Corazón De Hielo.

Ese día, Diana le pidió a una de las empleadas que le consiguiera todo lo que necesitaba para pintar, no es una experta, pero hará el intento.

---

Por otro lado, Boris volvió a marcar el número de Diana y al no obtener respuesta, bajó del auto y se dirigió directamente al edificio del Grupo Linares.

—Exijo ver al señor Dante. Necesito una explicación —dijo con voz firme y segura.

Su presencia imponía: un joven de veinticinco años, de cabellera rubia, ojos verdes y porte elegante. Todo en él delataba que provenía de una buena familia.

—Lo siento mucho, pero el señor aún no ha llegado —contestó la secretaria, embobada por los encantos de Boris.

—Dígale que necesito hablar con Diana.

—¿Hablar de qué? —interrumpió Dante con prepotencia. Acababa de hacer su entrada y alcanzó a oír la conversación.

Boris se volteó de inmediato, y sus miradas se encontraron como dos titanes en un ring.

—Dime dónde está Diana. Ella siempre contesta mis mensajes y llamadas. Nunca me ignora.

Dante lo reconoció al instante. Era el mismo chico que la acompañó durante su presentación. Ese día, parecían ser una pareja. Y en su boda, también se vio muy cercano a la chica.

—Quizás es porque ahora me tiene a mí y no necesita a nadie más —dijo con frialdad.

—Ja, no me digas. Ni Cristóbal llegó a tanto, y eso que a él sí lo amó —respondió Boris, igual de cortante. No por nada eran amigos y él sabe que ese matrimonio es una farsa.

—Ella siempre tiene tiempo para mí. Pero el tema aquí no soy yo. Es mi amiga.

—¿Amiga? —replicó Dante con desdén. Boris era demasiado atractivo para que creyera ese cuento.

—Sí. Diana y yo somos amigos desde siempre, y me extraña que no responda. Solo quiero decirte que si algo le sucede, quiero saberlo. Ella sabe que puede contar conmigo siempre… por ella sería capaz de cualquier cosa.

—No... si de eso ya me di cuenta —contestó Dante, con un deje de celos apenas disimulado.

—Ella ha estado ocupada. No ha podido levantar la empresa —agregó con calma—. Pero le diré que preguntaste por ella.

Dicho esto, continuó su camino, seguido de cerca por varios hombres de seguridad.

Boris frunció el ceño en la recepción.

—Solo espero que ella esté bien… —pensó, serio—. No le gustaría tener que enfrentarme a ese hombre.

---

Mientras tanto, Alejandro había regresado a la ciudad. Habían pasado seis meses desde que se marchó de viaje, y lo primero que hizo fue contactar a una de sus más grandes aliadas… o mejor dicho, a su persona favorita.

—Mi querida Catalina, hace mucho que no te veo. Espero que te hayan llegado todos mis obsequios.

—No me quejo —respondió la joven con elegancia, y cruzando las piernas. Su gesto atrapó de inmediato la atención del hombre.

—Pero mi amor… nada se compara a ti. No es lo mismo un bolso Chanel que una caricia tuya.

Alejandro se sentó a su lado y puso su mano sobre la pierna de la joven.

—Me encanta cuando me provocas así. Te voy a complacer en lo que quieras.

Un brillo malicioso apareció en los ojos de Catalina.

—¡Eso deseo! No sabes la humillación que pasé. Te comenté de esa chica que no soporto… me humilló en un restaurante. Su amigo y ella me comieron viva.

—¡Esos tontos no te conocen tanto como yo! —Alejandro olfateó su cuello como un perro en celo.

—No es tan sencillo, mucho menos ahora que ella se casó con el nieto de la señora Antonella Linares.

—¿Ella? ¿Antonella? No tiene nietos —dijo Alejandro, aún envuelto en deseo, pero al escuchar eso, abrió los ojos y la sostuvo por los hombros.

—¿Cómo se casó con el nieto de Antonella? ¡Ella es mi madre!

—Explícame todo.

Un escalofrío recorrió la espalda de Alejandro. Sabía perfectamente que su madre no podía tener nietos… Alejandro es estéril. Además, él mismo se encargó de aplastar a su hermano Dorian. Hasta donde sabía, el único que quedaba era Dante. Pero el lo vio desaparecer en un acantilado. Es un hombre frío y calculador. Se aseguró un futuro prometedor.

Ese joven se llama Dante, y se casó con la bruja de Diana. No quiero ni imaginarme las humillaciones que me harán pasar. Catalina se quejó.

—¡Ella no puede hacerlo! Yo soy el representante del Grupo Linares. ¡Nadie puede pasarme por encima!

Catalina sonrió con ironía.

—Cariño… claro que sí puede. La señora Antonella lo nombró nuevo CEO. Creo que ella sí te pasó por encima.

Alejandro palideció. En ese instante entendió por qué su madre lo había enviado tan lejos. Él le creyó cuando le dijo que fuera a Dubái a asegurarse de que el proyecto quedara terminado.

—Mi madre… me engañó. ¿Será que ya sabe algo?

Frunció el ceño y pensó en ir a presentarse frente a Dante, pero se contuvo. Recordó lo que había hecho.

—Aunque era solo un niño… no creo que lo recuerde —se dijo a sí mismo. Pero la inquietud empezaba a crecer por dentro.

---

Esa noche, Dante subió a la habitación y se llevó una gran impresión al ver el retrato que pintaba Diana.

—Es… muy hermoso —dijo, sorprendido.

Diana no respondió. Le volteó los ojos y lo ignoró por completo.

—Diana… ya te lo dije: si no cambias tu actitud, no vas a poder salir de aquí. Estás preocupado a medio mundo. Hoy se presentó ese chico… creo que dijo que se llamaba Boris.

Al escuchar ese nombre, Diana dejó el pincel a un lado y esperó que Dante dijera algo más. Sin embargo, él no lo hizo. Había notado el repentino interés que ella mostró.

—¿Tanto te importa ese chico?

—No me has hablado en días, y justo lo mencioné a él y mírate, ahi estás, más atenta que nunca.

—¿Es que lo amas?

—Sí… amo a Boris.

—Ahora menos que te digo algo —respondió Dante, seco, acto seguido se escuchó el azote de la puerta.

—¿Y a este qué bicho le picó? —murmuró Diana, sin entender absolutamente nada.

Encogiéndose de hombros, retomó su pintura. Se trataba de un paisaje de montaña, simple, pero lleno de emoción… una emoción que quizás solo ella comprendía.