Atrapados Por El INSTINTO

El aire en el apartamento parecía más pesado después de la conversación que Leon y Oliver habían tenido. Habían empezado a desentrañar una red de complicaciones emocionales y malentendidos, pero el rugido del mundo exterior, con sus rumores dañinos, no se desvaneció como ellos esperaban. Pasaron los días, y aunque los ecos de su discusión resonaban en la mente de Leon, todavía había algo más que pululaba en la intimidad de su relación; un sentimiento que parecía estar a punto de estallar.

Era una tarde gris cuando la calma se fue evaporando. La lluvia caía torrencialmente, convirtiendo los charcos en espejos efímeros sobre el asfalto. Leon estaba trabajando en su computadora portátil, sus pensamientos dispersos entre las tareas del día y su creciente preocupación por Oliver. Desde aquella conversación, había notado que su pareja estaba más ansioso y distraído, como si un peso invisible lo estuviera aplastando.

De repente, sonó el timbre. Leon se levantó rápidamente, sintiendo un golpe de adrenalina recorrer sus venas. Esperaba ver a Oliver, pero cuando abrió la puerta, se encontró con la silueta desgastada de su amigo Mario.

—Hola, amigo —dijo Mario, tratando de sonreír, aunque la expresión en su rostro mostraba un matiz de seriedad. —¿Puedo pasar?

Leon asintió, gesticulando hacia el interior. —Claro, pasa. Oliver debería llegar pronto.

Mario entró al apartamento, mojándose ligeramente por la lluvia que chorreaba de su abrigo. Se dejó caer en el sofá y dejó escapar un suspiro pesado. —¿Cómo estás? —preguntó él, averiguando el estado emocional de Leon antes de entrar en detalles.

—No mucho. Solo lidiando con… lo que ha estado pasando con Oliver. —Leon decidió compartir un poco de su carga, sintiendo que Mario podría entender el peso de la situación.

—¿Y qué tal va eso? —La curiosidad de Mario era genuina, pero también se sentía como si estuviera buscando algo más profundo.

—Existen rumores en la oficina y está afectando a Oliver. He estado tratando de apoyarlo, pero… —La voz de Leon se apagó, atascándose en su garganta. Sabía que había más que solo rumores entre ellos.

Mario frunció el ceño. —¿Él está bien?

Leon se encogió de hombros, rememorando la mirada sombría que había notado en los ojos de Oliver durante la última semana. —No lo creo. Ha sido más distante últimamente. Como si no quisiera hablar sobre lo que realmente le sucede.

Mario suspiró, la inquietud en su frente haciendo eco de las preocupaciones de Leon. —A veces, las cosas más duras son un reflejo de lo que tenemos en casa. —Hablaba con conocimiento, como si sus propios traumas familiares lo llevaran a comprender la situación.

Leon asintió, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. —¿Crees que tiene que ver con su familia?

Mario lo miró directo a los ojos. —Si no está dispuesto a abrirse, probablemente lo que hay detrás es mucho más complejo.

Justo en ese momento, la puerta se abrió y Oliver cayó en la estancia, empapado por la lluvia, con su cabello pegado a la frente y una expresión que hablaba de un día agotador. La atmósfera cambió instantáneamente, y aunque un destello de alivio iluminó el rostro de Leon al ver a Oliver, también sintió que una sombra lo seguía.

—Hola, amor —saludó Oliver, inyectando una falsa alegría en su voz al ver a Leon—. ¿Quién es tu amigo adorable que ahora se queda a mirar mal?

—Soy Mario, —respondió rápidamente, levantándose y extendiendo la mano—. No quise interrumpir, pero he venido a hablar sobre lo que está pasando.

Oliver miró entre ambos hombres, notando la tensión que flotaba en el aire. —¿Están hablando de mí, de nuevo?

—No es solo de ti, —respondió Leon, con un tono de voz que sonó más tenso de lo que esperaba. Sabía que la conversación debía fluir más suavemente, pero el ambiente era complicado—. Estábamos hablando sobre lo que ha estado sucediendo últimamente.

—No debí haber venido justo ahora —dijo Oliver, levantando una mano. Sus ojos se oscurecieron en un instante, y los rasgos de su rostro se endurecieron—. Estoy cansado de tener la misma conversación.

Mario intervino con diplomacia, tratando de calmar las aguas turbulentas. —Oye, solo queremos asegurarnos de que estés bien. A veces, es importante abrirse un poco, aunque duela.

Oliver se pasó la mano por el cabello, claramente frustrado. —Lo que está pasando tiene más que ver con mi familia que con ustedes. —Las palabras parecieron estallar desde sus labios, llenando el espacio con una tempestuosidad que hizo que el aire se congelara.

El silencio que le siguió era pesado, como si cada palabra añadiera más peso a la habitación. —¿Con tu familia? —preguntó Leon, su voz temblando ligeramente mientras luchaba por seguir adelante. —¿Qué es?

Oliver cerró los ojos brevemente, como si estuviera luchando contra un mar de recuerdos. Luego, abrió la boca, y Leon supo que esta no sería una conversación sencilla. —Mis padres se están separando, y esta vez parece que es definitivo. —La tristeza se deslizó en su voz, y Leon sintió que su corazón se hundía.

—Lo siento, Oliver. —El tono de Leon se volvió suave, y los recuerdos de sus propias luchas familiares afloraron a su mente.

Oliver hizo un gesto con la mano, como si quisiera desestimar sus sentimientos. —No, no lo entiendes. Mis padres nunca se separan. Han tenido peleas, pero siempre vuelven. Esta vez, es diferente.

—¿Has hablado con ellos? —preguntó Mario con una voz tensa, sintiendo el eco de la preocupación.

—He estado intentando, pero cada vez que trato de acercarme, es como si se construyera un muro entre nosotros —dijo Oliver, su voz temblando de emociones reprimidas—. Mi madre está demasiado ocupada llorando y mi padre sólo se encierra en su mundo. Me siento completamente impotente.

Leon se sintió perdido. Había compartido toda su vida con Oliver, pero nunca había vislumbrado el dolor que su pareja llevaba a cuestas en secreto. —Yo… desearía poder ayudarte. Pero no sé cómo.

Oliver lo miró directamente, sus ojos llenos de angustia. —Eso es lo que me asusta. Me siento atrapado, y no puedo dejar que esas cosas me afecten. Pero lo están haciendo. Todo este tiempo, he estado tratando de ser fuerte, y al mismo tiempo, me siento tan débil.

Leon sintió que su propio corazón se estrujaba; deseaba ser el apoyo, la roca, alguien en quien Oliver pudiera confiar y desahogar su dolor. —No tienes que ser fuerte todo el tiempo. Está bien sentirse vulnerable. Todos lo hacemos de alguna forma, y es normal.

—Es fácil decirlo, —replicó Oliver, y la frustración se podía escuchar en su voz. —Pero no quiero que me veas así. No quiero que pienses que soy una carga.

Ya eran demasiado personales estas revelaciones, y los sentimientos desesperados de Leon no podían mantenerse ocultos. —No estás siendo una carga. Te amo, y eso significa que voy a estar aquí, sin importar lo que pase. Pero no puedo hacer nada si no me dejas entrar, si no me dices qué necesitas.

Los ojos de Oliver se abrieron, y por un instante, Leon vio un destello de esperanza poblar su tristeza. —¿Cómo puedes querer quedarte al lado de alguien tan roto?

—Porque somos humanos. Cada uno de nosotros tiene sus propias batallas. —Leon se acercó a él, tomando su mano y dándole una ligera presión. —No estoy aquí para juzgarte. Quiero que compartas esto conmigo. Si no, el dolor te hará más daño del que imaginas.

Mario observó el intercambio con mirada comprensiva, consciente de que estaba presenciando un momento crucial en la relación de sus dos amigos. Era algo más grande; un llamado a sanar pero también una aventura volitiva en el amor.

—¿Sabes? —dijo Oliver, su voz más suave mientras sus ojos brillaban con lágrimas contenidas—. No estoy seguro de cómo lidiar con esto, pero necesito saber que tengo a alguien en quien confiar en medio de todo esto.

—Siempre estaré aquí, —respondió Leon, sintiendo cómo su mundo y el de Oliver comenzaban a entrelazarse y a solidificarse a través de las palabras compartidas. —Y si necesitas llorar, lo haré contigo.

Fue el tipo de promesa que los hizo más fuertes. La lluvia seguía cayendo afuera, pero en ese instante, el dolor comenzó a transformarse en algo más; una conexión que podía reparar, que podía sanar los cortes de las viejas heridas entre ellos. Juntos enfrentarían las revelaciones dolorosas porque, al final, lo que verdaderamente importaba era el amor y la confianza que estaban dispuestos a construir.