecía una actuación cuidadosamente calculada. ¿Cómo no se había dado cuenta antes de cuán vacío era todo?
Esa tarde, Sebastián le insistió para que se vieran. "Pasaré por ti a las seis, quiero verte", le escribió. Martina no quería, pero también sentía que debía mantener las apariencias un poco más. Así que accedió.
Cuando llegó, Sebastián la recibió con una sonrisa amplia y la abrazó con fuerza, como si nada extraño pasara entre ellos. Martina correspondió el gesto con cautela, pero su corazón latía con furia. En su mente aún tenía la imagen de él caminando con Nora, riendo, tomados de la mano.
—¿Todo bien, mi amor? —preguntó él, besándola en la frente.
—Sí, claro —mintió Martina, esforzándose por no demostrar la angustia que la carcomía.
Salieron a dar un paseo por la ciudad. Sebastián hablaba de cosas triviales, de la universidad, de amigos en común. Pero Martina apenas lo escuchaba. Observaba sus expresiones, su lenguaje corporal, cada mínima señal que pudiera delatarlo. En varias ocasiones, él sacó el teléfono y revisó sus mensajes con rapidez, sonriendo ligeramente. ¿Sería Nora? Lo más probable era que sí.
Decidió ponerlo a prueba.
—He estado pensando en hacer algo juntas con Nora —comentó, fingiendo entusiasmo—. Hace mucho que no tenemos una salida de chicas.
Sebastián se tensó por un instante, pero rápidamente se recuperó.
—Ah, sí, seguro le encantaría. Ayer me dijo que estaba ocupada con cosas de la facultad, pero seguro encuentran tiempo —respondió con naturalidad.
Martina sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Ayer, él había estado con ella. Lo había visto con sus propios ojos. Y sin embargo, aquí estaba, mintiéndole descaradamente.
Apretó los puños y desvió la mirada, fingiendo estar distraída con la gente que pasaba a su alrededor. Tenía que seguir acumulando pruebas, tenía que encontrar el momento perfecto para desenmascararlo.
Después de caminar un rato más, Sebastián la invitó a una cafetería. Martina aceptó, aunque su apetito era nulo. Se sentaron en una mesa junto a la ventana, desde donde se podía ver el movimiento de la calle. Sebastián ordenó un café y un pastel, mientras que Martina apenas pidió un té de manzanilla. Quería mantener la calma, aunque por dentro sentía que en cualquier momento podía explotar.
Sebastián hablaba con su tono de siempre, seguro de sí mismo, lleno de falsas promesas y halagos vacíos.
—Sabes que eres lo más importante para mí, ¿verdad? —dijo, entrelazando sus dedos con los de ella.
Martina sintió un nudo en la garganta. En otro momento, esas palabras le habrían derretido el corazón. Ahora, solo le parecían frases ensayadas, la típica retórica de alguien que quiere mantener su dominio sobre otra persona.
—Sí, lo sé —respondió con una sonrisa forzada.
De repente, el teléfono de Sebastián vibró sobre la mesa. Él lo tomó rápidamente y lo volteó boca abajo antes de mirar a Martina con su mejor expresión inocente.
—Solo es un grupo de la facultad, nada importante —dijo, como si estuviera anticipándose a una pregunta.
Martina sintió cómo la rabia crecía en su interior, pero se obligó a calmarse. No le daría el placer de ver su enojo. No todavía.
—¿Puedo verlo? —preguntó, fingiendo curiosidad mientras señalaba el teléfono.
Sebastián soltó una carcajada nerviosa.
—¿Desde cuándo eres tan celosa? —bromeó, pero su risa no sonaba natural.
Martina lo miró a los ojos, buscando una reacción, pero él mantuvo su máscara de seguridad. Decidió no insistir más. No era el momento.
Cuando terminaron en la cafetería, Sebastián la acompañó de regreso a su casa. Antes de despedirse, la abrazó con fuerza y le susurró al oído:
—Te amo, Martu. Nunca lo dudes.
Martina cerró los ojos por un segundo, sintiendo cómo la ironía de esas palabras le quemaba la piel.
—Yo también —dijo, con la voz más convincente que pudo.
Al entrar a su habitación, se dejó caer en la cama, agotada. Su plan de observar había funcionado, pero cada día se hacía más difícil mantener la compostura. Sebastián era un experto en la manipulación, pero ella no iba a caer en su juego para siempre.
Esa noche, después de varias horas de insomnio, decidió hacer algo que nunca antes se había atrevido. Abrió el perfil de Nora en redes sociales y empezó a revisar sus publicaciones con más atención. Buscó fotos, comentarios, cualquier indicio que confirmara sus sospechas.
No tardó en encontrar una historia subida hace apenas unas horas. Era una foto del reflejo de una ventana, aparentemente tomada desde el interior de un departamento. Nada especial a simple vista, pero Martina reconoció inmediatamente la silueta que aparecía en el cristal: Sebastián, con su inconfundible chaqueta de cuero.
El estómago se le encogió. Ahí estaba la prueba. No eran imaginaciones suyas. No eran celos sin fundamento. Sebastián le estaba mintiendo en la cara, y Nora no solo lo permitía, sino que lo disfrutaba.
Por primera vez en semanas, Martina sintió que su miedo se transformaba en algo más. En furia. En determinación.
Sabía que esto no podía seguir así por mucho más tiempo. La máscara de Sebastián se estaba resquebrajando y pronto, muy pronto, toda la verdad saldría a la luz.
Gracias autora por escribir, compartir esta historia